la revelación de los pies

La revelación de los pies. Foto de León de la Hoz

Llegó el verano y con él los pies. Tal vez sería mejor decir que el verano vino con nuestros pies o con los pies puestos. El verano apareció y con él los pies que ahora son una multitud en todas partes. Yo todavía no he me quitado mis zapatos de invierno. Y es un milagro que a esta fecha no tenga hongos y olor a alcachofas al vapor. ¿Hay algún santo a quién rezarle por los pies? Esta semana tengo que hacer un hueco y salir a comprarme unos zapatos de verano para enseñar los pies como todo el mundo. Los pies al aire y tomando la calle como los indignados del 15-M es uno de los espectáculos más atractivos de estos días, sobre todo para quienes no tienen dinero para ir de vacaciones, ni casa en el pueblo, ni amigos. Lo que se ve hoy en la calle parece la rebelión de los pies en lugar de la revelación del verano. Yo no me lo pierdo por nada del mundo.

El calor trae otra vez la desnudez de los pies, menos mal que se trata sólo de los pies y no la de sus dueños que aún no ha sido tolerada por las leyes. Seguramente sería un espectáculo esperpéntico. Ya lo es en las playas de nudismo, donde se está muy bien hasta que aparecen quienes de verdad creen que todo lo natural es hermoso. Ahí acaba mi talento de mirón. Lo natural no es inevitablemente hermoso y los pies son casi siempre horribles. Si tuvieran ojos y boca jamás el mono se habría puesto en pie para ser hombre, habría huido y tendríamos alas. Por eso ver unos pies dignos de besar, lamer y preservar en una urna son pocos. Los he visto en una amiga que seguro los heredó de alguna imagen de Botticelli, y también en mi rubia favorita que parece no haber pisado nunca el suelo.

Los sufridos pies que uno ve en esta época hablan por sí solos del poco sentido estético de la llamada gente común a la cual un político madrileño les pidió el voto. Yo no le voté, por supuesto. Los pies del hombre común dan miedo, quizás por haber sido maltratados históricamente adquieren una deformación genética. No obstante poco importa la extracción social de los pies, si fue reprimido de alguna forma tiene una monstruosa anatomía y si vivió en absoluta libertad pues será como el de los yetis. Para los pies tiene que haber un término medio y sobre todo mimarlos para que las generaciones futuras del pie sean como las de las vírgenes de Da Vinci. Aunque veces me voy al Prado a ver esos pies y aseguro que son imposibles de lograr por vía natural. Los que me leen saben que ese museo es como mi segunda casa. Tienen el mejor clima de la ciudad y encuentro todo cuanto me hace falta para exorcizar la imagen de los pies del verano, que son una metáfora de la realidad.

Sin embargo el metro es mi escenario favorito para extasiarme pensando en la vida que tendrán los dueños de los pies que viajan llevando cuerpos que no merecen. Allí se produce la revelación de los pies, la manifestación divina del horror. Toda mi vida ha sido la segunda parte del cuerpo que he mirado cuando conozco a una mujer. Miro sus ojos y luego bajo la vista antes de continuar el principio de la relación. Más de una habrá creído que por timidez. Casi siempre mis mujeres han sido de pies hermosos y delicados, cuando no fue así se debió a la atracción similar a un agujero negro que me produjo el culo y me perdí. De hecho los dedos de los pies tienen un misterio relacionado con la dicha erótica de su dueño que los griegos sabían administrar muy bien. Pero se me gasta el espacio y no podré hablar de ello sin que deje de parecer fetichismo. Lástima.