podemos o no podemos

Podemos. Fotografía de León de la Hoz

Podemos. Fotografía de León de la Hoz

En España ha surgido un partido político que trae de cabeza a los analistas, a los profesionales de la política y a la prensa. Este partido es fundamentalmente madrileño, se llama Podemos y está capitaneado por un profesor universitario con igual nombre y apellido que el fundador del PSOE, Pablo Iglesias. Cruel ironía para los socialistas. Es como que si el principal opositor del Gobierno cubano se llamara Julio Antonio Mella, cofundador del Partido Comunista Cubano. Podemos nada tiene que ver con el partido Demócrata de Obama aunque su nombre sea una referencia –supongo que vergonzosa para esta izquierda– a la campaña con la cual el presidente estadounidense ganó las elecciones. Lo insólito es que Podemos sea un recién nacido que de momento acaba de ganar su acceso a la política en el Parlamento europeo, convirtiéndose en la cuarta fuerza política del país.

Por lo pronto Podemos ha introducido en la política doméstica el desconcierto y la posibilidad de que el pensamiento alternativo juegue un papel en la política institucional. Ningún partido o político está contento con este grupo de descamisados de estética hippie que ha llegado para tirar de la espoleta que haría estallar el bipartidismo español. Prohombres de cualquier laya y condición han salido al paso de inmediato a Podemos y lo que representan. El principal argumento es que son extremistas de izquierda, populistas y frikis, como les llaman. Si no recuerdo mal el primero que así les llamó fue el expresidente Felipe González. González tiene por valor desconfiar de todo aquello que se desmarca de las instituciones, igualito a mi vecina la que le coge el bajo a los pantalones de Lucas. En una democracia normal lo alternativo debiera poco a poco asimilarse a las instituciones al reacomodarse las normas de unos y las exigencias de los otros, pero ahora mismo ese no es el caso.

Hasta hoy nadie había logrado capitalizar el descontento generado por la crisis moral e institucional que dio al traste con la economía. Ninguno de los dos grandes partidos que gobiernan se lo había tomado en serio y se limitaban a darnos de comer neologismos y silogismos políticos como si fuéramos vacas de su establo político. No obstante, la desilusión que muchos creyeron pasajera y gremial comenzó a fraguar después de las exitosas protestas que tuvieron como epicentro la plaza de Sol y el Movimiento ciudadano del 15M. El inmovilismo del Gobierno y las medidas antisociales sirvieron de acicate para que la gente se dejara las gargantas gritando en las plazas y las calles. Era el reclamo sobre la grave crisis institucional que no sólo afeaba la democracia, también la ponía en solfa. Entonces desde todos los flancos se quiso desprestigiar el espíritu del movimiento ciudadano que Podemos intenta interpretar y representar con los pocos recursos a su alcance. Lo que vemos hoy es la segunda parte de la misma película.

El 15M y las protestas durante el estallido de la crisis están en el origen de los tímidos maquillajes con los cuales los partidos quisieron responder a la demanda popular, que provocó la alarma y el miedo institucional. Podemos no es otra cosa que el espíritu del descontento con la clase política convertida en cómplice pasivo o activo y chivo expiatorio de males mayores, sin duda, de una grave crisis que va más allá del dinero en los bolsillos y su distribución desigual, que sólo es enmendable por una regeneración de las instituciones de la democracia. Además de una crisis económica, también hay una crisis moral y ética, de las relaciones interpersonales y con la naturaleza o la cosa pública, y por si fuera poco el poder político sigue borracho de representatividad, incapaz de acometer reformas profundas de la democracia. Podemos es una consecuencia más de la deformación de la política y, no menos importante, de la dependencia de ella al dinero.

Todavía no sé si Podemos es un partido de extrema izquierda que, como Izquierda Unida, apoye a la dictadura cubana y por ese motivo se desligitime para hablar de regeneración democrática. Sí está a la izquierda de la izquierda tradicional. Su programa que se puede consultar en internet parece una lista de regalos de boda. Posiblemente Podemos sea nada más que un síntoma de la grave enfermedad que aqueja al cuerpo de la democracia. Sin embargo tiene una enorme importancia como la tiene la consolidación de la extrema derecha en Francia. Son dos fenómenos similares. El crecimiento de estos partidos alternativos que se nutren de lo marginal y residual que va quedando fuera del sistema es la mejor demostración de que las instituciones no funcionan como debieran. Los nuevos correligionarios no son solo inadaptados, sino que también son cada vez más los expulsados del sistema. Incluso puede que sea un partido populista y eso no lo invalida si pensamos en las altas dosis de populismo que comparten todos los partidos desde los verdes a los moraos. Es menos grave ser populista sin poder que con él.

Lo peor de la situación que vive la política española no es Podemos, aunque eso pueda parecer a quien oiga de forma irreflexiva los criterios institucionales. Podemos no tiene más poder que la palabra, la corrupción generalizada, la sospechosa interdependencia de los poderes legislativos y ejecutivos, y el anquilosamiento institucional de la política, entre otros males. Podemos es un fenómeno típico de un país cada vez más dividido, que se da en la izquierda y no en la derecha porque en España la extrema derecha está contenida dentro de la derecha de gobierno. Si no fuera así también podría haber nacido en la derecha. Lo peor es que los análisis institucionales se hacen sin tener en cuenta soluciones para neutralizar el surgimiento de tendencias sociales, justas y legítimas, que surgen de la exclusión. Lo peor es la mentira sistemática del Gobierno y las medidas institucionales con fines electoralistas de cara a asegurar el actual estado de cosas. Lo peor en una democracia no es ni nunca será el surgimiento de partidos o movimientos como Podemos, sino las causas.

En contra de lo que se dice desde el poder, Podemos surge por carencias no resueltas de la democracia, es una necesidad que una democracia avanzada puede reabsorber y que exista hace bien a la misma. Acaba de nacer y puede morir sin llegar a la mayoría de edad. De momento con solo unos meses de vida ha puesto en jaque a los partidos y a todo el sistema, estoy seguro que algo bueno saldrá de ello, tal vez no mucho, pero de que el sistema tome note y corrija depende el desarrollo diferente de la democracia. No estoy a favor de Podemos porque su tono y estética me dan fiebre, pero sí estoy a favor de que surja y ejerza un contrapunteo que albergue la disidencia y lo alternativo. No sé si Podemos, pero algo tiene que cambiar.