el cuerpo de la crisis

El cuerpo de la crisis, foto de León de la Hoz

Lo peor de la crisis es el cuerpo de ella, esa parte humana, concreta, que palpita a merced de las palabras y en la cual se afianza. Si no la viviéramos y la palpáramos podría ser invisible, ya que los medios no han mostrado la envergadura real de su pobreza. Se trata de una crisis que al parecer no tiene pies ni cabeza, así se muestra cuando escuchamos el diagnóstico y las recetas para tratarla. Es como si se quisiera curar un cáncer con las medicinas de un resfriado. Si nos dejamos llevar por las noticias se trata más bien de una crisis de palabras, en ellas se produce casi toda la relación que tenemos con el cuerpo de la crisis. Los telediarios y los periódicos nos agobian con el lenguaje y los asuntos que antes estaban reservados a los especialistas, son palabras con una densidad inhumana, inventadas para mentir sobre la verdadera naturaleza de la enfermedad.

Las palabras no son inocentes de que nos hubieran escondido el cuerpo del delito. Nunca son inocentes. Visto así pudiera creerse que es una crisis verbal, sin embargo no lo es. La crisis tendrá muchas palabras y poca cabeza, pero tiene rostro y cuerpo. Tiene el rostro de más de cinco millones de españoles desempleados con más de un millón de familias donde no entra ningún sueldo. Y tiene el cuerpo de una sociedad que empieza a enfermarse a causa de la depauperación paulatina, como los mendigos que pasan mucho tiempo a la intemperie. Los sectores más vulnerables y las áreas más estratégicas para el futuro son las más afectadas, como si el cerebro y el corazón del cuerpo estuvieran sufriendo con la terapia. Tal vez ahora, cuando sabemos más de palabras que antes nos ocultaban cómo funcionaba el cuerpo de la crisis, podamos hallar otra medicina al menos para curarnos de políticos y tecnócratas. Ya va siendo más difícil la impunidad.

No sabemos cuánto tiempo este cuerpo va estar enfermo por la crisis, ni siquiera si empeorará o será curado. Si lo leemos con las palabras que nos rodean aparentemente todavía es un cuerpo sano, además de hermoso, pero si lo vivimos bajando hasta él empieza a verse enfermo, corrupto por la fealdad, la depresión y el miedo. Yo no sé nada de economía y cuánto más leo y sé, mejor comprendo el razonamiento de Goethe al decir que con el conocimiento se acrecentaban las dudas. Sin embargo algo sé de cuerpos y el que veo en la calle, a diferencia del de la foto, aún espléndido, ya no es lo que era antes.