La mula en el abismo: poesía cubana en el comienzo del siglo XXI / YOANDY CABRERA

El siguiente trabajo del poeta e investigador Yoandy Cabrera salió publicado en Cuadernos Hispanoamericanos (septiembre, 23, 2019). Es un interesante acercamiento a la poesía más actual que se va prefigurando en los nuevos soportes digitales y distribuidos por esas vías. Una tendencia inédita de la poesía cubana que terminará por definir nuevos rasgos en los poetas de las generaciones que se hallan repartidos por la geografía del planeta y que Cabrera se adelanta marcando coordenadas de todas las Cubas que están escribiéndose, y posiblemente de las que vendrán.

NUEVAS PLATAFORMAS Y GEOGRAFÍAS VIRTUALES DE LO CUBANO
Hay un canon de la poesía cubana que se mueve ya, sin dudas, en el terreno de lo digital y cibernético. Algo que hasta 2015, por ejemplo, parecía imposible a causa de las limitaciones de conectividad en la isla, hoy es una realidad más o menos extendida. La poesía cubana está en línea, cada vez con mayor fuerza, a pesar de las limitaciones que tiene internet en la isla incluso hoy. Ello hace que la «red de redes» dé la sensación de mayor movilidad geográfica y de una nueva forma de cercanía: leemos textos, noticias, poemas, crónicas sobre Cuba, escritos o no desde la isla a través de internet en todo momento, a veces, incluso en el tiempo real de los acontecimientos.

Hay una Cuba en los medios digitales que desajusta, trasgrede, cuestiona y desafía al país de cartón y panfleto que se ha fabricado el gobierno por décadas. Como afirma Jamila Medina Ríos, está «puesta la mirada sobre lo político y lo real: de las ruinas (de la gloria) de un país a lo virtual» (Medina Ríos y Hernández Oramas). A la idea anquilosada y monolítica de «sociedad cubana» que promueve el oficialismo y a la ficción de pueblo uniforme y militante que el gobierno tiende a oponer a los que llama «de afuera», «apátridas», «disidentes» (vivan o no en la isla); a esas divisiones y definiciones manidas y facilistas de la política obsoleta insular se opone el hervidero y el intercambio cada vez más continuo y potente entre las Cubas virtuales, todas las Cubas posibles, incluida la de los fieles al régimen (vivan o no en la isla). Todo ello evidencia que la ruptura del concepto tradicional de «nación» —puesto en crisis a partir de la globalización, de las sucesivas oleadas migratorias y, por consiguiente, de la parte de la población que vive fuera del país— se ha visto reforzada por la aparición de los mass media y del incesante intercambio virtual. Cuba siempre está despierta en las redes: cuando es hora de dormir en Miami y La Habana, los cubanos de Madrid se levantan. Todo ello hace que el tema cubano esté moviéndose de continuo a través de las páginas webs y en las redes sociales.

Si alguna vez se ha hablado con insistencia y razón del «Libro de Cuba», hoy puede hablarse sin miedo de una Cuba digital que rompe y desafía todo intento de domesticación, todo tipo de aparato clasificatorio o de captura, y que nos puede dar una idea de lo que llegaría a ser una futura Cuba democrática. Los cubanos en la red y gracias al espacio internáutico han roto con toda forma de nacionalismo nocivo, con la falta de libertad de expresión que aún vive el espacio geográfico y con las fronteras geopolíticas que lo limitan y acorralan. Esperemos que algún día esas libertades que comienzan a despertar con una fuerza ausente del ámbito cubano durante décadas y que se dan a través de debates y de la interacción continua en las redes sociales sean una realidad en la vida política cubana. Por lo pronto, a falta de un país geográfico, de libertad política, los cubanos de todas las ideologías y de todas las latitudes cuentan con una Cuba virtual en la que participan a través de los mass media. Dentro de esa pluralidad crítica se ubica la poesía cubana hoy más que nunca; al respecto, Víctor Rodríguez Núñez explica que la poesía de los últimos años, opuesta a la militancia generalizada en los setenta, trasciende todo extremismo ideológico, todo esquematismo, de un lado o de otro, lo cual «es posible porque tiene una comprensión de la función esencial de la poesía como contra-ideología» (28).

A la negación de derechos, al control férreo de la entrada al país (se esté o no en las listas negras y de «desertores» según el criterio clasificatorio del régimen), a las altas tarifas telefónicas internacionales, a la limitación de estancia dentro de la isla según el estatus de cada cubano, a los abusivos precios del pasaporte y sus respectivas prórrogas, a los controlados canales televisivos y periódicos oficialistas, y, en general, a los diversos modos de administración del derecho a expresarse y el derecho a la información; a todo ello se opone cada vez con mayor resistencia la blogósfera de tema cubano, los canales de YouTube, el periodismo independiente, las editoriales del exilio y las revistas digitales de perfiles varios. Es decir, al país secuestrado se opone otro país virtual que se parece más a la realidad polifónica y contradictoria de la sociedad cubana que los medios de comunicación principales dentro de la isla (secuestrados por el estado) niegan, matizan y manipulan. Esta apertura que hoy es cada vez más común en las redes, comenzó primero a tener visibilidad a través del arte y la literatura, pues, como asegura Pedro Marqués de Armas, «no es hasta la década de los ochenta que la poesía cubana comienza a recuperar su brío, liberándose del lastre de la ideología y de los lugares comunes de la poesía social-cotidiana, versión menor (por llamarla de algún modo) en que había derivado el kitsch revolucionario» (140). A esa apertura temática y formal, que se expande en los años noventa, hoy sin duda tributa el uso de internet y la aparición de muestras poéticas en la red. En su comparación acerca de la cerrazón estética y temática de los años setenta en Cuba en contraste con la apertura del presente, Rodríguez Núñez explica que «la poesía cubana tuvo que vérselas, sobre todo, en la década de 1970, con una estética normativa neoestalinista»; por el contrario, los jóvenes poetas cubanos «conocen, por experiencia histórica, el peligro de hacer concesiones estéticas en aras de la coherencia, de la transparencia, y defienden la autonomía de la poesía» (28).

Las redes sociales e internet les hacen mucho más difícil a los censores y oficialistas cubanos silenciar y manipular la realidad fuera del sistema y la oposición a este. Es así como, por primera vez en sesenta años, las principales figuras del régimen se han tenido que someter en plataformas como Facebook y Twitter al escrutinio, la opinión despiadada, el comentario directo y el cuestionamiento de los cibernautas, que reflejan y anuncian al ciudadano de una Cuba futura, una especie de ciberciudadano insular del presente, viva donde viva, pues su base identitaria está en el derecho a opinar por haber nacido en Cuba. Como explican Miguel Rodrigo Alsina y Pilar Medina Bravo, lo identitario se modifica con el continuo movimiento de los seres humanos y a ello, en el caso cubano, tributan tanto el fenómeno migratorio como la reciente (y definitoria, aunque limitada) apertura a internet.

A partir de este panorama y en medio de la compleja y todavía excepcional situación que vive la isla dentro de uno de los regímenes totalitarios más largos de la historia, este artículo pretende plantearse y responder de qué modo lo poético se afecta, beneficia y participa del nuevo contexto cibercultural. Para ello, parto de los proyectos digitales y editoriales de la diáspora que en años más recientes se han propuesto abordar lo social y lo artístico-literario insular; me detengo en las formas y los temas generales de la poesía cubana de los últimos veinte años y en las diferencias y semejanzas de ésta con la escrita a finales del siglo xx a la luz del nuevo contexto internáutico, y también se presentan (de manera más cercana y focalizada) algunos de los ejemplos de las poéticas más peculiares y atendibles (según mi criterio y mis limitaciones) de los últimos años en el ámbito cultural cubano.

LA MULA EN EL ABISMO: LA POESÍA CUBANA A TRAVÉS DE LOS NUEVOS ESCENARIOS EDITORIALES
La interacción virtual ha acelerado el proceso que, desde las primeras antologías que abordan las «dos orillas», evidencia la fusión de las Cubas diversas, dentro y fuera de la isla. A la tendencia sistemática del régimen de proponerse diferenciar a los que están dentro de la «revolución» y fuera de ella[1] se oponen estas posturas críticas de poetas y antologadores, desde los años setenta hasta el presente. En 1973 Orlando Rodríguez Sardiñas explicaba que «las antologías y los estudios de poesía cubana, que desde 1960 al presente se han publicado, pecan de partidismos de uno u otro color, y amparados por políticas de estrechas miras tratan de ignorar la producción de “la otra orilla” en un afán de reducir al olvido lo imposible de olvidar» (38-39).

De este modo, aparecen en su volumen Manuel Navarro Luna y Roberto Fernández Retamar junto a poetas censurados en ese mismo momento en Cuba (como Delfín Prats), o ya en el exilio (como José Mario, Heberto Padilla, José Kozer y Belkis Cuza Malé). Aquel «lector de poesía» y aquel «ojo crítico» (Rodríguez Sardiñas, 5) que antologa las páginas publicadas en 1973 y que escoge a los poetas dentro de un proceso de lectura que no discrimina por posturas políticas, ideologías o lugar de residencia, tiene continuidad en el propósito de León de la Hoz en Poesía de las dos orillas (1994) y en el de Francisco Morán al concebir la antología La Isla en su tinta (2000). Morán, haciendo previa referencia a la postura crítica de Rodríguez Sardiñas, explica que su selección «quiere contribuir a la superación de esa noción intrínsecamente perversa» (19). Esta postura se ha vuelto general en las antologías más recientes, preparadas tanto dentro como fuera de la isla; dicha convivencia se amplifica e intensifica a partir del uso de internet. Carlota Caulfield presenta, además, en 2002 la poesía de Juana Rosa Pita como ejemplo de una obra «opuesta a la visión del exilio como ruptura y alejamiento» pues «en Pita está la visión del pensamiento poético como “rincón del mundo”» (11).

En 2004 Norge Espinosa escribe un ensayo haciendo un repaso al panorama poético insular desde los años sesenta hasta entonces en el que reconoce y describe la dispersión a la que había llegado la lírica ¿nacional?, lo cual obligaba a un replanteamiento de una posible cartografía de la poesía cubana. Por ello, «el dibujo que compondrían esas líneas cruzadas sobre el mapamundi recordaría aquella pieza de Tonel en la cual la geografía del planeta es reconstruida a partir de una suma de Cubas: metáfora de la obsesión que consume o resume el afán de muchos» (Espinosa).

¿Por qué hablar, entonces, de la poesía como «mula en el abismo»? La frase viene de la feminización de un referente lezamiano en uno de sus más conocidos poemas, titulado «Rapsodia para el mulo». El autor de Paradiso parece representar en el mulo al intelectual en su lucha incesante con la pulsión de muerte. En una puesta memorable, por ejemplo, del grupo teatral cubano El Ciervo Encantado titulada Visiones de la cubanosofía (2005), aparece Lezama Lima «escenificado como un desposeído que arrastra bolsas de plástico» y que «para escribir tras las rejas, saca sus brazos y la máquina de escribir, fuera del espacio central de la escena» (Proaño Gómez 64; 62). El poeta en el escenario encarna «la metáfora del hombre […] librado de su entorno mediante la poesía, creando su propia resurrección a la muerte en vida a que había sido condenado. Ante la realidad, presente en la escena de la ciudad harapienta, él escapa mediante la escritura» (62). Pero, en otra puesta del mismo grupo basada directamente en el poema «Rapsodia para el mulo», el mulo es representado por una mujer que aparece en el escenario, además, desnuda y con el cuerpo pintado.

La escritura, el acto poético, se vuelve entonces la mula en el abismo. La poesía ante el desafío ustorio. Se trata, por tanto, desde la interpretación que aquí se brinda, de la poesía cubana ante el Aleph cibernáutico y mutante. La poesía también en constante movimiento, es decir, en viaje perpetuo, no solamente de forma virtual, sino también de manera física; de ahí que Magali Alabau, al reunir su lírica, la nombre Ir y venir (2017) y que Mabel Cuesta titule su último poemario In via, in patria (2016), recordándonos la patria sin reino ni frontera que es el exilio. Es la Perséfone de Alabau «perdida, seis meses allá en sangre viva, seiscientos siglos acá ya sin certeza» (36), y la Altazora de Maya Islas, «el poeta, la poeta» que llega «de las galaxias con nuevos dedos» (11). Es la expansión de la palabra en su estado poético natural, pues «toda palabra es un mendigo / un pozo que es un sol / una muchedumbre legendaria / […] un pueblo errante / una intemperie reservada / […] un mausoleo de voces / ya muertas ya nonatas» (Arcos 109). Ese mendigo que es la palabra, mula en el abismo, ha llegado a las redes. Pueblo errante también en la palabra virtual. Pobreza (ciber)radiante. Con todo ello quiero decir que el contraste de la vida diaria del cubano y su miseria se refleja también hoy en el ciberespacio.

Se trata de una poesía en la cual, desde los años ochenta y noventa, las voces femeninas comenzaron a emerger con fuerza y han tenido continuidad en figuras como Reina María Rodríguez, Soleida Ríos, Aymara Aymerich, Gleyvis Coro Montanet, Gelsys M. García Lorenzo, Jamila Medina Ríos, Legna Rodríguez Iglesias, entre muchas otras. Una poesía, tanto en la morfología como en el contenido, marcada con frecuencia en femenino, que se ha abierto paso también a través de las diversas publicaciones digitales de los últimos años. Es el poema escrito por el sujeto lírico que Rodríguez Iglesias llama «verdadera escritor» en una búsqueda de desaprender el lenguaje, de hacer de la lengua materna extrañeza, de convertir el error típico del estudiante del español como segunda lengua en otra forma posible de lo poético, del reciclaje del lenguaje y la existencia: «Si lograr poema ahora / yo ser verdadera escritor» («Verdadera escritor»). Rodríguez Iglesias lleva a cabo de este modo un uso extremo de su estilo generalmente paratáctico, haciendo del disparate gramatical otra forma de trasgresión y de comunicación de sentidos.

Por otra parte, Jamila Medina Ríos antóloga diversas muestras de poesía cubana para varias revistas en internet y Reina María Rodríguez, Coro Montanet, García Lorenzo y Rodríguez Iglesias (junto a otras voces líricas como Magali Alabau y Damaris Calderón) son autoras frecuentemente publicadas en espacios como Diario de Cuba. En los últimos años, además, se han fundado diversos proyectos editoriales fuera de Cuba. Entre ellos, se pueden mencionar Guantanamera, Hypermedia Editorial, Bokeh / Almenara, La Mirada y Casa Vacía, los cuales amplían el panorama editorial cubano de la isla y de la diáspora, yendo más allá de las editoriales de mayor recorrido como Verbum (fundada en 1990), Betania (fundada en 1987) y Aduana Vieja (fundada en 2003).

A las revistas tradicionales hechas desde la isla, como La Gaceta de Cuba, se suman otras digitales como La Jiribilla, Cubaliteraria, Hypermedia Magazine, Rialta, La Noria, Conexos, Árbol Invertido, Potemkin, además de publicaciones periódicas y de actualidad como Diario de Cuba. En este último, por ejemplo, se ha publicado de forma continua poesía y literatura en general, de modo que con sus secciones de creación y crítica artístico-literaria podría hacerse una antología del quehacer literario de los últimos años. En el sitio de Diario de Cuba aparecen con frecuencia poetas que comenzaron a publicar en los años ochenta, como Sigfredo Ariel; autores del grupo Diáspora(s), como Ricardo Alberto Pérez; otros comprendidos dentro de lo que la crítica ha llamado «generación del 90», como José Félix León; autores muchos más jóvenes nacidos después de 1990, como Katherine Bisquet. Jorge Luis Arcos ha dado a conocer algunos de sus poemas más recientes en Diario de Cubay Betania tiene disponible en su blog la versión en PDF de su poemario El libro de las conversaciones imaginarias (2014), junto a ediciones digitales de la obra de Lina de Feria, Felipe Lázaro, Lilliam Moro, Margarita García Alonso, Félix Anesio, Guillermo Rodríguez Rivera, entre otros autores, todos descargables y de libre acceso.

Con la edición digital de Lenguaje de mudos de Delfín Prats en 2013 por la editorial Betania, el libro electrónico permite burlar todo tipo de frontera política, de limitación espacial y nacional, hace más difícil que alguien pueda hacer pulpa un libro que no existe en papel (como hizo el gobierno cubano con la primera edición del cuaderno en 1969, merecedor del Premio David). Se trata de un libro que, como un fantasma cibernético, electrónico, se mueve por los blogs, los correos, los ordenadores de dentro y fuera de la isla. La invisibilidad, la transparencia, la sombra que se le impuso al verso de Prats en su momento es hoy ganancia, arma a su favor; desde la misma aparente inmaterialidad, o desde la transfiguración que permite el soporte digital, Delfín Prats y su lenguaje se multiplican, burlan todas las cárceles, los grilletes que les impusieron desde su nacimiento. Con el tiempo, parafraseando un verso de Norge Espinosa, su destrucción ha sido su fe.

A todo ello deben sumarse páginas más o menos personales como La libélula vaga y Project Zu, que ayudan a promover la obra de muchísimos autores cubanos y de otras latitudes. Dentro de estas publicaciones más recientes hay un auge peculiar de la crítica literaria cada vez más alejada de su tono tradicional. Dos ejemplos fundamentales de ello son los artículos de Gilberto Padilla y de Javier L. Mora en Hypermedia Magazine. Otras posturas críticas de los últimos años que me parecen atendibles y atinadas por inclusivas y balanceadas son la de Jamila Medina Ríos y Yanelys Encinosa.

Junto a las antologías impresas de poesía cubana que siguen el formato tradicional comienzan a proliferar muestras poéticas en diversos sitios webs. Es así como Víctor Rodríguez Núñez selecciona e introduce a «Once jóvenes poetas cubanos» en la web de Buenos Aires Poetry, además de que Medina Ríos e Ibrahim Hernández Oramas presentan en Rialta Magazine «Una Cuba de bolsillo. Mapa de la poesía en los años cero». Internet contribuye a la anulación de todo meridiano o centro poético, al caos como fundamento del panorama cultural cubano, a la polifonía y a la simultaneidad de voces, a la convivencia de diversas generaciones poéticas, lo cual también hace obsoleta e inoperante la clasificación generacional.

Otros poetas cuyas obras despiertan no menos interés se resisten mucho más a lo mediático y exigen un mayor esfuerzo para acercarse a sus poéticas. Es el caso de Leonardo Sarría, por ejemplo, quien tiene dos breves y atendibles poemarios publicados. Algunos autores como Dolan Mor no participan en general de las redes sociales, pero publican frecuentemente en plataformas digitales como Diario de Cuba. Otros como René Rubí Cordoví, con una poesía existencial que va de lo cotidiano inmediato a lo divino y afrocubano, tienen una presencia casi nula en la red, aunque se han mantenido publicando con frecuencia en los últimos años.

A la par de esta existencia poética en las redes sociales, blogs, periódicos, webs y revistas digitales, aparecen y se llevan a cabo eventos en la isla en los que se fusionan la escritura del haiku y la interacción directa con la naturaleza. Existe, además, un certamen lírico muy peculiar organizado por el poeta Osmel Almaguer en La Habana que se llama «El coliseo poético», el cual se define como un «espacio de socialización poética al estilo de un Slam Poetry, basado en lecturas de poesía mediante un sistema de competencia» («El coliseo poético»). Sin duda, un certamen como éste (aunque promocionado por las redes sociales, por el correo electrónico y otros medios) permite una interacción directa, performática, oral e interactiva físicamente que contrasta con (y enriquece) el panorama poético y literario virtual. Al mismo tiempo, resurgen editoriales cartoneras independientes dentro y fuera de la isla, y se crean y publican revistas impresas como Verbo(des)nudo.

TEMAS Y VARIACIONES DE LA MULA EN EL ABISMO
Para hablar de una búsqueda identitaria en la poesía cubana de los últimos años hay que entender la identidad como «un acto creativo y no una realidad objetiva» (Rodrigo Alsina y Medina Bravo, 127). El poeta, por tanto, muchas veces, se vuelve «el artista-artífice de sí mismo, recogiendo, adaptando, conociendo e incorporando modelos, facetas, posibilidades que la sociedad en la que vive le ofrece» (127), o incluso yendo en contra de las que la sociedad propone. Dentro de la poesía cubana más reciente todo ello es perceptible en la poesía de Legna Rodríguez Iglesias, donde hay, de un modo vital y espontáneo, una asunción del diario vivir sin prejuicios, de lo cotidiano y de lo biográfico como parte de lo que se va siendo, de ahí que las experiencias de la emigración y la maternidad aparecen en su obra como si siempre hubieran formado parte del mismo sujeto lírico que escribía desde la isla. Al mismo tiempo el paisaje es otro: en la poética de Rodríguez Iglesias han irrumpido la vida diaria de Miami, contratiempos laborales del yo poético, espacios propios de la ciudad estadounidense, el uso más frecuente de vocablos en inglés, así como vivencias personales, de modo tal que el sujeto lírico reconoce desde la primera persona: «Yo escribo la crónica sobre mí misma en forma de poema» («La cosa en perspectiva»). Rodríguez Iglesias viene a evidenciar que «dotarse de una identidad pasa a ser una tarea creativa que durará toda la vida; en el proceso, se perderán elementos de identidad importantes para un momento determinado, pero vacíos de contenido en momentos futuros; a la vez, se van incorporando nuevas facetas, nuevas posibilidades» (Rodrigo Alsina y Medina Bravo, 128).

En oposición a la identidad nacional excluyente que fomenta el gobierno cubano y que es propia de los sistemas totalitarios y nacionalistas, la poesía cubana de los últimos años persigue romper el anquilosamiento y los divisionismos geopolíticos. Achy Obejas ubica la poética de Rodríguez Iglesias en esos lindes y explica que Miami Century Fox (2017) es un «libro de sonetos sobre los temas contemporáneos de inmigración, adaptación y asimilación, resistencia e identificación» (Obejas). A la autora cubanoamericana le parece perfecta esta liminalidad cronotópica de la poética de Rodríguez Iglesias, y ve oportuno «que Petrarca —quien sirvió de puente entre la época clásica y la moderna— prestara ahora su modelo poético a Legna, recién llegada, y todavía en algún lugar entre el aquí y allá, el ahora y el entonces, el ahora y el mañana, entre Cuba y Estados Unidos» (Obejas).

Pero si Rodríguez Iglesias es un ejemplo de la emigración más reciente, sus conflictos (que los tiene) no son iguales a los de la emigración histórica, que puede estar representada, por ejemplo, por Magali Alabau, cuyos libros no han sido publicados en Cuba hasta hoy. Por tanto, uno de los ejemplos más emblemáticos de la agonía y el conflicto que ha significado para la emigración cubana esa identidad fluida (que muchas veces se relaciona con accidentes vitales y represiones políticas) lo tenemos en el sujeto lírico de Magali Alabau, a partir de sus poemarios Dos mujeres (2011), Hermana (1989), Volver (2012) y Hemos llegado a Ilión (1992). Libros en los que la autora refleja, por medio del doble y/o el mito, el trauma de la separación, de la pérdida de la tierra natal, de la oposición entre pasado y presente, pero también de la fusión de los tiempos y espacios en la memoria y de la división del sujeto lírico a causa de esas mismas vivencias.

Al mismo tiempo que poetas como Sarría, Noël Castillo, Norge Espinosa, Mabel Cuesta y Julio Mitjáns tienen una breve pero enormemente atendible producción poética, los últimos años cuentan con poéticas oceánicas, entre las cuales me parecen fundamentales las de Magali Alabau, Néstor Díaz de Villegas, Dolan Mor y Félix Hangelini. Díaz de Villegas posee posiblemente la producción lírica más variada en tonos y temas de la actualidad poética insular. Enfrenta con desenfado el tema político, incursiona en la poesía de tono más íntimo, prolonga en su verso la carcajada amarga piñeriana y escribe también poesía del tipo culturalista. En sus textos se fusionan una enorme sensibilidad y un profundo sarcasmo. Félix Hangelini y Dolan Mor proponen con su poesía un desafío al vacío generacional. Las obras de ambos, por sí mismas, podrían suplir la producción de una generación completa, a la vez que juegan con el doble, la ambigüedad, el pseudónimo e intentan borrar toda ubicación geográfica o cultural que pueda encasillarlos dentro del panorama cubano.

Un ejemplo de la importancia de los proyectos editoriales surgidos en los últimos años en el exilio es La Mirada, que dirige Jesús J. Barquet desde Nuevo México, donde se ha publicado la primera muestra de poesía cubana homoafectiva, titulada Todo parecía (2015). Por otra parte, Barquet ha editado en 2017 la compilación de la poesía de Mercedes Cortázar, escrita entre 1959 y 2016, bajo el título de Orbes. Dicho proyecto editorial tiene, además, el mérito de ubicar dentro del panorama literario cubano más reciente a dos voces femeninas muy atendibles: Om Ulloa y Mercedes de Acosta. Ulloa, residente en los Estados Unidos desde la adolescencia, conjuga en su poética lo sensorial, el equilibrismo sintáctico y lingüístico, la parodia, la denuncia, el deseo, de modo tal que consigue una de las poéticas más complejas e importantes a las que he podido acceder como lector. De Mercedes de Acosta, más conocida por sus amoríos con grandes figuras como Greta Garbo y Marlene Dietrich, La Mirada ha publicado la antología Imposeída (2016), que recoge poemas de varios de sus libros (originalmente escritos en inglés) y que por primera vez aparecen en español. En una edición que podría clasificarse como ejemplar,[2] Carlota Caulfield y Barquet entregan un volumen que vale tanto por la revelación de la faceta lírica de De Acosta como por el aparato crítico que la acompaña. Por su parte Casa Vacía, que dirigen Pablo de Cuba Soria y Duanel Díaz Infante, publica, por ejemplo, la poesía de Rogelio Saunders (2017), el poemario Tundra (2018) de Dolores Labarcena y las antologías Long Playing Poetry (2017) (realizada por Javier L. Mora y Ángel Pérez) y Una literatura sin cualidades (2016) (cuyos prólogo y selección son de Díaz Infante).

Víctor Rodríguez Núñez considera «que pocas veces en su historia la poesía cubana ha sido más variada, innovadora, crítica y atractiva que en nuestros días» (27). Evidencias de ello es el modo en que lo doméstico y lo femenino se vuelven formas de resistencia poética y vital en Milena Rodríguez; el desafío frontal desde la lírica y el cuestionamiento a los aparatos culturales y a la tradición literaria nacional en zonas de la poesía de Oscar Cruz y José Ramón Sánchez; la denuncia social en muchos de los autores mencionados, pero también en Sergio García Zamora y Leymen Pérez; el culturalismo visceral y a veces amargamente irónico de Gelsys M. García Lorenzo; la lucha y el juego incesantes con el lenguaje en Rito Ramón Aroche, Jamila Medina y Om Ulloa; la pervivencia de la memoria junto a la sensación de la pérdida en Odette Alonso; así como también una poesía del pensamiento, que busca en el logos (entendiéndolo como idea en el lenguaje y viceversa) un espacio autónomo, como sucede con la poesía de Pablo de Cuba y Pedro Marqués de Armas. La sexualidad y el erotismo en todas sus variantes (en Medina Ríos y Rodríguez Iglesias, por ejemplo) y el cuestionamiento de la historia y la tradición (en Leymen Pérez y Oscar Cruz) son algunos otros temas fundamentales en la actual poesía cubana. Por su parte, Ernesto Hernández Busto construye una poética de lo fragmentario, traduce a la norma cubana poemas latinos y se adentra en la cultura asiática en sus últimos libros. En todos estos casos se trata, según Rodríguez Núñez, de una poesía que «presupone un lector activo, que participe en la producción de sentido» (28). Con respecto a las formas estróficas, autores tan disímiles en temas y estilo como Jorge García de la Fe, Legna Rodríguez Iglesias, Néstor Díaz de Villegas y Dashiel Hernández revitalizan el uso del soneto en los últimos años. Y la décima es cultivada por autores como René Rubí y Rodríguez Iglesias, lo cual apunta a que la forma utilizada se adapta a los más diversos estilos y poéticas.

De la tendencia a tener una figura poética tutelar (José Martí, Julián del Casal, Lezama Lima o Virgilio Piñera), el panorama lírico cubano ha pasado a la poética de la dispersión, de la anulación de todo meridiano o centro; a la polifonía y a la negación de todo núcleo generacional o grupal. Los intentos al respecto no han pasado de ser hasta hoy sólo eso, intentos. Los movimientos diaspóricos (diferentes entre ellos a lo largo de los últimos sesenta años, pero también continuos durante el mismo período), los viajes y las estancias alternadas cada vez más comunes entre la isla y otros países de residencia, y el continuo flujo de información de un lado a otro (a pesar de las limitaciones, bloqueos y censuras que todavía hoy existen): todo ello nos obliga a hablar de convivencia, más que de grupos o generaciones. El análisis que exige la poesía cubana de hoy, por todas las circunstancias explicadas, es de corte horizontal y sincrónico, no generacional. Esa sincronía, por supuesto, significa también que la obra de un autor de otros tiempos se vuelve contemporánea por el rescate y la lectura que de ella se hace hoy. De ese viaje (en que el nauta es también hoy ciber-nauta, en que la gente común de Cuba se visibiliza cada vez más en los escenarios virtuales) es del que este análisis ha querido dar cuenta. La poesía cubana habita cada vez más en el ciberespacio y existe más allá de cualquier límite geopolítico o aparato represivo de captura. Esperemos que la palabra del poeta, esa mula en el ciberabismo, se siga abriendo camino con seguro paso.

BIBLIOGRAFÍA
· Alabau, Magali. Hemos llegado a Ilión. Madrid: Betania, 2013.
· Arcos, Jorge Luis. De los ínferos. La Habana: Unión, 1999.
· Caulfield, Carlota. Voces viajeras (poetisas cubanas de hoy). Madrid: Torremozas, 2002.
· De la Hoz, León. La poesía de las dos orillas. Cuba (1959-1993). Antología. Madrid: Libertarias / Prodhufi, 1994. (2ed. Betania, 2018).
· «El coliseo poético». Facebook, 14 de mayo de 2019. Online.
· Espinosa Mendoza, Norge. «Un asunto de fe: poesía cubana actual”. La Habana Elegante 36 (2006). Online.
· Islas, Maya. Altazora acompañando a Vicente. Madrid: Betania, 1989.
· Lázaro, Felipe. Tiempo de exilio. Antología poética (1974-2014). Madrid: Betania, 2016.
· Marqués de Armas, Pedro. «Poesía cubana. Al lector portugués». Poesías de la nación. Ensayos de literatura cubana. Richmond: Casa Vacía, 2017.
· Medina Ríos, Jamila e Ibrahim Hernández Oramas. «Una Cuba de bolsillo. Mapa de la poesía en los años cero». Rialta Magazine, julio de 2018. Online.
· Morán, Francisco. La isla en su tinta. Madrid: Verbum, 2000.
· Obejas, Achy. «Introducción». En Miami Century Fox, Legna Rodríguez Iglesias. Brooklyn: Akashic Books, 2017 (ebook).
· Proaño Gómez, Lola. «La inasibilidad de lo real: el ciervo huidizo de la identidad». Aisthesis 44 (2008): 53-66.
· Rodríguez Iglesias, Legna. «La cosa en perspectiva». Diario de Cuba, 27 de septiembre de 2018. Online.
–. «Lepidóptero». Diario de Cuba, 22 de agosto de 2018. Online.
–. «Verdadera escritor». Letras libres, 14 de octubre de 2015. Online.
· Rodríguez Núñez, Víctor. «Múltiplos de la Generación Cero». La Gaceta de Cuba 2 (2018): 26-28.
· Rodríguez Sardiñas, Orlando. La última poesía cubana. Madrid: Hispanova, 1973.
· Rodrigo Alsina, Miguel y Pilar Medina Bravo. «Posmodernidad y crisis de la identidad». IC. Revista científica de información y comunicación 3 (2006): 125-146.

[1] Sobre la frase de Fidel Castro al respecto, puede consultarse el prólogo de León de la Hoz en su antología La poesía de las dos orillas... (1994).
[2] Lo son también algunas de las ediciones prologadas y preparadas en Rialta, Hypermedia y Casa Vacía.