año nuevo, vida peor

Ya estamos otra vez en enero. Un año más y un año menos, qué remedio. Aquí estamos todos los que sobrevivimos sin deberle la sobrevida a nadie y también los que la deben. Yo soy de los que debo la mala vida, pero eso es otro problema que trato de resolver con mi siquiatra particular. Lo importante es que otra vez hemos llegado a otro capítulo de ese gran libro que se llama vida que cada uno escribe mejor o peor, con ayuda o sin ayuda, con caligrafía bordada o inextricable, con zumo de piña o con sangre. Hay quienes dejan que se lo escriban.

Volvemos a los planes que nos proponemos para ser felices, tener trabajo o dinero, dejar de fumar, bajar de peso o cualquier cosa que nos dé la ilusión que perdimos el año anterior. Unos como yo intentan rehacer su vida después de veinte años tirados porque volver a empezar es un fracaso que disfrazamos de optimismo. Sin embargo no queda más medicina que remendar el jolongo, ponerse en el camino y tirar hacia delante, aunque no se sepa exactamente donde está el norte o el sur. Ese es el verdadero espíritu de un aventurero. Y muchos somos los que este año emprenderemos ese viaje a ninguna parte sin brújula, como Crusoe en su isla.

Menos mal que están los libros que nos enseñan a creer que podemos aprender a vivir con los libros. Actualmente las librerías están llenas de ellos. Todo el mundo tiene en su librero uno de esos libros que no me atrevo a mencionar para que la prosa no se me estropee más de lo que la tengo. Literatura práctica, rezumada en versiones baratas de filosofías orientales que leímos de jóvenes o “filósofos” soft que abundan medrando de la frustración que sentimos todos en un mundo como el de Plangloss, donde hasta la tragedia tiene su excusa y por tanto un optimismo trasnochado frente a ella. Si no fuera por esos nuevos teóricos de la felicidad difícilmente podríamos sobrevivir otro año más. Basta con creer o querer ser felices o desear algo para que el mundo cambie.

Nunca una religión estuvo tan extendida como la del bienestar entendida como la satisfacción individual por la banalidad y ninguna sociedad se ha sentido tan frustrada por la insatisfacción. Hoy, como en otras épocas las referencias a los Mandamientos, la gente en su lenguaje acude a expresiones que denotan una contaminación evidente con valores y conceptos de la sociedad soft. Una vida mejor puede estar a la vuelta de la esquina si somos “positivos” o canalizamos la “energía positiva” o incluso nos vestimos de colores claros, si blanco mejor. Por ejemplo. Cada esfera de nuestra vida está reñida con el bienestar si no asumimos conductas que lo propicien.

Ya no se dice tenemos que cambiar esto, sino sé positivo. Toda la sociedad está tejida con el mismo hilo, desde el discurso y la práctica política hasta los contenidos escolares. En efecto, como en el mundo de Pangloss cada cosa está unida a la otra como causa y efecto en un
fatalismo irreductible frente al libre albedrío de Martín, su antagonista. Estamos en el mejor de los mundos posibles. No es políticamente correcto negarse e ir en contra de la corriente. Así que volvamos como cada año nuevo a nuestras rutinas por ser felices aunque no podamos, no importa que ese no sea el modo si no parece haber otro. Año nuevo aunque pueda ser peor. Seamos felices. Arré!