Talento y constancia en Waldo Balart

Waldo Balart, foto de León De la Hoz

A propósito de la apertura de La fuerza del color, de Waldo Balart en la galería Roy de Mallorca el próximo día 18, he revisitado el libro que recientemente publicó la editorial alemana Verlag Kettler con el mismo nombre. Un volumen de 288 páginas que se puede adquirir por 38 euros en la página de la propia editorial https://www.verlag-kettler.de/en/books/waldo-balart/ con una cuidada edición en alemán, inglés y español a cargo de Kiko Magán y Daniel Roy, con prólogo de Fernando Castro Flórez. Un libraco para tener en el mejor sitio de la casa con el cual podemos hacer un recorrido por la obra de Waldo, después de haber sobrevivido a sí mismo y a las modas pictóricas de la postvanguardia desde que en Nueva York se vinculó al grupo de Andy Warhol, con quien colaboró en dos películas después de haberse marchado de Cuba al principio de la Revolución.

El talento y la constancia con las que Waldo ha permanecido sirviendo el testimonio de una pintura de la que los pioneros trazaron unas pocas pautas en las que el color era preeminente sobre la forma, también han servido para que el propio pintor reflexionara en conferencias, ensayos y en un par de libros sobre el tema: Ensayos sobre arte (Betania, 1993) y La práctica del arte concreto (Aduana Vieja, 2011). Aunque independientes, la obra pictórica de Waldo no puede dejar de sentirse también en su obra reflexiva sobre el fenómeno del concretismo como una forma de expresar, sentir y conocer el entorno del artista, de modo que él mismo se ha convertido en parte de su obra pictórica. Si el espacio plástico es dinámico para los cubistas, y el color es sensible para los impresionistas y expresionistas, pero sin que puedan sobreponerse a las limitaciones de la forma, el arte concreto de Waldo, despojado de referencias y centrándose en la esencia del color y la estructura no sólo es un camino de espiritualidad personal, sino también un “compromiso ético con la vida a través de la estética”, como él ha querido explicarse al final de La práctica del arte concreto.

La fidelidad de Waldo a su estilo y filosofía le pudo haber hecho parecer un pintor retro cuando el mercado del arte entró en esa fase de cambio con el advenimiento de las corrientes post, sin embargo no retrocedió ni un ápice, al contrario, continuó profundizando en la independencia y enajenación del color de toda referencia que no fuera la de su propia escuela. Nuestro amigo puede que sea el único pintor cubano vivo al que podemos identificar dentro de una corriente que en Cuba murió tempranamente en 1961 con el Grupo de los Diez que lideró el rumano Sandú Darié, aplastados por el figurativismo asociado a la nueva época de prevalencia ideológica, si bien la obra de estos pintores estaba más cerca del conceptualismo y el abstracionismo que de los De Stijl con Mondrian a la cabeza, el Bauhaus, y los ruso Kandinsky y Malévich de los cuales Waldo es deudor. 

A sus 90 años Waldo es uno de los artistas más conocidos de los que cultivan el llamado “arte concreto” con más de medio centenar de exposiciones individuales y de 150 colectivas en Europa y las dos Américas. Su obra se encuentra en numerosas colecciones privadas y públicas como la Colección de “Arte concreto europeo después de 1945” de Peter C. Ruppert (Alemania), la Colección de Mondrianhuis (Holanda) y el MOMA, entre otras. Sin embargo todas las mañanas abre la ventana de su casa-taller, se inclina sobre la mesa de trabajo y pone a prueba su talento y constancia dando vida a los colores que son los de su ya larga existencia, otorgándose una sobrevida en cada cuadro que le agradecemos.