El ex presidente Aznar sin pensar un momento en los indignados de derecha que existen acaba de decir para desacreditarlo que el movimiento de indignados 15-M es de marginales extremistas de izquierda y antisistemas, “Es extrema izquierda marginal antisistema”, dijo. Miente y repite porque una mentira repetida puede convertirse en verdad para quien oye. Es un intento más por desmovilizar a la gente que sin ser de izquierdas coinciden en las causas y los objetivos del movimiento. Si el movimiento fuera como dice el sábado la movilización habría terminado en un baño de sangre y no de manera festiva por las calles de Madrid. Aznar acusa de lo que adolece. Eso está desde hace mucho en la literatura médica y política. De sus palabras podemos inferir que el 15-M es la antítesis, la imagen del otro similar, descolorida, de él y el «tanque pensante» que dirige, FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales). Un monstruo creado por Aznar a imagen y semejanza para pensar. La institución que alimenta de ideas y espíritu la política de los gobiernos de derecha en España. Invito a leer a FAES.
La presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, discípula aventajada de Aznar, junto a sus guardianes de partido utilizan las mismas mentiras y desplantes ideológicos y políticos para desacreditar cualquier idea alternativa democrática como el 15-M o los profesores opuestos al favoritismo a la escuela privada en perjuicio de la pública. Eso se aprende. Cuando Aguirre fue ministra de cultura parecía idiota pero entonces no se la veía tan déspota. Según ellos la crítica y el descontento también parten de la “extrema izquierda marginal antisistema”. Los demás son corderos de Dios y por extensión del PP, eso suponen. Lamentablemente, eso sí, sus correligionarios son incondicionales y tienen un solo oído para escuchar la doctrina y las mentiras de derecha como sucede del mismo modo con la izquierda, no creáis que no. También la dictadura castrista contra la cual Aznar en una época fue el abanderado en Europa estigmatiza a sus opositores demonizándolos y sus creyentes tienen un solo oído. Los extremos, ya se sabe.
Quien intenta desvirtuar al 15-M es el mismo ex presidente que gana suculentos emolumentos como experto de lujo en terrorismo y seguridad, luego de haber integrado el trío de cowboys embusteros que asaltó Irak. Él mismo contribuyó a crear dudas sobre el terrible atentado terrorista en su país que se saldó con más de 100 víctimas. Y, además, cobra por sentarse junto al ex presidente de Goldman Sachs en el Consejo de Administración de Rupert Murdoch, el magnate de la información recientemente acusado por el escándalo de las escuchas, compadre de Tony Blair, otro de los cowboys. Se puede comprender la versión de Aznar del 15-M. Algo huele mal. Es cierto, seguramente el 15-M lleva en sí una gran dosis de marginalidad, un poco de izquierdismo, algo de extremismo y una pizca de antisistema como una receta contra el extremismo de derecha. Es lógico que posea esos ingredientes porque es un movimiento de inconformes con la precariedad política, económica, cultural y moral del sistema e indignados con una clase política y el poder bancario-financiero que ya no representa los valores de una democracia que es necesario reformar para mejorarla. Mejor ahora y no cuando la situación llegue a límites de beligerancia.
Marginales sí, gran parte de quienes estuvieron ayer en las manifestaciones del 15-O en todo el mundo son nuevos marginados por el sistema que Aznar defiende y ha contribuido a consolidar. Ser marginal no es un estigma, sino una consecuencia y un valor cuando se toma conciencia de que la única manera de ser moral cuando tanta porquería salpica al sistema es oponiéndonos a ser cómplices o cobayas. La suciedad nos compromete a todos. No importa en qué lado del espectro político se esté. Si yo fuera ex presidente jamás diría que los ciudadanos a quienes su partido piden el voto, incluso quienes le votaron a él, son marginales. Extremistas habrá pero las protestas en Madrid fueron pacíficas y moderadas. Antisistemas puede que haya los mismos que extremistas. Aunque habría que distinguir con matices lo que se entiende por antisistema y descaracterizar el mote peyorativo con en el que se quiere calificar a todo el que quiere un cambio de modelo. El movimiento 15-M tiene muchos más problemas y defectos que los mencionados por Aznar para socavarlo como parte de una estrategia de aniquilación de la cual también participa la izquierda en el poder. El movimiento es un espacio social donde cabe todo aquel que están expulsando como excremento del sistema a los márgenes. La mentira es la mejor de las armas para malograr el éxito social del 15-M y el ex presidente es un especialista.
Yo estuve en la manifestación de sol y me siento feliz de haber participado de la mayor contestación democrática que se le ha hecho al sistema. No sé cuantos de izquierda o derecha estaban, ni radicales, ni antisistemas, eso sí, posiblemente la mayoría sentíamos que el sistema estaba marginando a mucha gente más que no estaba allí. No se hablaba de izquierdas o derechas, se apelaba al poder político, económico y financiero, aliados de una crisis que es económica pero en el fondo es política y cultural. No sé a qué partido votaba quien tenía a mi lado. Eso sí, cuando mi hijo sea mayor podré decirle que el 15 de octubre de 2011 yo estaba allí, defendiendo su futuro contra lo que yo creía era un errático funcionamiento del sistema y la democracia. Yo soy marginal, ¿y qué?, señor ex presidente.