Las dictaduras árabes están siendo descabezadas por un movimiento de rebeldía que supone el principio del cierre de un ciclo que se abrió a finales del siglo pasado con la caída en masa de los regímenes comunistas, con la excepción de algunos países con características especiales como Cuba. La pregunta que nos hacemos todos es si ese movimiento incluirá al país caribeño. Hay cinco puntos que dificultan por el momento que definitivamente se abra esa herida que ya está abierta en la nación.
1. La falta de referentes. Los cubanos no tienen referentes políticos o ideológicos de personas o grupos de oposición que faciliten el contubernio y la contaminación de un foco de rebeldía, ni dentro del país, ni en el contexto latinoamericano. La izquierdización de los gobiernos latinoamericanos después de la extensa noche de las dictaduras militares es la constatación práctica del estudio sociológico y político que hace unos años hizo la ONU sobre la posibilidad de democratización, donde se veía que la gente prefería dictaduras de izquierda amén de que las mismas les aseguraran un mínimo de supervivencia no importaba que fuera sin libertad o democracia. Esa fue la respuesta social que las dictaduras de derecha nunca supieron dar ni sabrán dar, si dieran esa cobertura serían dictaduras de izquierda.
2. La falta de información libre, sistemática y actualizada al margen de la ofrecida por los medios oficiales y las organizaciones partidistas. Se ha visto la importancia que las redes sociales de internet y la telefonía móvil han adquirido en la difusión de convocatorias e ideas que en el estilo de cada soporte han expandido actitudes de rebeldía en tiempo real. La comunicación y la información como nunca antes son hoy el instrumento más efectivo contra el oscurantismo y el miedo que imponen las dictaduras. Lamentablemente en Cuba los espacios que tiene el ciudadano para la información y la comunicación son muy escasos y limitados técnicamente, además de ser disfrutados casi en exclusiva por el personal de confianza.
3. La falta de un liderato opositor, o crítico en su defecto, que desde las filas de la administración del gobierno pudiera movilizar a sus adeptos o la inconformidad creciente. La atomización, el descrédito, la desinformación y manipulación en torno a la oposición han creado un vacío frente al poder a pesar de la erosión de credibilidad creciente que sufre el mismo. Sobre todo cuando en la tradición política de los cubanos la movilización ha girado en torno de figuras y partidos. Tampoco veo que la movilización pueda darse acicateada por un sentimiento o ideas comunes, ya que ese es el que ha sabido cultivar durante 50 años la Revolución: el independentismo antimperialista arraigado en el nacionalismo histórico de la nación.
4. La falta de un argumento ideológico-político frente al que posee el Partido y la burocracia administrativa. En las condiciones de silenciamiento y represión, pero también de totalitarismo educativo e informativo es imposible que se hubiera desarrollado un cuerpo ideológico coherente y sistémico como alternativa al pensamiento oficial. Las alternativas que se han visto en realidad son meros relatos políticos de programas sin mucha solidez teórica y con la incertidumbre de cualquier aspirante a gobernanza.
5. La represión o desabastecimiento radicales habría propiciado una respuesta menos política o ideológica, aunque más contundente de las masas a la ineptitud del gobierno para resolver los problemas históricos de índole político y económico que se han ido agudizando generación tras generación con el único paliativo del sacrificio y el miedo. Desde los años 80 ya las respuestas del gobierno a la diferencia no antagónica se vieron matizadas por estrategias de disuación en diferentes áreas que van desde la cultura a la economía sin olvidar la inmigración, de modo que estas ayudaran a suavizar las relaciones entre el poder y el pueblo después de la pérdida de confianza que se produjo en esos años.
No obstante, todo es posible ante tan desproporcionado fracaso nacional al que ha llevado la Revolución. Esta es quizás la peor frustración generacional de la historia del país aunque con la fuerza de la iracundia y el descompromiso juvenil –que junto a la familia como soporte es nuestra una única suerte–, también la de los traicionados por la actual dirección gerontológica, la paulatina y generalizada pérdida del miedo, el creciente sentimiento de desengaño y, sobre todo, el azar concurrente como lo llamara Lezama Lima o como lo describiera Gombrowicz en el relato que hace de un evento en un estadio donde el simple vuelo de un papel desencadena por el efecto mariposa un gran desastre nacional. Todo es posible, hasta un golpe de estado de café con leche, rápido, indoloro y letal, si se produjera algún conato de rebeldía.
Ahora bien, si queremos saber cómo podría ser una revuelta en Cuba podemos mirar lo que acontece en Libia, el país árabe con más desarrollo en la región y el que más se parece de esos países árabes a la isla del Caribe. Ojalá me equivoque.