angela merkel, la bruja mala del este

Como en El Mago de Hoz, en la historia reciente de Europa hay una bruja mala del Este. Los analistas no han visto más que otra Dama de Hierro, pasando por alto las adherencias negativas de haber nacido y haberse formado tras la cortina de hierro de la Alemania comunista, que pudieran condicionar su comportamiento en una situación de crisis. Hay una extensa y extenuante literatura sobre las relaciones de la política con la biografía de los políticos. Los entresijos del poder se han visto a través de las luchas de diferentes personalidades por imponer su visión de gobierno y esas luchas no han sido otra cosa que las extensiones de las propias luchas de los individuos por sobrevivir a ellos mismos, a sus complejos, traumas, frustraciones y ambiciones. Es una literatura llena de la vida menuda de los hombres grandes, ese lado opaco de la vida donde sus destinos empiezan a converger con los nuestros y se esmeran en poner lejos de nuestros ojos.

Casi ninguno de los hombres que han detentado el poder ha escapado a esta imagen de sus vidas que nos enseña el oficio de gobernar preñado más de miserias personales que de verdaderas convicciones ideológicas, sobre todo los que han disfrutado de un gran poder unipersonal en dictaduras, aunque también en democracias. No sin razón, generalmente estas visiones se han podido conocer después que los protagonistas han muerto y no pueden ser censuradas y corregidas. Muchas de ellas a veces están centradas en episodios y detalles de dudosa autenticidad que, sin embargo, son organizados y analizados con un instrumental científico que consta de una tradición tan consolidada como discutida.

Que los defectos físicos o la infancia, por ejemplo, hayan servido o no para marcar con un sello personal la manera de concebir el poder es algo que no podemos saber del todo, tampoco la proporción en que los mismos han condicionado la visión del mundo y la política. Sin embargo, muy pocos ponen en duda que la psiquis está influida por esos acontecimientos de modo que pueden conformar una personalidad cóncava o convexa. La estatura de Franco, el abandono por el padre alcohólico y hasta el pie de rana de Stalin, son parte de biografías en las que la mezcla de realidad y ficción hace pensar en una actitud hacia al poder diferente a la que otro podría tener. En el caso de Fidel Castro, por ejemplo, sus biografías autorizadas olvidan zonas de la infancia y juventud fundamentales para la verdadera comprensión de su figura.

Podríamos llegar a creer que Angela Merkel, convertida en la bruja mala del Este, se va adaptando en un caso de libro que no muy tarde podría formar parte de la literatura médica o de las biografías que venimos comentando. Ella sería la primera mandataria excomunista en ser biografiada con un síndrome que puede derivar en un sinnúmero de trastornos aplicable a otros casos implicados en transiciones, el síndrome Merkel. La luterana nació, se educó y formó como científica en el régimen comunista de la Alemania del Este y sin que hubiera mediado un rodaje ni democrático ni político que le permitiera madurar, fue aupada por el excanciller Helmut Kohl durante la reunificación de las Alemanias. Una advenediza orteguiana que traicionó a su mentor en el peor momento de la carrera política del mismo.

Se sabe poco de ella o se sabe lo que se filtra a los medios. Los analistas la ven como una política que duda de todo y no se fía de nadie, señas de identidad de quienes todavía se hallan entre dos mundos, una reacción normal del que pasa de un escenario opresivo a otro de libertad. Hay quienes le notan una habilidad especial que demostró cuando se impuso en su partido. Son benévolos los estudiosos si vemos el contexto político y la situación límite del partido con la sombra de la corrupción en el cuerpo de su líder Kohl. Lo cierto es que nunca antes se había puesto en peligro como ahora la obra europea de los últimos grandes líderes europeos, sobre todo de su propio mentor. Depende de la voluntad, la tacañería, la tozudez y el oportunismo nacionalista de la canciller alemana que puede lograr lo que no pudo el todopoderoso comunismo donde vivió. Es inadmisible que la vida de millones de personas y la propia estabilidad de Europa y el sistema estén a merced de una sola persona. Europa tiene que tomar nota para que esto no vuelva a ocurrir.