barack obama, el nuevo santo de los cubanos

U.S. President Barack Obama takes part in a discussion on criminal justice reform at the White House in Washington

El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama

Los cubanos tienen un nuevo santo en su santoral desde el día de ayer en que el presidente de los Estados Unidos retomó el cielo de Cuba para irse a las 4.19 de la tarde, la misma hora a la que había llegado dos días atrás. Antes los cubanos habíamos tenido otros santos, el primero fue José Martí, el gran poeta y alma de la patria que sacrificó su vida por ella y del que hay una extensa hagiografía escrita por la Revolución. Luego fue Fidel Castro, el guerrillero que convirtió a los Estados Unidos en su razón de existir más allá de lo razonable para poder conservar la santidad. Más tarde y rápidamente, venido del cielo en el Air Force One, nos ha llegado Barack Obama. De los tres el que más viso de milagroso tiene es el último. Castro es un santo caído en desgracia, y Obama aún está haciendo su trabajo.

No ha hecho falta mucho tiempo para que se nos revelara el santo Obama, ni siquiera demasiado sacrificio de su parte —el sacrificio lo hemos puesto los cubanos—. Obama es negro —el mismo es casi un milagro por haber llegado a la presidencia de un país donde el racismo aún es una enfermedad—, y no obstante es el representante del país más poderoso y seguramente el más odiado del planeta, aunque a pesar de ello le han regalado un premio Nobel de la Paz. Si las coincidencias no engañan Obama no podía aparecer otro día que no fuera el día 17 de diciembre, reservado a otro santo milagrero especialmente querido para los cubanos, San Lázaro o Babalú Ayé. Ese día del año pasado mientras la gente peregrinaba o encendía una vela a San Lázaro, apareció el santo Obama e inició su obra para los cubanos.

Lo que no pudo Martí, ni Fidel con la inspiración de Marx, Engels y Lenin, lo ha logrado el nuevo santo: crear la ilusión de que se puede vivir al lado del enemigo más poderoso del planeta, y beneficiarse de él sin que se lo trague. Es una ilusión hermosa, propia de un santo, ya que no hay nada que reconforte más que tu propio enemigo te dé un abrazo y quiera compartir mesa y abrigo. Es la ilusión que crea la necesidad de tener un amigo aunque haya sido tu peor enemigo. Esa necesidad la ha creado el propio santo Fidel que transformó la esperanza en desencanto, ofreciéndole al pueblo el sacrificio de estar lejos de los Estados Unidos a cambio de un paraíso en la tierra, que se convirtió en un infierno de pobreza, muertos en guerras y en el estrecho de la Florida, disensión y represión de la misma, entre otras dádivas. Castro no habría sabido lo que Corleone: los amigos tienen que estar cerca, pero los enemigos mucho más.

El cambio en Cuba es inevitable, la Revolución ha fracasado en la gestión que hacía del imaginario político del cubano que consistía en el sacrificio a cambio de la paternidad del Estado, que se justificaba por la necesidad de defender esa paternidad ante un enemigo llamado Estados Unidos que hace mucho tiempo dejó de existir como peligro y que ahora se ofrece para salvar el país. Solo hacía falta la llegada del vecino del norte que vuelve como en el 98 en la guerra hispano-cubana a ayudarnos, esta vez con la rosa blanca de Martí en la mano, la historia se repite esta vez como comedia. Ya tenemos un nuevo santo, que ha sido brillante, valiente, justo y elegante, exactamente cómo nos hacía falta, ahora hay que ver en qué lugar del santoral lo ponemos. Como suele suceder hay algunos que lo negarán y otros que lo adorarán. Cuba estaba necesitada de un milagro que pudiera evitar un desastre nacional aún peor.

Hay que esperar a ver las consecuencias de un hecho inédito y transcendental como el de ayer, ya no solo para el futuro del pueblo, sino también el impacto dentro de las filas más ortodoxas del Gobierno y el Ejercito. Ojalá que Raúl tenga un buen consejero a su oído sordo que le ayude a disponer y navegar entre las procelosas aguas de la casta política con aspiraciones de poder. El cronómetro ha echado a andar su cuenta atrás con el efecto Obama, el santo ha hecho su trabajo. No es un milagro aunque esto se produzca en Semana Santa, pero el día en que llegó fue el primero de lluvia para un país que necesita tanto de todo, que no se ha de conformar con cualquier cosa para salir de una vez hacia el futuro. Ese día está reservado a celebrar la Felicidad, según la ONU, esperemos que sea verdad. Como diría Obama en una frase pronunciada en español plena de significados: “El futuro de Cuba tiene que estar en las manos del pueblo cubano”.