Hace unos días cuando abri el diario El País en el avión regresando por Nueva York, me di cuenta de que desde hace mucho sólo leo el periódico a la manera tradicional mientras vuelo. Casi nunca. Llamar a la hojas impresas del periódico “manera tradicional” ya es un punto vista en el futuro. Con toda seguridad en inglés un día no muy lejano no se podrá decir newspaper, sino newscloud, por ejemplo. En referencia a las noticias almacenadas en una nube digital que se supone el mañana de la información. Pronto ver un periódico o un libro abierto sobre la hierba será una imagen que recordaremos los más viejos.
Ya al fin los propios periódicos empiezan a hablar rotundamente de su propia muerte, preparándose para vivir en los ordenadores. No deja de ser hermoso vivir para ver desaparecer lo que durante toda la vida nos acompañó en el desayuno o cualquier rato que dedicáramos a ponernos al día. Incluso cierta parte de nuestro cuerpo cubano le echará de menos recordando un tiempo en el que en Cuba no teníamos ni papel higiénico.
Ha costado trabajo que lo reconocieran aunque ya venían preparándose, creo que los periódicos son los únicos que van haciendo de la eutanasia una forma de sobrevivencia. Luego vendrá la muerte del libro y más tarde la del cine, al que habrá que asesinar viendo lo que se resiste a pasar del pasado a esta época, que entretanto escribo ya es futuro. De hecho los periódicos y los libros electrónicos son los que llevan la vanguardia en el cambio, adaptándose al nuevo medio. Otro día me gustaría elogiar el uso del libro electrónico en contra del libro tradicional y la nostalgia.
No hay quien se haya podido resistir al avance tecnológico de la era digital y al cambio de mentalidad que eso conlleva. Los más reacios han sucumbido, los más reaccionarios dejan de oponerse lentamente. Paradójicamente los más conservadores fueron antes revolucionarios del libro de papel como Éditions Gallimard. Yo estaba entre los gourmets de la lectura y siento cómo mi paladar pierde goce pero gana en utilidad. Empecé de niño acariciando una navaja para abrir las hojas unidas de los cuadernillos de los libros y espero terminar dejándome el ereader en cualquier autobús como me sucede con los libros . Siempre habrá ocasión de saborear un periódico o un libro amarilleados por el tiempo y con olor a estantería. No falta mucho para que deje de ser un negocio la impresión de libros y empiece a serlo la venta de libros viejos, la de todos nuestros queridos libros.