un grammy para lena burke

Lena Burke, foto de León de la Hoz

A veces uno es testigo involuntario de hechos menudos que aunque puedan parecer intrascendentes y ajenos al final terminan convirtiéndose en significativos instantes de nuestra vida. Desgraciadamente hay gente que no tiene nada que contar ni siquiera de sus vidas porque son tacañas de las pequeñas cosas. Hace tan sólo unos días en la Pequeña Habana, en Miami, fui testigo excepcional de uno de esos momentos inolvidables que se repiten pocas veces en una misma vida y que merecen contarse, sobre todo porque se produjo por la generosidad de otras personas por las pequeñas cosas. Sucedió en I love calle 8, el lugar donde Malena Burke ha establecido su cuartel general después de un periodo de readaptación lejos de los grandes escenarios. Allí se cocinó la sorpresa que prepararon a Lena Burke, la última cubana ganadora del Grammy latino. Los otros tres fueron para Paquito D’Rivera, Amaury Gutiérrez y Cachao y su orquesta, aunque el gobierno cubano y alguna cadena hispana no se dieron por enterados.

Lena es hija de Malena y nieta de Elena Burke, un mito para la música cubana como lo es Lola Flores para la española. Lena no es sólo un apócope de los nombres de sus mayores, sino también el tercer vórtice de un triángulo que completa un ciclo de tres generaciones, unidas por el talento y el éxito, que siempre es preferible si se deriva del primero como el caso de las Burke. Su carrera, a pesar de ser la joven de las tres, habla por sí sola de que se trata de otra Burke y no de una advenediza con apellido. El premio, luego de tres nominaciones, es sólo el reconocimiento a una obra y un género. En mi criterio lo mejor está aún por verse si es que la industria y el mercado le dan esa oportunidad. Hay premios que llegan tarde o no llegan y, en todo caso, en ocasiones poco tienen que ver con la dimensión real de algunos artistas, Lena y las Burke por extensión son un caso. Sin embargo nunca sobran.

Esa noche pude oír y sentir cómo tres vidas dedicadas a la música se unían para que quienes estábamos allí agradeciéramos ser cubanos. Una celebración de sentimientos, belleza y bondad por parte de Malena, que dio todo cuanto la hace una de las dos reinas vocales de la Cuba actual, la otra es Omara, todavía. Estábamos para escuchar a Malena celebrar a su hija y de paso recordarnos que en alguna parte la Burke mayor, Elena, seguramente se reía con su voz profunda e inigualable. La apoteosis llegó cuando Malena interpretó “20 años” de María Teresa Vera, la mejor versión que puede haberse escuchado nunca a pesar de Omara y la propia autora de una de las piezas más hermosas del cancionero cubano. La canción se alargó hasta hacerse interminable o eso sentía o deseaba nuestro yo musical agradecido, nunca lo sabré porque no hay grabación de ese momento. Sin embargo fue uno de esos instantes memorables en mi vida en el que pude creer que la vida es eterna en cinco minutos, como dirían Jara o Cortázar.

El Grammy a Lena es un reconocimiento y llega justo cuando posiblemente sea la hora de las encrucijadas para ella. Su talento musical y versatilidad vocal merecen más. Probablemente lo que haga inolvidable esa noche, es que celebrando el talento de Lena uno comprende que ser cubano es un sentimiento incomparable e inefable de pertenencia a algo que puede ser simplemente una canción, no importa en qué lugar o en qué momento nos sorprenda para agradecerlo. El Grammy era la excusa para que diéramos fe de aquella comunión, que partía de la invocación de una espiritualidad y una cubanía de la que Elena Burke era la expresión mayor de cosas aparentemente pequeñas que nos unían en la música.