El 73 por ciento de los españoles considera que el movimiento 15M tiene razón. Entre el electorado el 79% de los votantes del PSOE lo cree así y coincide con el 55% de quienes votan por el PP. Además, el 81% cree que son los mercados quienes gobiernan al mundo y por si fuera poco el 63% considera que el Movimiento debe continuar con sus protestas. Más claro ni el agua. Esos datos son parte del informe de Metroscopia después de que el 15M renovara el respaldo ciudadano con la protesta global del pasado 15 de octubre.
El resultado de esta encuesta es de enorme trascendencia que no pasarán por alto los partidos aunque hayan hecho silencio, llega después de que los principales partidos hicieran significativos esfuerzos por restarle importancia al 15M. El candidato del PSOE le hizo guiños que luego no se vieron reflejados en el programa electoral. Y el PP ha ido más lejos sosteniendo una campaña de mentiras contra los indignados. Otros partidos pretenden hacer campaña expresamente con el espíritu de la indignación o hilvanan ideas que pretenden reflejar la inconformidad sin tocar el alma de la misma. En resumen, los grandes temen que se produzca una sangría del electorado a través de los pequeños partidos y estos últimos aprovechan el estado de ánimo del electorado crítico que no se ve representado. Ayer mismo saltó la noticia de que un nuevo partido ha pretendido relacionar su nombre con el 15M.
Si sumamos a todo ello las ideas que han vertido periodistas e intelectuales de todo signo y laya tratando de descaracterizar al Movimiento o poniéndole fecha de caducidad, el informe sobre la aceptación del 15M es más que un reflejo incontestable de que al revés de cómo pensaban algunos el descontento se afianza y extiende geográfica y socialmente. Las causas que dieron lugar al surgimiento de los indignados han sido tratadas tímidamente y las medidas, insuficientes, demorarán en dar resultados como en el caso de las reformas de Obama. Lo único real que se ha opuesto políticamente a la voracidad del poder financiero y bancario, a pesar de la opinión europea. Europa da palos de ciego. Hasta los propios políticos, como es el caso de Felipe González, reconocen críticamente la forma en que se va a la zaga de los acontecimientos y a remolque de las agencias de calificación.
Fiel a sus principios el Movimiento se ha opuesto a las tentaciones de formar partido o hacerse parte de ningún proyecto partidista. Sería un grave error. El 15M o como quiera llamársele es un fenómeno inédito que no puede ser evaluado con la mentalidad vieja de la vieja política y las viejas ideas. El referente que usamos para representar a la democracia no tiene nada que ver con este movimiento social y no obstante es la esencia del sentimiento democrático. Su fundamento es el movimiento, si dejara de moverse moriría y la mejor forma de que esto suceda es dejarse absorber por el sistema que niega convirtiéndose en partido. El 15M tiene que ser, al menos por ahora, el alter ego crítico de la sociedad que empuje a los poderes a tomar conciencia de los errores y los caminos para mejorar el sistema heredado.
El 15M puede que sea la conciencia crítica que en el siglo pasado se les pedía a los intelectuales que hoy han perdido toda autenticidad y relevancia en un mundo devaluado por el mercado y nuevos medios tecnológicos de la información. No está capacitado para solucionar y no se le puede pedir que sea una alternativa al poder legitimado por la democracia. Al contrario de lo que piensan algunos su ralentización es parte de su fuerza si saben administrar los tiempos. Esta es una carrera de resistencia dentro de una relojería. Es cierto que hace falta un pensamiento que articule, aunque más que eso lo que necesita es la decantación de la paja, centrarse contra la divagación y los grupos que medran, desde los anarcos a los esencialistas de la democracia. Las propia fisonomía y estructura propicia una serie de vicios propios del democratismo que pueden conducir a que se malogre, eliminarlos es fundamental para avanzar.