Al cabo de una semana de los violentos incidentes en Londres, al fin empiezan a reconocer algunas autoridades inglesas que el fenómeno tiene causas más complejas que las que emanaron del análisis simplista, receloso y sospechosamente manipulador de la opinión en la voz de políticos, analistas y periodistas. Las hemerotecas hablan. Autoridades de toda laya y en todas las lenguas europeas se esmeraron en distanciar la violencia en las calles londinenses de la crisis económica y social que vivimos, reduciéndola a un problema inexplicable de delincuencia juvenil protagonizado, sobre todo, por etnias de los barrios pobres. Aquí en España sucedió algo parecido cuando ciertos elementos marginales del 15M rompieron el credo tolerante y pacifista del movimiento, dando lugar a una catarata de juicios demonizadores que intentaron neutralizar esa rebeldía.
Para no dudar de la inteligencia de quienes emiten estas opiniones limitadas por el prejuicio racista, social o generacional, yo prefiero imaginar que es el espíritu de Cesare Lombroso el que dicta estas conclusiones que desconocen el análisis social, económico y político para etiquetar y condenar las expresiones juveniles de protesta sustentadas en la desesperación, la desorientación y la falta de soluciones. A veces les basta ver cómo se visten para enjuiciarlos. Recordemos que los jóvenes no sólo son los más perjudicados por el desempleo y la reducción de inversión en planes de desarrollo educacional y cultural, sino que también son el principal objetivo de las políticas de atomización social que se derivan del ocio y el abuso de las nuevas tecnologías.
Uno de los elementos que no podemos perder de vista es la edad de quienes protagonizan actos de rebeldía de ese tipo o moderados y con una razón social como es el caso de los jóvenes del 15M, la juventud es un hecho incontestable que condiciona sus actitudes en un contexto de enajenación social, económica y política como el que vivimos. Es difícil e infrecuente que personas de más edad se lancen a la calle masivamente en un acto de desobediencia cívica o delictiva como estos en los barrios pobres de Londres. No sólo son importantes los factores tipificados como de enajenación social, sino también la edad de estas personas. Leamos los acontecimientos de rebeldía en el mundo árabe o mirando atrás las revueltas sociales desde la segunda mitad del siglo XX. El propio superpolicía que devolvió las calles de Nueva York a los ciudadanos, William Bratton, decía que el origen de la violencia había que buscarlo en los problemas de esos jóvenes.
Una cosa es castigar con la ley a quienes cometen actos de violencia y vandalismo poniendo en riesgo la paz social e incluso la economía ya precaria de las pequeñas empresas, muchas de ellas familiares, y otra es no comprender que indirectamente esa rebeldía está asociada a problemas de destructuración social que no son ajenos a la actitud política de los gobernantes y a la crisis económica. La exclusión social, el desempleo, la falta de respuesta política del poder a estos problemas, la destructuración familiar, la pertenencia a minorías de inmigrantes de antiguas colonias discriminados, las drásticas diferencias sociales y la frustración son algunos de los principales problemas que están en la base de esta y otras explosiones que pueden producirse en Europa, no en el uso de las redes sociales como dijeron otros. No se puede mirar para otra parte porque la mecha está mojada y si enciende no se apaga con mangueras de agua. De alguna u otra manera todos los países tienen una generación crítica en un momento crítico, si se desoye puede pasar cualquier cosa. No importa que a veces parezca que caminan al revés ya que esa es una forma de ponerse sobre los pies en un mundo que está boca abajo. Alegraos de que los jóvenes tienen redes sociales pero no liderazgo, entonces sería otra cosa.