pensar al revés

La caída, foto de León de la Hoz

En este momento uno de los motivos dominantes de las conversaciones y también de las pesadillas de mucha gente con sus recursos mermados es la “crisis económica y financiera mundial”. Dicho así con sus adjetivos la crisis parece enunciada lejos de nosotros y que nos llega a través de la prensa. Sin embargo cuanto más tiempo pasa la palabra no sólo se va haciendo inevitable, sino que también se vuelve tangible, real y dolorosa a veces, siempre con una gran dosis de incertidumbre, dependiendo de cómo se viva, ya sabemos que unos la sufren más que otros. No es lo mismo vivir en crisis que vivir la crisis.

Esta crisis que hoy nadie niega porque hace más pobres a los pobres y menos ricos a los ricos, parece ser el principio del fin de una manera de vivir y la clausura de la época triunfalista del postcomunismo. Se repite el ciclo de las primeras décadas de cada siglo, aunque las crisis sean diferentes. Llegados a este estadio que alguno llamó el fin de la historia, posiblemente la única manera de salir a una nueva era sea pensar al revés. No para rehacer lo mal hecho, ni rectificar errores, sino para poner patas arriba el sistema que nos ha llevado a creer más en el dinero que en la persona, más en el parecer que en el ser, borrando centurias de idealismo y espiritualidad e imponiendo una cultura que ha creado una imagen banal de nosotros mismos.

No todo vale, ni todo crea valor. Y sobre todo el valor económico no es el bien supremo. Esa es una de las ideas que parece defender la plataforma Democracia Real Ya que convocó a través de internet una manifestación con un amplio respaldo en todo el país. Sin credo político, ni religioso, ni profesional, sin importar la posición social o económica, todos contra el orden actual de las cosas y por nuevas reglas de juego, esa es la única ideología que tiene sentido. Todo cuanto hemos aprendido y toda la rutina donde nos movemos conduce al mismo fin de enajenación del que además ciertos políticos responsabilizan al hombre de a pie. Somos víctimas e incluso cómplices, no culpables. Habrá que pensar al revés pero de nada valdrá en la práctica si nos quedamos con los brazos cruzados. Ver el Manifiesto.