Mi hijo es hermoso y se llama Lucas
pero antes lo llamé salvador de mí.
Es azul con el cielo pegado a las alas,
verde por la hierba en las dos patas
y rojo porque va cojeando herido.
Lo dejaron colgado en una cerca,
los brazos abiertos bajo el sol.
De un lado hay luz todos los días
y los mirlos cantan largas operetas.
Del otro lado estoy yo entre la niebla,
las manos alargadas en el vacío.
El mío es el mundo de lo invisible,
cosas descomunales que dan miedo.
Mi hijo es ese arcoiris que sangra
caído entre dos caminos y aletea
con el alambre entre las costillas.
Oigo su piar y no sé si podré salvarlo.