La navidad ya no es lo que era antes, eso dicen los más viejos. Antes había menos comida y menos regalos, pero la gente era más feliz o al menos eso dicen. Tal vez porque la familia vivía y era de otra manera en un contexto muy diferente al nuestro. Pero lo cierto es que ya no es lo que era antes y eso no quiere decir que la familia de antes y la de ahora fueran tan diferentes ni una u otra fuera mejor o peor, sino sencillamente que la familia como parte de la sociedad ha cambiado. Sin embargo, sobre todo en esta época de celebraciones, no faltan los que arremeten con saña contra la familia, equivocando el blanco, para poner en evidencia la crisis de la festividad, su origen religioso, los excesos económicos frente a las carencias afectivas, y también la hipocresía social y familiar en las horas de paz que reclaman las fechas.
No falta razón pero la responsable no es la familia, sino la sociedad, y es contra ella que habría que lanzar los dardos que seguro caerían sobre cada uno de nosotros como las flechas en San Sebastián. La familia, nos guste o no la nuestra, ya que hay que decir que los criterios contra ella parten casi siempre de la propia experiencia, no ha dejado de ser lo que fue desde que la vieja antropología la descubrió y caracterizó como una entidad alternativa que por el carácter gregario del hombre y debido a su inteligencia o estupidez dio lugar a las familias y con ella a la supervivencia de la especie. Ni siquiera los homosexuales han podido soportar la nostalgia y prescindir del altar civil, ni las parejas que rompen y rehacen de otra manera y de otro modo en otras familias, ni quienes sueñan con tenerla un día ya sea tradicional o no, a pesar de la campaña institucional a favor de esa otra familia de nuevo tipo que todos sabemos cómo es pero nadie cómo saldrá porque harán falta generaciones y degeneraciones para saber sus resultados.
La falta de criterio propio, a veces nos impide evaluar lo que hacemos y pensamos por la inercia pautada desde los centros ideológicos llámese partidos políticos, oficinas de gobierno o medios de comunicación. Y no solo en los estratos menos cultivados de la sociedad, la intelectualidad nunca mostró más apatía a pensar y menos a decir lo que piensa. Casi toda parece subvencionada y a la ideología política se le ha quedado vacío el desván de las ideas. Para un enorme sector de la sociedad hoy día la familia es políticamente incorrecta, ya sea porque la defiende la iglesia o la derecha o porque se defiende otra diferente desde los despachos de los gobiernos de izquierda, aunque siga siendo una alternativa al desastre de valores de nuestra época en la que ninguna filosofía ni política ha logrado sustituir ni acomodar otros nuevos.
En navidad como en ninguna otra fecha afloran los sentimientos más cínicos contra la familia, es el momento de la gran sesión de psicoanálisis de la sociedad occidental. Tal vez sería mejor que en días como estos en vez de lamentarnos tanto lanzando piedras al tejado familiar, decidiéramos no hacer el juego al consumismo que es una de las razones de referencia y pensar por un momento en las doscientas mil personas que estas noches de villancicos, regalos, comidas y bebidas excesivas están sin techo y a veces sin familia en España, pasando frío y hambre en la soledad más dolorosa. Por esos muertos de hambre de compañía y calor humano van estas líneas a favor de la familia como alternativa para el mundo y mi país en particular, donde la familia será nuestra gran balsa para salvarnos del desamparo, el desamor y la frustración.