unas feministas quieren que me quite los pantalones

Igualdad, foto de León de la Hoz

Las feministas del lenguaje me atacan. Dicen que la entrada rehenes es discriminatoria porque aludo solamente a los «padres» y no a las «madres». No  critican el contenido, sino el silencio vejatorio del que emergen las mujeres por no aludirlas como madres. Dicen que mi lenguaje es machista. No sé de las señoras que me atacan, aunque conozco el percal. Me gustaría ponerme borde porque la estupidez es algo reñido con mi capacidad de diálogo, si bien en los últimos años he hecho un gran esfuerzo y avances notables para poder sobrevivir. Eso dice mi psicoterapeuta.

Por definición soy anti «ismo», o sea, no comulgo ni comprendo los «ismos», ya sean políticos, artísticos o de cualquier tipo o estereotipo, pienso que casi todos entrañan una gran incapacidad de diálogo y comprensión, situados generalmente en alguna modalidad de extremo. Con poder pueden dejar de ser incómodos hasta convertirse en insoportables. El feminismo es uno de ellos a pesar del noble objetivo, siempre y cuando quieran sinceramente reivindicar la igualdad real de derechos de las mujeres, no disfrazar a las mujeres de hombres o viceversa. Ni feminismo, ni machismo, ni partidismo, ni ecologismo, ni sociologismo, en todo caso surrealismo.

No voy a remitir a estas señoras a la escuela, ni a la RAE, porque me parece inútil y no tengo ni tiempo ni paciencia para la docencia. Ya se habló bastante del asunto cuando la exministra de Igualdad quiso quitarle de un plumazo los pantalones que le ha dado el uso histórico a la lengua. El problema de estas chicas es que no pueden ver a la lengua vestida de macho, se ponen nerviosas. Por primera vez voy a ceder y cambiar lo que me piden en un ejercicio de estilo, aunque sea el primer párrafo. Me bajo los pantalones. Veamos cómo queda mi texto cumpliendo con la exigencia de lo políticamente correcto tan en boga en esta sociedad incorrecta.

La verdadera y más auténtica relación de los padres y las madres con los hijos y las hijas es la de rehenes. No sucede así con otros vínculos afectivos. Todo es prescindible menos los hijos y las hijas y quedamos secundados y secundadas a no escatimar sacrificio en prepararlos y prepararlas para que nos liberen, cosa que a veces sólo logramos a medias. Quien no comprenda esta ecuación es porque ese papel le queda grande. Creer que todos y todas somos capaces de dedicar el tiempo de la realización personal a la realización de otro y otra, aunque sean nuestros hijos e hijas, es algo absolutamente absurdo con visos de religiosidad, ya que ni siquiera podemos hacerlo con ellos y ellas sin una dosis de frustración.

Creo que es suficiente. Ahora que está de moda resolverlo todo con alguna terapia, ¿por qué no van a un taller de Lenguaterapia o de Psicoanálisis? Cuidado, Freud fue un machista cojonudo, perdón, de ovarios.