reflexión: votar a los pequeños

Libertad de expresión en la plaza de Sol. Foto de León de la Hoz

La gran duda de quienes mañana somos convocados a las urnas es a quién votar. Hay quienes no dudan por convicción y disciplina, otros por miedo ideológico y están los que siempre votarán a un partido porque siempre lo hicieron. Los demás dudamos sobre todo cuando queremos cambiar cosas que nadie desde el poder se ha tomado el trabajo de querer cambiar.

El PSOE en ocho años se ha ocupado de achicar la nave que hace agua poniendo tapones de papel higiénico: leyes controvertidas y contradictorias que han favorecido a sectores y no al funcionamiento del sistema. Han sido medidas de corte electoralista, promesas cumplidas a sus correligionarios. Ciegos y embebidos de su propia borrachera social, a veces abriendo mal una caja de Pandora como es la de las autonomías.

El PP no ha hecho otra cosa que tirar balones fuera, haciendo una oposición mediocre, soñando con el poder desde el pasado aznarista. Ellos mismos han contribuido a generar también este clima de inseguridad e insatisfacción sobre la política y los políticos, sin tomar medidas éticas y ejemplarizantes con sus gobernantes implicados en casos de corrupción, por ejemplo.

Ninguno de los dos grandes partidos ha hecho o han dicho nada sobre la necesidad de mejorar el sistema reivindicando el papel social en la política, a pesar de que desde hace tiempo se ve que la derivación errática de la democracia tiene sus males en la necesidad de una reforma del sistema. Parece que los políticos viven en el mejor de los mundos posibles y cuando miran hacia abajo es con una mirada demagógica. La mediocridad del discurso, la improvisación, el partidismo son sólo aspectos de un comportamiento frustrante de quienes hemos elegido.

La prohibición de la Junta Electoral y el respaldo que ha dado el Supremo rechazando los recursos a favor del 15-M, hablan de la necesidad de cambiar a estos partidos en el poder para que otros puedan impulsar la transformación que se exige desde diferentes lados de la sociedad. Es cierto que debemos respetar las leyes, pero también los gobernantes tienen que cumplir la Constitución a rajatabla y no lo hacen. Cuando la libertad de expresión entra en contradicción con una ley electoral es porque algo falla. Si una ley no sirve en determinadas condiciones y niega el propio desarrollo de la sociedad como es el caso de esta Ley, pues hay que adaptarla y cambiarla. Asunto que los señores del Supremo no comprenden desde sus poltronas sostenidas por la falta de autonomía.

De cualquier manera el poder judicial es una de las cosas que hay que cambiar para hacerlo más independiente y democrático. En las dictaduras uno de los recursos más controvertidos son las propias leyes porque son aprobadas para un fin espurio. En las democracias la ley tiene que ser el espíritu de la sociedad y en este caso la sociedad exige el respeto a la libertad de expresión sobre todo por un objetivo como el que se demanda.

Habrá que votar, claro, porque el voto nulo, en blanco o la abstención respaldan a los dos grandes partidos fortaleciendo el bipartidismo. Entonces habrá que votar a los partidos minoritarios, no importa si derecha o izquierda, cada cual con su conciencia. Votar a los pequeños partidos porque esa es la mejor manera de castigar como sociedad y exigir un cambio. No importa que luego las alianzas les den el gobierno a uno de los dos. Las cosas no se arreglarán en una legislatura, es cierto, pero quizás nuestros hijos ya no tengan que luchar porque se les escuche. La ley electoral exige que hoy sea un día de reflexión, mi reflexión es: votar a los pequeños.