Patria o Muerte o Patria y Vida (I)

En los últimos días una simple canción ha suscitado un ir y venir de opiniones entre cubanos, al que se ha sumado el propio Gobierno a través de representantes oficiales y oficiosos en la prensa nacional y las redes sociales, donde dispone de un ejército de hormiguitas que luchan contra la libertad de opinión e información, bautizada por ellos como terrorismo mediático. El impacto de la pieza musical se puede medir por el espacio que le han dedicado y las ofensas dirigidas a desacreditar a los autores que se atrevieron a profanar una frase lapidaria, escribiendo en letras verdes “Patria y Vida” sobre la tinta roja de “Patria o Muerte”, que representa y simboliza lo que ha sido la trayectoria de la Revolución desde que fuera pronunciada por su líder, Fidel Castro, en 1960.

La respuesta oficial es continuación de una saga de acoso de todo tipo destinado a eliminar el virus contestatario que le ha salido al cuerpo viejo, enfermo y decadente del sistema y su administración, demostrando una vez más que la vejez no siempre está privilegiada con la sabiduría. La pieza musical se llama “Patria y Vida” y alude al desencanto, la frustración y la necesidad de cambio de régimen en Cuba, es una producción de video dirigida por Asiel Babastro, con la participación de Yotuel, Gente de Zona, Descember Bueno, Maikel Osorbo y El Funky, conocidos intérpretes de música popular actual que han triunfado dentro y fuera de la isla.

A las pocas horas de su estreno en internet ya contaba con decenas de miles de vistas, medios de todo el mundo la han reseñado y políticos de otros países se han hecho eco de las demandas, con lo cual la obra ha ayudado a reactivar la mirada crítica sobre la realidad cubana y nuclear un sujeto colectivo en torno a un sentimiento compartido por una parte de la población. La propia reacción del Gobierno ha servido como un altavoz de “Patria y Vida”, pero la pregunta que podríamos hacernos es porqué una respuesta tan desmedida y frenética, y cuál es el motivo de la expectativa de un cambio real.

Lo primero que llama la atención es que el Gobierno claramente ha perdido la iniciativa contra las reivindicaciones de esa parte de la sociedad insatisfecha y cansada, que reclama soluciones a la insólita situación económica que se encamina a una crisis social, con el riesgo de que la misma derive en una implosión, cuando una parte importante de la población deje de identificar la causa de sus necesidades insatisfechas con factores externos, enemigos de toda laya, y responsabilice al Gobierno. No es poca cosa que los gobernantes hayan perdido la iniciativa política, uno de los fundamentos en los cuales basaba sus recursos Fidel Castro, y puede ser síntoma de un problema mayor incubado dentro del poder, que se expresa en la especulación del control mediante un exceso significativo de la represión, con el riesgo de que éste se convierta en desviaciones del poder, como ha sido en las crisis políticas de partidos y estados totalitarios.

Sería menos alarmante si este enfrentamiento del Gobierno no se estuviera produciendo contra segmentos de la sociedad no identificados por ninguna ideología específica o grupo político, a pesar de los esfuerzos en relacionarlos con organismos internacionales y subvenciones económicas extranjeras para desacreditar la contestación, por demás tan legítimas como las ayudas que recibieron los mambises para luchar contra España y el Movimiento 26 de Julio contra Batista.

Si bien es cierto que la ineficiencia de las políticas de todo tipo han tenido el justificante de la confrontación desde el exterior, desde luego con un relevante respaldo al mismo como consecuencia de la significación que tuvo Cuba durante la “guerra fría” —que no debe pasarse por alto para no crear otro mito de la historia del país para las generaciones futuras—, hoy día la ineficiencia cuesta cada vez más ocultarla y falsearla con el pretexto de que la tarea prioritaria es defender a la patria de enemigos externos e internos y que a ello se debe el sacrificio, cuando la necesidad primaria de la vida está en juego por la falta de alimentos, medicinas, higiene e incluso de sangre en los hospitales. Lo cierto es que cada vez se les hace más difícil condicionar las necesidades primarias de la población a la defensa de la patria. La duda que surge, a la luz de la experiencia sobre la cual deberían reflexionar algunos, es si después de más de sesenta años de sucesivas dependencias, principalmente a la Unión Soviética, y de políticas e ideologías erráticas y fracasadas, este Gobierno además de ofrecer patria y muerte puede también dar esperanza y vida como lo hizo en 1959 y, además, si lo puede hacer por su cuenta. No parece que así sea.

Para quienes todavía se aferran a la idealización estratégica de la trágica resistencia numantina, representada por el “Patria o Muerte, deberíamos recordarles que aquella terminó en un suicidio colectivo. No creo que ese sea el verdadero deseo de quienes enardecidos danzan y gritan en éxtasis ese aquelarre, ya que la propia historia cubana contemporánea muestra otros ejemplos que refutan esa decisión de morir cuando no se puede vencer o vivir como uno quisiera. No se trata sólo de que el pueblo sea capaz o no de resistir un periodo más o menos largo y angustioso esta situación, alargada durante generaciones que han alimentado los cementerios, el estrecho de la Florida y la geografía del mundo huyendo de la patria y de una vejez de desamparo, después de haber dado sus mejores años por un Gobierno que todavía la única alternativa que ofrece es la muerte.

De lo que se trata es de comprender si este Gobierno es capaz de darle a su gente la posibilidad de vivir una vida digna, renunciando a someterlos a esa única alternativa de tener la patria que ellos creen, que en la lógica del Partido contradice la historia del espíritu de la nación y del pensamiento democrático cubano, en el que la Asamblea de Guáimaro (1869) es la matriz de todo lo que hemos sido a lo largo de la historia entre dos caminos que conjugan lo civil y lo militar, unas veces separándose y otras juntándose o predominando uno de ellos, como sucede desde hace seis décadas. Un origen maravilloso y extraordinario poder tener una nación democrática de hombres libres, cuando todavía ni siquiera había dónde clavar el asta de la bandera junto a la Constitución que se acababa de aprobar como símbolos de la patria.

Lamentablemente, los hechos nos dicen que quienes mandan están dispuestos a no poner en riesgo aquello que se han propuesto para nosotros o lo que en su lenguaje significa rendirse. Estamos en presencia de los gobernantes más ineptos que Cuba había conocido. La pérdida de la iniciativa y las decisiones políticas equivocadas en escenarios donde la productividad y los beneficios no dependen de variables económicas y financieras, es uno de los indicios que muestran la incapacidad de un Gobierno, que no sólo ha decidido continuar la lógica de la guerra de la época en que ocupaba un lugar significativo en la “guerra fría”, sino que además intenta revivir en su beneficio los peores momentos de aquella en un contexto subjetiva y objetivamente diferente de una enorme dificultad interna, pero que sin embargo nunca fue más favorable para establecer relaciones externas y soluciones a los problemas internos.

La derrota del comunismo como sistema político, el derrotero de los países que formaron parte de la alianza del bloque socialista, la pérdida de la dependencia soviética, el fracaso de la revolución bolivariana y la ruina del soporte venezolano, los cambios geopolíticos y de las zonas de interés y crisis del mundo, más el restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos, entre otros factores, pudieron haber sido motivos para plantear otras estrategias diferentes a las que están llevando al país a un desastre con tintes de crisis humanitaria, mientras se desangra en la emigración que fue planteada como una sangría para una enfermedad que se resuelve con otro tratamiento.

La respuesta del Gobierno a “Patria y Vida” es un síntoma de ese deterioro de la capacidad para evaluar situaciones nuevas, comparar realidades y respuestas, adaptarse, separar los problemas y adoptar tratamientos y soluciones diferentes, que inclusive en situaciones de guerra real permiten economizar costos materiales y disminuir pérdidas humanas, ralentizar el curso de un conflicto o apresurarlo según convenga, ganar tiempo y espacios, reactivar la confianza y el espíritu de las tropas.La experiencia política y la de hostilidades bélicas demuestran que no siempre la trinchera es la solución a los conflictos, la adecuación de la estrategia al terreno y las circunstancias, siempre es la respuesta más inteligente para ganar una posición, una batalla o una guerra.

La disyuntiva de elegir entre la patria y la muerte no es una opción en el manual del soldado, sino una decisión in extremis que se da como posibilidad al poner la vida en peligro, si fuera así muy pocos obedecerían e irían al combate. Tampoco a nadie le dicen que si va en el automóvil junto a su ser más querido y se produce un accidente va a cambiar su vida por la del otro. Sin embargo lo hace si tiene la posibilidad de salvar con la suya la del acompañante.

De cualquier modo, no son los principios morales, ni las ideologías, ni sus máximas, ni las consignas las que ganan, de ser así, el Gobierno no tendría que reprimir y acosar a los jóvenes que han pedido diálogo y comprensión de sus diferencias. Los lemas sólo sirven para lograr un grado de identificación entre la tropa y de la tropa con el objetivo, facilitar el mantenimiento del espíritu combativo, la concentración de las funciones y además mutilar cualquier estímulo ajeno a la obligación de combatir y vencer. Eso deberían saberlo los militares que ahora se dedican a administrar el país, y aspiran a que un país nuevo, generacionalmente, y ante nuevos retos siga las pautas de los soldados como ha sido hasta ahora, a golpe de consigna para entender hacia dónde se marcha y porqué. Si en un individuo este funcionamiento en el comportamiento y la intelección podría llevarlo a ser elegido para tratamiento de modificación de su constructo psicológico, un Gobierno que reacciona a los cambios sin modificar sus pautas debería ser depuesto. El problema surge cuando nos preguntamos quién le pone el cascabel al gato, si el gato es el dueño y está en posesión del cascabel.

Por otro lado, si la reacción del Gobierno es la de atacar con criterios manidos del arsenal de la ideología política de la patria, a falta de otra argumentación, y valiéndose de juicios basados en la moralidad de la vida privada, o la calidad de los músicos, con la intención de denigrarlos como personas y profesionales para desacreditarlos políticamente, estamos ante la evidencia de un Gobierno sin recursos y sin escrúpulos, que se mueve disparando a cualquier cosa mientras retrocede en la oscuridad. El apoyo masivo a “Patria y Vida” es la revelación de que empieza a fraguarse el consenso de un enorme segmento de la sociedad dentro y fuera de la isla, urgidos esos ciudadanos de sentir apoyo al sentimiento de frustración con que se enfrentan ellos o sus familiares diariamente a las privaciones de las necesidades más básicas y a las pésimas respuestas y soluciones del Gobierno.

Por primera vez la gente ha sentido que ese sentimiento es expresado y compartido en un proceso comunicativo y de identificación, sin tener que correr el riesgo de ser reprimido. La conformación de un sujeto colectivo diferente empieza a fraguarse como alternativa al que aún cree en “Patria o Muerte”, con el que se representa el Gobierno a sí mismo y a una parte de la población. Nunca el mensaje institucional había encontrado un rechazo tan explícito, a pesar las convenciones de interlocución establecidas hace más de sesenta años, determinadas por el discurso y la narrativa únicas.

Si las soluciones son políticas, y el propio Gobierno se ha ocupado de ideologizar y politizar las relaciones sociales, las justificaciones de los errores y la incapacidad para corregirlos, entonces esa identificación mediante el mensaje del video se convierte en política derivada del apoyo al reconocimiento de la necesidad y la demanda de un cambio, que lleva implícita la naturaleza de las relaciones sociales y el origen de la falta de soluciones identificado ideológica y políticamente con el régimen.

“Patria y Vida” pone encima de la mesa el sentimiento compartido de la sociedad, incluso de los defensores de “Patria o Muerte”, de que las cosas no pueden seguir como hasta ahora, y que el significado de este emblema no es la solución, contraviniendo la idea del sacrificio y la muerte para alcanzar la vida, una idea de enorme religiosidad que ha sido la columna vertebral de la ideología de la lógica de la guerra, insostenible hoy en el contexto nacional e internacional, donde el cambio de perspectiva de las relaciones con Estados Unidos juegan un papel crucial.

La idea de la patria, que tempranamente nació ligada a la democracia y la libertad, ha sido un arma y un escudo para condenar las diferencias con las cuales se configuró. No hubiera sido así si su interpretación por una ideología política no la hubiera convertido en un embudo donde sólo caben los fieles, y esta ideología monoteísta y de una sola congregación no se hubiera transformado en la única explicación de la patria.

Por primera vez, gracias a una canción y los nuevos medios de comunicación e información que no puede controlar el Gobierno, el sentimiento surgido por la necesidad de cambio ha alcanzado a una parte incalculable de la población, superando cualquier expectativa de comprensión racional de la necesidad de transformación y a cualquier grupo opositor e ideología crítica contra el régimen. La respuesta del Gobierno, a pesar del poder de convocatoria que aún tiene sobre la sociedad cautiva ideológicamente, no ha podido superar el impacto emocional de “Patria y Vida” que ha tomado la voz de quienes sufren a diario el lenguaje insuperable del diario Granma y los medios digitales afines para justificar el sufrimiento de la gente.

Mientras las desigualdades crecen en bienes y privilegios, ampliando el abismo entre los afines a la oligarquía política-militar que la disfrutan de un lado y el pueblo del otro que la padece. Dos patrias en una misma isla donde viven sometidos a lógicas distintas, aunque la narrativa del victimismo frente a lo exterior y los enemigos es la misma con la que el poder justifica la ineficiencia y la miseria, diferenciados por la posición que ocupan en dicha narrativa, estructurada y emitida del lado de la patria donde viven los elegidos por haber nacido en familias que se reparten los beneficios de dirigir el país. Dos patrias tiene Cuba, una cerca del cielo con los próceres y otra donde la mayoría se ve obligada a morir todos los días por ella, proporcionales a los privilegios y la forma de vivir.

De cualquier modo, el hecho de que a la consigna “Patria o Muerte” se le haya adulterado su sentido inicial, propio de una coyuntura en la cual la amenaza externa por parte de los Estados Unidos al joven régimen iniciado en 1959 era real, tangible y apremiaba su supervivencia, no debe impedir que “Patria o Muerte” y “Patria y Vida” pudieran y deberían coexistir como representativas de posiciones diferentes frente a un mismo o discordante concepto de la patria, y la actitud que unos y otros tendrían ante la elección.

La disyuntiva maximalista representa una dicotomía excluyente destinada al martirologio, que es como se presenta a sí mismo el discurso del sacrificio de la teleología de la independencia, aunque no nos diga de qué patria se trata aquella que es disputada por la muerte. Sabemos que es la patria ideológica ya que en las otras la convivencia no está determinada por ninguna concepción de esa naturaleza. Desde ese mismo esquema gnoseológico que nos ofrece la patria excluyente podríamos ver cómo la patria ha sido una a veces y otra siempre. Es la misma que en 1975 dejó de ser martiana para ser leninista, aún más que marxista, luego, durante la crisis del socialismo en los años 80 fue más socialista, como si disputara la primogenitura en un soliloquio ante la caída del Muro de Berlín, y aún después de la crisis y destrucción del socialismo, volvió a ser martiana para más tarde ser también bolivariana.

Es aquella que echó de su seno, encarceló y obligó a marcharse a patriotas religiosos, homosexuales, amantes del rock, persiguió la tenencia de moneda extranjera, dividió a las familias y estableció unas relaciones sociales basadas en la doble moral, a pesar de que el código ético que implantó se fundamentaba en una concepción de la ideología política, la espiritualidad, el concepto de la patria y la forma de relacionarnos con ella, destinado a la creación de un ser humano nuevo perfectamente ideal. La patria, eso que nos remueve las tripas ha sido como un cóctel con ingredientes que han dependido de quien sea el barman y cuál la hora de la noche, ha servido a lo largo de la historia de todos los países para sacrificar a los patriotas en nombre de intereses de toda índole y esencia.

A lo largo de más de seis décadas cubanas que han sido como un siglo, hay un axioma que se repite tercamente: cada vez que alguien habla en nombre de la patria podemos esperar a ver cuánto demorará en hablarnos de otra, ya que sin darnos cuenta es una patria ideológica construida con los ingredientes más adecuados para cada momento y necesidad de quienes la escriben, en la cual los elementos culturales de otro tipo son indeterminados y relativizados frente a los políticos.

De ese modo, por ejemplo, Félix Varela mientras fue representante a las Cortes españolas no fue patriota, hasta cambiar su ideología reformista por la independentista cuando se vio obligado a exiliarse en Estados Unidos, como no lo fueron ninguno de aquellos que, aún luchando por la nación, no abrazaron el independentismo porque lo creyeron impracticable y dañino para la estabilidad y el desarrollo. Sin embargo Máximo Gómez, el antecedente más parecido a Fidel Castro como ideólogo de la guerra en la historia cubana, sí es considerado un paradigma a pesar de no ser cubano de origen, haber combatido al servicio del ejército español contra su pueblo dominicano y haber acordado la ayuda interventora con el presidente norteamericano, contradiciendo aquello que caracteriza lo que hoy defiende el “Patria o Muerte”.

Los ejemplos de contradicción, falta de coherencia y exceso de conveniencia en la construcción ideológica de la patria son tantos que se atropellan. Los historiadores harían un gran favor a la Cuba futura si ayudaran a hacer una relectura crítica y revisada de todo aquello que hemos creído que nos han dicho que somos, desde la patria de Céspedes hasta la de los dos Castro, confirmando y desmintiendo a la luz de un sesgo más tolerante, contextualizado e inclusivo. Quizás un poco de menos pereza historiadora en la dirección revisionista contraria a la confirmacionista, nos sorprendería de vernos siendo más en unas cosas y menos en otras, que la construcción de la identidad ha organizado.


Ilustración: Domestic Accident, marcosguinoza