Menos mal que ahí están los franceses para sacar la cara por el resto de Europa. Siempre lo han hecho, la verdad, duélale a quien le duela y a pesar de Napoleón que nos pesa en la historia como una losa. Aunque Napoleón fuera un genio. Hoy es un hombre viejo de 93 años llamado Stéphane Hessel el que ha puesto patas arriba a toda Francia y gran parte del continente con un libro o más propiamente un libelo de treinta y dos páginas, Indignez-vous!, que ha desbancando del primer lugar de ventas al Premio Gouncourt La Carte et le Territoire de Houellebecq, otro enfant terrible. Ya dice mucho que en ese país se premie a escritores tan díscolos como éste. No está de más recordar que ese mismo premio también lo ganó Marcel Proust.
Aquí en España a ningún buen editor se le ha ocurrido todavía traducir y publicar el panfleto de Hessel aunque sea por motivos lucrativos, menos mal que ya la prensa empieza a hacerse eco, así que Dios mediante el lector español podrá leerlo. Es sencillamente maravilloso que un texto como ese o como el de Houellebecq se ponga de moda en vez de un libro de Dan Brown. En apenas cuatro meses entre los dos han vendido más de un millón de ejemplares, eso es como casi todos los libros que ahora mismo se están comprando en España. Dos libros rompedores, dos personalidades singulares que a finales de año se convirtieron en los regalos más cotizados en el país de Descartes.
La gran sorpresa ha sido Indignez-vous! porque no llegaba precedido de ningún premio ni publicidad. Una editorial pequeña, Indigène, de Montpellier, atreviéndose ha dado un ejemplo al viejo estilo de los grandes editores. Al margen de las opiniones sobre las proposiciones de la rebeldía pacífica contra los grandes poderes financieros que controlan y descontrolan la vida social, económica y política de las actuales democracias, más como Thoreau que como Ghandi, lo más significativo de este fenómeno editorial es que se ha convertido también en acontecimiento social por la expectación creada y el contenido subversivo. Es como si la insurrección pacífica contra el consumo masivo, el desprecio por los débiles y la competencia de todos contra todos, las críticas a la falta de libertad de expresión y autonomía de la prensa, el respeto por los Derechos Humanos estuvieran buscando un libro y una mano que las escribiera mientras daban vueltas en la cabeza de una gran mayoría.
Han bastado 32 páginas y 3 euros más unas palabras que se respiran en el aire para que surgiera ese libro. Ya lo saben todos, lo escribió un señor de 93 años con una biografía impresionante que se puede leer en Danse avec le siècle, un joven de casi un siglo, un hombre de acción y de ideas, un verdadero héroe de la democracia y uno de los apóstoles del documento más importante de la sociedad del siglo pasado y del actual, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Un libro que estaba buscando quien lo escribiera. No podía ser cualquiera, como Los Libros Proféticos tenía que ser un superviviente, casi un mártir de su tiempo.
“Hago un llamamiento a los ciudadanos, jóvenes y no tan jóvenes, a asumir la responsabilidad por las cosas que no funcionan en nuestra sociedad. Deseo que cada uno encuentre un motivo por el que indignarse con el sistema” y luchar, digo yo, aller, monsieur, larga vida.
Si quiere leer una versión del libro traducida por Francisco Fuentes, lea: