Hay que votar y ojalá fuera masivamente. Votar a los pequeños o nulo. No porque es un deber ni una obligación democrática, como dicen los padres del bipartidismo español, sino porque si no votamos nuestra rabia se diluye en lo que no queremos o nos hastía. En realidad lo mejor sería quedarnos en casa ya que, es verdad, las elecciones no cambiarán ni poco el panorama regresivo, depresivo y deprimente de la sociedad española, cada vez peor aunque la legión de los zombis con la cual convivimos aún no se haya desintoxicado de la fidelidad partidista, la idolatría ideológica, la comodidad y lo ignore. Tal y como veo, mientras los políticos den palos de ciegos, sin agarrar el toro por los cuernos y engañando a quienes les elegimos no habrá solución, las cosas irán empeorando, incluso para otros que hasta ahora se creían intocables.
Ni la macroeconomía, ni la economía doméstica, que es el fin de la economía real se arreglarán. Tampoco la política ganará en efectividad, transparencia y democracia. Y sí habrá más recortes del bienestar, pobreza, frustración, delitos, enfermedades relacionadas con la enajenación social y mayores enfrentamientos partidistas y de partidarios. Así iremos cerrando el manoseado ciclo de los economistas que tanto gusta enunciar a los políticos e ignorantes para consolarnos. Entonces volveremos a vivir creyendo que somos ricos. Bienvenidos al optimismo.
Sin embargo hay razones importantes para ir a votar, siempre que lo hagamos a los pequeños partidos o votemos nulo:
En el caso de que votemos a los pequeños se podría evitar que los grandes partidos PP-PSOE vuelvan a repartirse el poder que están convirtiendo en una dictadura democrática. Paradoja que se cumple en este y otros países con sistemas democráticos. Recordemos la reciente modificación de la Constitución que no se han atrevido a hacer en relación con la ley electoral que les favorece. Si el poder parlamentario pudiera estar más repartido le sería más difícil al PP-PSOE –comprometidos con el derroche, la ineficacia y las políticas anti crisis erradas de Europa– aplicar determinadas políticas y así mismo los pequeños partidos podrían promover alianzas a favor de medidas que establecieran un contrapeso democrático.
Si votáramos nulo no estaríamos dando nuestro consentimiento a ninguna opción política vigente. Tampoco nuestro voto podría ser aprovechado por otros partidos y sí estaríamos mostrando nuestro rechazo explícito y contable. Es la única forma de que se tenga en cuenta nuestra disensión. Al contrario de la abstención. La diferencia entre los votos blancos y los nulos es que los primeros se consideran válidos, y la suma de éstos aumenta la necesidad de votos de los partidos para obtener escaños, lo cual es un escollo más para los pequeños.
En fin, habrá elecciones el 20 de noviembre, el mismo día en que murieron Franco (1975) y José Antonio (1936). No te amilanes, es sólo una coincidencia. Si vas a votar hazlo a los pequeños o anula tu voto poniendo el carmín de un beso en la papeleta por la democracia real, es un ejemplo. Si no vas a votar, ponte en pompa y aprieta los dientes.