El agua corre con el cielo a mis pies.
Un suave añil rueda por la cunetas
llevando el ruido de latas de conservas.
Es el cielo que se destroza en mi cabeza
mientras cae desteñido a las alcantarillas.
Aquí estoy como el primer crucificado
con toda la mierda sobre los hombros.
Y lo peor, sin saber hacer este trabajo,
ni haber nacido para ser un mártir.
Aquí no puede terminar todo.
Unas ratas me acarician las piernas,
roen trozos de cielo, lo arrastran,
y se alejan dejando un hilo de sangre.