los marginales, pues sí

Cartel alzado en la manifestación glogal del 15M, el 15 de octubre en Madrid. Foto de León de la Hoz

A raíz de mi artículo “Soy un marginal, ¿pasa algo?”, dedicado a criticar el juicio peyorativo del ex presidente del Gobierno español José María Aznar sobre el 15-M, algunos me preguntan si defiendo la marginalidad. Eso parece traslucir mi abominación a pesar de la prisa y la brevedad a la que obliga un blog. Así es, defiendo la marginalidad e invito a asumirla como un valor positivo. Y desprecio la marginación que es la acción consciente o no del poder político con la que excreta lo extraño e incómodo de sí. Gran parte de la obra de la humanidad a lo largo de la historia se debe a la enorme fuerza catalizadora que en el principio de los cambios tiene la actitud y la obra de los marginales y los marginados. Diría más, sin lo marginal y lo marginado la evolución y el desarrollo de la humanidad habría sido diferente. Por otro lado, tanto uno como el otro son inevitables en cualquier sociedad. Muchas de las obras artísticas, científicas, tecnológicas, sociales y políticas que hoy vemos integradas a la norma del sistema antes fueron marginales o marginadas. El destino de muchas de ellas es formar parte del legado de lo políticamente correcto, como la pieza artificial que le introducen a un enfermo en el quirófano.

Desde la Biblia a los estudios imprescindibles de Foucault se ha visto y estudiado la relación de lo marginal y marginado con el poder. El mismo Cristo no fue otra cosa que el primer marginal en la historia de occidente que se sitúa en la bisagra de la transformación de civilización. Quienes hemos tenido alguna relación con el poder político sabemos cómo se mira todo aquello que sin ser evidentemente dañino es considerado potencialmente peligroso. No importa de qué sociedad se trate, si democrática o dictadura. La actitud del poder político en muchas ocasiones, por no decir en casi todas, está condicionada por esta valoración que hacen las instituciones públicas y privadas, oficiales y oficiosas, llámense partidos, prensa o institutos de investigación, por ejemplo. Los marginales y los marginados son dos de los factores sociales que mayor preocupación generan al poder. Es totalmente ingenuo creer que cuando el poder se preocupa por proveer de un estatus de normalidad a los marginales se haga por beneficencia social, en realidad se está produciendo un intercambio de favor a las dos partes.

Es lógico desde la lógica del poder que todo cuanto no está integrado al sistema produzca rechazo, incomprensión y sospecha. El poder es un ente opaco también en democracia y de una voracidad inaudita. Es capaz de asimilar todo cuanto intenta escapar de su gravedad. En las dictaduras la relación con el marginal siempre es ideológica, el que está fuera está contra el poder y tiene que ser exterminado no importa que se le haya echado fuera. Las dictaduras son rígidas y se rompen. En las democracias esa relación siempre es política, importan las formas y cómo se acomode el marginal en el tejido legal y de estructuras. Por eso la absorción es la tendencia natural luego que se ha arreglado el motivo de la marginalidad. La democracia es una sociedad absorbente y de compensación.

El movimiento 15M es marginal por su estructura, composición, motivos y objetivos, no quiere decir que quienes participan de las convocatorias sean marginales. En ese movimiento hay muchos integrados sin problemas en el sistema que incluso votan por la derecha, pero a veces únicamente por moral simpatizan con los marginales. Mirad al movimiento de millonarios que exigen a los gobiernos un gravamen solidario a sus fortunas, al accionista del Banco Santander reivindicando al 15M frente a Emilio Botín o el marine que el día 15-O se enfrentó en Wall Street a la policía cuando iban a reprimir a los indignados. Otra cosa son los alienados que se rigen por leyes, comportamientos y valores totalmente ajenos y contrarios como el grupo terrorista ETA que acaba de declarar su derrota frente a la democracia. Otro día quiero hablar de los integrados, sobre todo de esos que no se mueven de sus casas apelando a que el movimiento no cambia nada. Espero haber respondido en el poco espacio del blog a un asunto que necesita un libro.