
Hoy se cumple un año más de la muerte de mi hermano Rolando. Quizás podría parecer que recordarlo es un acto personal, privado y restringido a la intimidad familiar. Pero no es así, aunque el lector no lo hubiera conocido, seguramente sí habrá oído caer su cuerpo cuando hace tres años le cayó encima un edificio en la esquina de Monte con Ángeles, en Centro Habana. El estruendo fue tan grande que hasta el presidente de Cuba escribió un tuit de condolencia en Twiter, hoy X, donde lamentaba su muerte. “Hemos estado al tanto del derrumbe ocurrido en La Habana Vieja, al que autoridades del Partido y del Gobierno en la capital han prestado atención desde el primer momento. Lamentamos la muerte de Rolando León y extendemos nuestras sentidas condolencias a sus familiares y amigos.”
Rolando apareció entre las ruinas de aquel edificio el día 17 en que se conmemora la resurrección de San Lázaro o Babalú Ayé, como se quiera, pero fue aplastado el día antes por la noche al ir a un cajero para sacar dinero conque socorrer a una amiga. Cuando lo sacaron debajo de las piedras alguien lo filmó con un móvil y puso en internet su cadáver emergiendo de los escombros, siendo un día tan significado por la resurrección y el homenaje que los creyentes habaneros brindan al personaje bíblico, las imágenes eran aterradoras y dolorosas y su sudario era blanco pero por la cal y el polvo de quienes son enterrados sin gloria.
Es verdad que mi hermano no se llamaba Lázaro, pero su nombre también tenía el significado de la resurrección porque fue puesto por nuestra madre para que su hermano, Rolando de la Hoz, un conocido locutor de Guantánamo, no muriera cuando tuvo que abandonar el país. Los más viejos saben que antes de que al Gobierno se ocurriera auxiliarse de las remesas todo aquel que se iba del país era como si se lo hubiera llevado la muerte. Este tío a su vez se llamaba Rolando porque lo quiso mi abuelo para que su mejor amigo quien luchaba como él contra Machado tampoco muriera. Fue nombrado así por éste cuando llegó a una clínica de Santiago de Cuba para verlo acabado de nacer, pero en el camino había tenido que cargar el cadáver de su amigo Rolando, muerto por los disparos de la policía de Machado que los buscaba. Dicen que al llegar adonde estaba mi abuela, le dijo: “Ponle Rolando, que lo acaban de matar.”
Mi hermano fue hallado el 17 pero murió el 16, tal vez si hubiera pasado por esa acera el 17 estaría vivo porque habría caminado por encima de las ruinas del edificio. Tal vez si no hubiera querido ayudar a su amiga por la que salió para ir al cajero yo no tendría que recordar su muerte. No sabemos si la suerte se puso en su contra o el destino se conjugó como lo hizo con su nombre que en el lenguaje de los del mar quiere decir dar vueltas en círculo, rolando en dirección de una estrella fugaz. No sabemos si perdió la vida al momento o sufrió una dolorosa agonía debajo de los cascotes y la tierra de los restos del edificio. A veces como en estos días me viene a la mente la imagen de Rolando sufriendo el dolor y el miedo debajo de la tierra conque fue enterrado vivo. Es como la escena previa a aquella donde se le ve siendo descubierto por quienes lo encuentran en la secuencia de la muerte.
Nada de esto podemos dar por seguro. Lo que si podemos asegurar es que el Gobierno lo mató, y lo podemos decir con la misma objetividad conque se puede afirmar que el azar y la suerte de que algo suceda es un encuentro probable de una serie de acontecimientos causales. La relación causal de que estuviera emparentado conmigo y que él fuera la víctima es más compleja, sin embargo la causalidad del derrumbe era previsible. Todo el mundo sabía que el edificio iba a caer de un momento a otro, aún más en las condiciones climáticas de La Habana, todo el mundo sabía de la situación crítica de la construcción, visible para cualquiera sin tener conocimiento de arquitectura, todo el mundo sabía que las autoridades pertinentes conocían de la situación por los avisos que se habían hecho. Sin embargo no sólo no echaron abajo el edificio con lo cual se podría haber evitado la probabilidad de caer sobre algún transeúnte, sino que tampoco se tomaron medidas elementales de previsión limitándose el acceso a la zona de peligro con una barrera que impidiera el paso.
No era seguro que mi hermano u otra persona fuera a morir aplastada por la caída del edificio, aunque sí probable, pero sí era seguro que ese edificio caería en un momento u otro, más pronto que tarde, y que las autoridades podrían haber evitado que al caer matara a alguien dada su ubicación en un lugar de gran densidad peatonal. Esa razón hace responsable a las autoridades locales en primer término, y al Gobierno que es representado por éstas, si bien la responsabilidad del segundo no puede arbitrarse por lo penal, sino por lo moral.
Que no se pueda juzgar a los culpables por homicidio involuntario causado por el abandono de funciones, irresponsabilidad e indolencia con quienes debieran cuidar, no es excusa para no culparlos por una conducta del Gobierno que se ha vuelto sistémica: dejar que el país se caiga mientras ellos cambian de talla porque sus barrigas no caben en sus camisas y legislan en conveniencia con sus vidas de nuevos ricos de la oligarquía política militar que hoy gobierna eficazmente el desgobierno y la represión, mientras mienten justificando la incapacidad, la ineficacia, la ineficiencia y la ruina con el embargo estadounidense.
A Rolando no le dieron un tiro en la cabeza, pero sí pudieron haber evitado que ese edificio le cayera encima en la esquina de Monte con los Ángeles. No hace falta la acción directa de matar para acabar con la vida. A Rolando lo mató el Gobierno cubano igual que mata al pueblo obligándolo a huir del país para sobrevivir, igual que lo mata de doctrina, entelequia y censura, igual que lo mata de desigualdades, humillaciones, castraciones e indefensión sin otra opción que callar y morir por la patria que se han inventado y dicen ser y representar. Patria y Muerte. Parodiando las palabras de Jesús en la muerte de Lázaro, esta muerte no es de enfermedad, sino para la maldición del Gobierno que está llenando el país de cadáveres sin redención.
Ilustración: marcosguinoza
