Mariano Rajoy ya es presidente. Llega después de una larga y polémica carrera en la que casi se asfixia. Posiblemente sea el único presidente que ha llegado a ese cargo en contra de gran parte de su partido y del sector más duro, tras una larga experiencia como ministro y luego de ser derrotado como candidato presidencial, siempre bajo el largo brazo de su valedor y enterrador el ex presidente Aznar. Tiene una larga experiencia como gobernante, es un sobreviviente y como tal tiene un sexto sentido que lo hace posiblemente la mejor elección para dirigir el país en un momento como el actual. Eso lo hace el político más hábil, resistente, tenaz y con mayor ambición. Cualquier otro habría desistido de querer llegar a la presidencia del país y menos con la herencia que recibe. No hay que esperar milagros, sin embargo ha sido elegido para que los haga. Nunca fue más libre para gobernar, veremos cómo lo hace.
La elección del equipo de Gobierno es lo que mejor define a un presidente. Rajoy ha elegido el suyo y con ello ha tomado una posición definitiva y responsable al margen de la politiquería, el populismo y el ala extremista de su partido que es una parte importante del mismo y también del electorado. A pesar de contar con el importante respaldo de la mayoría absoluta, se ha definido en el discurso de investidura como un reformista y no sigue los pasos que pudo andar complaciente con la otra tendencia de la derecha española. Haber elegido con independencia al partido dando un volantazo hacia el centro es lo que nadie esperaba, menos dejando en la cuneta las esperanzas de Aguirre de situar a los suyos cerca del primer poder. De cualquier manera el presidente electo lo tendrá difícil con su partido, con la economía y con la sociedad.
De momento y por primera vez Rajoy deja las cosas claras de lo que quiere, un gobierno de centro derecha, reformista, pragmático y con experiencia en los asuntos que los responsables de cartera tienen entre manos, sin hacer concesiones visibles a grupos sociales o de poder, con excepción de la economía. Él mismo, en un acto insólito, se ha situado para presidir las reuniones de economía. Parece que le ha llegado la hora a Rajoy de bajarse de la escalera donde no se sabía si subía o bajaba. Las acciones de los gobernantes de la derecha han dejado una expectativa deprimente en el manejo de los asuntos sociales que siempre han sido el estandarte de la izquierda, no hay que pedir peras al olmo, sin embargo habrá que dar un voto de confianza a quien parece querer contribuir a sacar a España del hueco donde nos ha dejado la vocación social de Zapatero, un hombre que terminó enfermo, hablaba con la izquierda y escribía con la derecha. Posiblemente sea muy difícil hacer las dos cosas, así que prefiero uno que lo haga a su manera pero arregle lo que hoy es más importante. Luego ya veremos.
Si Rajoy hace lo que dice tendremos dos países en vez de uno, el que dirigirá él y otro que dirige su partido en las autonomías y ciudades a lo largo de la geografía española. Los últimos más en la línea de lo que se espera de la derecha tradicional y el gobierno central en el papel de conciliar los intereses de cara al poder bancario-financiero y de la política internacional del primer mundo. No me parece mal si eso sirve para aliviarnos de los problemas que nos dejan los socialistas. Prefiero a uno que no me gusta dándome la cara, a otro que sonríe para todo y no le puedes dar el timón de la barca en la tormenta. Que el presidente se haya llevado al sensible y vital ministerio de Justicia a Ruiz Gallardón, el eterno rival de Aguirre y la peor derecha, es la mayor definición que podía hacer de sus propósitos. No obstante esta decisión nos deja en manos de la esposa del ex presidente Aznar. Los madrileños pasaremos el Niágara en bicicleta, sin pedales y con las alas del obispo Rouco Varela. Preparaos el trasero y esperemos los primeros cien días.