las agonías de gulliver

La agonía de Gulliver, foto de León de la Hoz

Me piden que publique mi lista de los libros que llevaría de vacaciones. Parece que la gente sólo lee en vacaciones o que hay quienes escriben ese tipo de libros. De cualquier modo no creo que con la que está cayendo haya muchos que se vayan de vacaciones. De hecho los más de cuatro millones de parados preferían trabajar mientras los otros disfrutan del descanso. Posiblemente no falte mucho para que nadie quiera irse. También hay quienes me dicen que continúe la saga de «La sociedad idiota». Eso me satisface más porque son piezas de un libro políticamente incorrecto que tengo reposando en la marmita. Habla de muchas de las cosas que aceptamos como buenas, necesarias e indispensables: los nuevos mitos a los que nos hemos sometido mediante políticas informativas, culturales y económicas. Un repaso a lo que nos han hecho creer sin que medie la reflexión ni la disensión. Pero eso tiene que esperar a que mi gato termine sus vacaciones.

Mientras tanto dejo este poema de mi libro Las agonías de Gulliver. Seguramente algunos pensarán que no es un poema para leer en vacaciones, si bien tiene mar y donde hay mar también hay sol y bañistas, aunque ocasionalmente haya además naufragios. No obstante ahí lo dejo y me voy corriendo que mi gato llama.

Estoy atado, roto y exhausto

como el viejo barco en la arena.

Las olas besan mis pies de viajero.

Mis captores pisan mis heridas

al caminarme con el botín encima.

Todo cuanto hay de valor brilla

con la sangre en sus hombros.

Van y vienen doblados por el peso.

Se hunden en mis carnes,

hurgan, cortan, buscan mi alma.

Del dolor me salva el recuerdo

de unos días felices con mi gato.

Veo el final de mi último naufragio.

Me consuela saber que mi alma

la he dejado a mis dos hijos.