la traición de podemos al 15M

PIUna de las noches en las que el movimiento 15M recibía en la plaza de Sol madrileña a los curiosos y adeptos de la acampada de los indignados, vi a un joven que sobre el tejado de una parada de autobuses leía con atención La guerra de guerrillas de Che Guevara, le pregunté por curiosidad sobre el libro y me respondió que había que prepararse para lo que venía. Yo le respondí con una sonrisa maligna si no era mejor aprovechar el tiempo con Durkheim y me miró sobresaltado. Ese joven no era Pablo Iglesias, el líder de Podemos, pero pudo haberlo sido. El movimiento que nació de la inconformidad y la necesidad de cambio, al contrario de lo que se decía oficialmente, llevaba en su seno la diversidad ideológica, aunque el mando político estaba en manos de aquellos que desde la izquierda más roja no querían un cambio tan solo, sino también una reposición de viejos sueños de cierta izquierda, a pesar de que la historia ha probado que esos sueños, sueños no son, y aún se viven como pesadillas en países como Cuba.

El empacho y la mala digestión que esa cierta izquierda ha tenido de textos y teorías descontextualizadas es alarmante. Llama la atención hoy día con el desarrollo tecnológico la proliferación editorial de esos libros tan rojos como el de Mao. Si damos un paseo por la plaza roja Tirso de Molina en Madrid durante la sesión dominical del Rastro lo podemos ver. Al contrario de la derecha, más contemplativa por conservadora, la izquierda ha anidado un prosélito que lee y cree todo cuanto le cae en las manos para explicarse los problemas y hallar una resolución, sobre todo si se trata de cambiar al régimen y eliminar los culpables. En eso este lector no se diferencia de la mayoría de los usuarios de libros de autoayuda, sólo que con una intención de higiene social. Ese prosélito llegado un momento adopta la postura de un intelectual e incluso puede llegar a ser respetado en determinados círculos porque aprende a hablar con sus lecturas, cuanto más radicales los ingredientes estereotipados de su cultura social y política más adeptos, cosechados a la vera del sistema que crece en las desigualdades, la corrupción y el anquilosamiento de la democracia. Esta izquierda es como la “olla podrida” de los gitanos, ingredientes de comidas sacadas del frigorífico que se preparan para consumir en la mesa familiar.

El partido que amenaza con poner en jaque a la democracia representativa implantando experimentos extraídos de sueños fracasados del populismo revolucionario de Latinoamérica, Podemos, nació del espíritu del 15M y representa en parte ese fenómeno de la necedad de izquierda que he querido simbolizar en el joven guevariano que aprendía a hacer un cóctel molotov galopando la marquesina de autobuses. En la propia conformación y estructura del 15M radica el talón de Aquiles de este partido y esta constituye la enfermedad que la izquierda ha querido combatir siempre frente a los bloques organizados de la derecha, la fragmentación. Podemos es la solución política de ese movimiento de protesta que no encontraba cabida a sus aspiraciones dentro del sistema, sin embargo su conformación y funcionamiento es un mosaico de intereses y objetivos prescindibles que obstaculizan otros necesarios. Podemos no existe, es una marca de cierta izquierda y en su seno compite su destrucción. No es un partido ni un movimiento, es el “no partido” que contradice en este sentido la teoría revolucionaria de la lucha de clases de la que son deudores. No se puede luchar por el poder político en la democracia sin ser un partido, de modo que un “no partido” sabe que cambia las reglas del juego o termina muriendo de rabia. Es una cuestión de tiempo. Muchos de los problemas que el joven partido enfrenta emanan de lo que podemos llamar “el infantilismo”, “el intelectualismo” y la “segmentación”, precisamente tres de los males contra los que la izquierda del siglo XX siempre teorizó y luchó. Podemos está hecho de fragmentos del 15M y algunos de esos fragmentos no quieren mejorar la democracia sino destruirla.

Quienes me han leído saben que he defendido críticamente el movimiento 15M y he creído necesaria la existencia de Podemos porque sin alteridad la democracia pierde dos de sus fuerzas motoras que es la competencia y la tolerancia. Muchas de las actitudes y discursos nuevos que los partidos han lucido en sus programas electorales tienen que ver con la existencia de un partido que recogió gran parte de las demandas de la indignación y, dígase también, gran parte de quienes han votado en contra de Podemos lo han hecho por miedo a este. Sin embargo, la borrachera de la victoria muestra la consolidación de perfiles que adeudan el origen fragmentario, asambleario y populista de un partido que no acaba de funcionar satisfactoriamente ni como partido ni como gobierno en las dos grandes ciudades donde gobiernan (Madrid y Barcelona). Protestar es algo muy diferente a gobernar y son muy pocos los gobernantes que han gobernado protestando. Y en el gobierno es donde un político puede comprobar su valía y caducidad. Hasta ahora, a causa de la bisoñez y los intereses de poder que genera la fragmentación de la formación libertaria, Podemos ha dado palos a diestra sobre todo, con muy poco tino de quien no sabe gobernar también para quienes no lo votaron.

Hoy Podemos está demostrando que es rehén de la naturaleza de su identidad. En democracia es imposible acceder al poder sin partido político y también lo es querer hacer una revolución dentro de la democracia sin desmontar el sistema. Lo saben y su programa de Gobierno recientemente presentado y rectificado de inmediato más el chantaje que trata de imponer a otros partidos para formar alianzas de investidura es una constancia de este término, incluso imponiendo condiciones inaceptables como el referéndum por la secesión catalana que no formaba parte de las demandas del 15M. O toman el poder ahora dominando las principales carteras de gobierno o ahogarán a los candidatos a ser presidentes para tratar de ganar en una segunda vuelta de elecciones. Al parecer nunca quedarían peor que ahora que amenazan con desmontar el protagonismo histórico del PSOE en la izquierda.

Sin Podemos es difícil conformar el nuevo gobierno, pero con ellos la gobernanza pudiera ser un caos, como darle la dirección de un colegio a los párvulos a la hora de la merienda. Podemos ha derivado en una corporación ideológica que ha traicionado el espíritu del movimiento cívico 15M, parece importarles más la instauración de un régimen “chavista-vallecano” que la reforma de la democracia. No obstante es bueno para la democracia que haya una representación parlamentaria de ese tipo que dé voz a quienes la piden, pero sálveme Dios de verlos gobernar mientras no dejen las espuelas callejeras a la puerta de los leones del Parlamento. Espero que si siguen en la actual orientación terminen suicidándose en su miel y que la propia formación cambie la referencia de Juego de tronos por El señor de las moscas, más apropiado para lo que les toca vivir.