Los políticos son gente peculiar, tanto como pueden ser los anfibios en el reino animal. Podríamos decir que ellos son los anfibios en el reino de los hombres. No es una ofensa decirlo. Es una virtud del político disponer de esa facultad de travestismo, cuanto más desarrollada mejor político se es. Viven siempre en dos entornos o en dos aguas, algunos incluso son capaces de desarrollarse en más de dos adaptando sus órganos a medios absolutamente antinaturales y hostiles. De ese modo, por ejemplo, uno de izquierda puede comportarse como de derechas, centro o radical e inversamente. Algunos, sin embargo, perecen en el intento.
En los próximos meses en el camino de las elecciones generales vamos a ver mucho de eso. No os asombréis. El fin de su comportamiento es la supervivencia a toda costa o coste. La presidenta Esperanza Aguirre no ha tardado nada en poner a prueba su capacidad de adaptación y en su primera comparecencia de la nueva legislatura, después de la victoria arrolladora de su partido en la municipales y autonómicas, le ha echado una mano a una de las reivindicaciones más importantes de los indignados del 15-M y adaptará el reclamo de cambio en la ley electoral.
El gran poeta José Martí dijo que la política es lo que no se ve, él mismo fue un político eminente que al parecer sacrificó su vida para contradecir ese principio. Con su muerte abrió otro camino para comprender la política. Pasar inadvertido, hacer invisibles sus propósitos es una de las especialidades de un político. Adaptarse, apropiarse, camuflarse para vender gato por liebre o viceversa. Todo por alcanzar un fin, el poder o su conservación. Su condición no es la inteligencia ni el conocimiento, más bien la habilidad para acechar y descubrir las señales de peligro que le impidan su sobrevivencia e inmediatamente adaptarse, incluso contra los pronósticos y su propia naturaleza.
Sí, los políticos son como los anfibios. Tienen doble vida y son tan antiguos como la humanidad. Apenas han cambiado a lo largo de la historia, da igual que sean de un partido u otro. Ellos no cambian, se adaptan y viven de lo que no se ve, se alimentan de esa materia ambigua, anfibia. No transforman su entorno, sino que luchan por su supervivencia. Y los hay buenos, malos y mediocres. Son inevitables en la cadena alimenticia y lamentablemente casi todos llevamos uno dentro que nos permite comportarnos en medios que no son los nuestros. A pesar de los políticos hay que seguir el camino de la política, no como fin, sino como un modo de andarlo. Cuidado, estemos alertas.