un paréntesis solidario

Los amigos de la poeta Elena Tamargo están promoviendo una campaña para ayudarla a pagar parte de un tratamiento médico que ella necesita para recuperarse de una grave enfermedad. Es una petición conmovedora y al mismo tiempo penosa por tratarse de una exiliada sin seguro médico ni empleo fijo. A Elena no le falta asistencia médica pero tampoco puede pagar de su bolsillo la suma, enorme si se es una desempleada que requiere el cuidado de su salud en los EEUU. Da ira tener que soportar situaciones como la descrita después de más de 50 años de incapacidad nacional para tumbar al castrismo y ayudar a esta y otras muchas Elenas desconocidas, aquejadas de mala salud y desamparadas económicamente. Es cierto que al castrismo no lo tumba el viento, pero contribuimos a dejarlo caer si no abandonamos a Elena Tamargo.

Las instituciones del exilio, los cubanos de a pie, ciertas personas o familias pudientes, y las empresas exitosas deben ocuparse mejor y con efectiva solidaridad para fomentar el humanismo, la solidaridad y la colaboración con aquellos que son arrojados a estas orillas y, en algún momento ulterior, sufren de graves problemas salud, de inadaptación o de insolvencia. Y quienes han hecho del “anticastrismo” una industria próspera tienen en el caso de Elena Tamargo una oportunidad única para reducir muchísimo el capital político y propagandístico del gobierno cubano. Un paréntesis solidario con nosotros mismos.

Muchos exiliados políticos se transforman,  por la fuerza de un  destino adverso,  en necesitados de caridad social y económica. De verdad pienso, y lo he dicho en alguna fundación más que en otra, que si se destinara más de esos dineros de ayuda donados por algunos gobiernos extranjeros, a la orientación y a la protección de los exiliados, se generaría una fortuna civil más jugosa que, por ejemplo, la soñada  por el hacendado Francisco Vicente Aguilera a favor de la independencia y de la democracia, que en Cuba siempre es materia de inversión para el futuro. Mañana posiblemente tengamos en el poder advenedizos y aventureros que no crean en los lazos políticos fundados con la colaboración y la oposición razonada. No hay buena política ni buenos políticos sin una gran dosis de desinterés personal y de motivación colectiva. A veces nos faltan esas virtudes. Ojalá haya menos cabildeo y más corazón para Elena Tamargo y otros. El resto lo podemos pagar con una tarjeta Mastercard.