dos maneras de mentir

Dulce mentira, foto de León de la Hoz

En España hay dos maneras de hacer política y la protagonizan los partidos que se reparten el poder, entre otras razones porque se niegan a cambiar la ley electoral que les facilita esa hegemonía. Los socialistas no dicen la verdad y los populares mienten. Son dos maneras doctrinarias de gobernar y ver la realidad que a pesar de la diferencia de matices coinciden. Supongo que en eso se ha convertido la política en los países donde los políticos se transforman en una casta. Aquí, además, la feligresía partidista coincide en acusarse mutuamente, rehenes de un pasado marcado por la guerra civil y las ideologías radicales y antagónicas del siglo anterior. La mentalidad de los fieles, nunca mejor dicho, funciona igual a la de autómatas y con semejante sectarismo al de las comunidades de animales.

Se podría hacer una lista con las mentiras que en uno y otro bando cometen y que son repetidas por el eco de la comparsa. Sin embargo hay un momento en el que la discrepancia puede dispararse y eso lo estamos empezando a vivir. No hay amor ni obediencia que dure cien años. La crisis de la que antes podían escapar algunos sectores sagrados como el de los funcionarios empieza a causar estragos en algunos colectivos que antes gozaban de un blindaje. Poco a poco el agua va subiendo y con ella la alarma social que se haya fundamentalmente a la altura de los bolsillos, ese lugar donde muchos tienen el cerebro y el corazón.

Lo bueno de la crisis es que iguala a los ciudadanos no sólo en cuanto a solvencia sino también en la disensión. Lo estamos viendo en el sector educativo que miraba con los ojos entornados y se quejaba con la boca pequeña de las graves dificultades que podían ocasionar los cambios de sistema cada legislatura. Antes se debió acordar un pacto nacional por la educación en el que primara lo técnico y funcional sobre lo político y económico al que ningún gobierno ha puesto suficiente interés para lograrlo. Ahora los efectos de la crisis y la mala política de socialistas y populares serían menos nocivos a la educación pública, sobre todo en Madrid donde hay una clara estrategia de socavar lo público.

Ya son menos los que ven la crisis como un problema ajeno y la protesta inútil. Cada día que pasa sin soluciones concretas de los políticos y a merced de las entidades financieras en sus diferentes variantes, peor es la situación de los ciudadanos de a pie y más se acelera el proceso de homogenización de la economía doméstica a la baja con el consecuente malestar social. El deterioro de la clase media a la que socialistas y populares siempre han mimado es una mala señal política a la larga, ya que gane quien gane no podrá revertir la situación sin una contundente acción política que nadie parece decidido a hacer en Europa. Es una bomba de tiempo. El recurso que le queda a estos partidos es seguir mintiendo y prometiendo lo que fueron incapaces de hacer unos y no podrán los otros. El problema que tienen es que ese crédito también termina por acabarse.

La manifestación intercontinental organizada por el 15-M el próximo sábado es una buena ocasión para mostrar a los políticos la cara de la sociedad que no quisieran ver. La de todos aquellos que sin mirar el color de la chaqueta del vecino muestran su desacuerdo con la pasividad de los políticos frente a los principales responsables de la crisis y piden un rol diferente que no sea el de interlocutores de las demagogias populistas de izquierdas y derechas de cara a las próximas elecciones de noviembre. Hay dos maneras de mentir que exigen una sola de ser. Otra.