INDIFERENCIA DE LAS RUINAS
Rene o Renecito, como le llamábamos entonces, es otro de aquellos poetas del grupo de Artemisa que surgieron del taller literario al que tuve la suerte de encontrar, en una época en la que la poesía parecía poder cambiar el mundo aunque fuera destruyéndolo. Más tarde nuestras vidas discurrieron por caminos distantes en los que a veces me encontraba con él a través de las noticias que me daba Alberto Rodríguez Tosca que también trotaba el mundo. Después de la paliza propinada por unos paramilitares a los poetas en la librería «El Pensamiento» de Matanzas, en la que Rene estuvo a punto de perder un ojo, aunque sólo se mencionara a Carilda Oliver Labra en aquel affaire que conocí de primera mano porque tuve que dirigir la investigación preliminar, seguí su itinerancia por París donde fue alumno de la exclusiva clase de Milán Kundera y luego por Bogotá, donde lo perdí hasta que pude dar con estos poemas de un libro todavía inédito, Indiferencia de la ruinas, otra vez de vuelta a Artemisa en lo que el mismo podría definir como «el fin de otro empezar».
Rene, como todos los poetas del grupo de Artemisa, es uno de esos que apenas podemos leer en la actualidad desde que el ripio literario, encubierto en un afán de presentismo, malograda experimentación y vocación social, ha vuelto a convertirse en norma después de haber recogido el estiércol dejado por lo peor de la poesía conversacional. Por eso haber vuelto a encontrarme con la poesía de este poeta es una agradable sorpresa que gustosamente comparto con los amantes de la poesía que aún sobreviven.
Llévame al silencio
Llévame al silencio madre,
y que el dolor sea una ausencia más.
Llévame lejos de todo cuanto mira
y quiere ser mirado.
Llévame otra vez al inicio,
al espacio infinito y sin voces,
al espejo de donde salimos
y que nadie recuerda.
Llévame madre, a tu seno eterno
y que Dios no espere mi llegada,
quiero estar sólo por fin un día.
llévame madre, a la muerte
y que tu crimen sea entendido por los hombres.
El sacrificio
Para Andrei Tarkovski
Esta mañana la luz abre nuevas heridas,
murmullos lejanos, la niebla no deja ver los pinos,
me duele la espalda y tanta memoria bajo mis pies.
Edifiqué esta casa en los escombros,
sólo mi hijo hizo las preguntas necesarias;
siento la voz de María,
¡Llegarán, llegarán los tártaros!
¿Dónde quedó la patria, y su ceniza
como una esmeralda en mi sueño?
En la última hora del fuego
veré de nuevo a mi hijo bajo el árbol florecido.
Aniversario
Hay un temblor en las paredes,
y salgo a buscarte en este día inútil.
Trenes que giran y se pierden
mientras cae del cielo
el perfume de una de rosa.
Hay avisos, señales y números,
la melancolía de un Rey envejecido.
Hay bastante humo para decir verano,
demasiada tristeza en el baile de los ciegos.
Hay perfectos agujeros,
extensas excavaciones y vidrio roto,
muertos que se llaman vivos
con su retablo a cuestas,
con el miedo en las palabras
y palabras con sabor a engaño.
Hay la lluvia que lava las heridas,
los recuerdos, el mar imposible de tu infancia.
Hay la rabia y una aguja directa al corazón.
Hay un templo en el follaje solitario,
y la maldita circunstancia del agua
y otros versos para seguir amando esta Isla
rodeada por Dios en todas partes.
Artemisa del alma
Para María Teresa Zamora
El aire enrarecido, la pregunta a medianoche,
todos en sus jaulas por lo que no fue
y no pudieron construir,
pasan las horas, pasan los años,
orfandad a pruebas de balas,
y múltiples heroísmos,
criaturas sin alma,
guijarros al sol del mediodía,
pasan las horas, pasa la vida
eco antiguo de palabra
la más sentida nota
serás entonces una leyenda,
miles de siglos aún aguardan,
miles de sueños aún por descifrar,
el silencio reina entre los huesos
islas en los labios del mendigo,
las calles hablan del fantasma venidero
detrás de cada hombre,
te dicen que vivas, que aplaudas
los animales mastican la brisa,
entonces escribes con la letra muerta
escribes para no morirte
y también morirte,
estás en la punta del velero,
vuelves al vientre desnacido
hacia la fuente giratoria de la llama.
René Suárez Seva (Artemisa, 1963). Licenciado en lengua y literatura francesa en la Universidad de la Habana (1988). Traductor. Realizó estudios en la Escuela de Altos Estudios de París bajo la tutela del escritor checo Milán Kundera. Obtuvo el premio Habana con el libro Geometría del Diablo (1991), publicado en 1992 por el sello editorial La Puerta de Papel. Sus textos aparecen en diversas revistas cubanas y extranjeras, así como en antologías. Fue fundador de la Revista Vigía de Matanzas, Cuba. Ha participado en festivales de poesía en Bogotá y Medellín. Actualmente vive y en Artemisa, Cuba.
Ilustración: Aneta Foubu