Escritores cubanos de dentro y fuera han hablado, hablan sin mirarse a los ojos, unos en Cuba y otros en la diáspora. Lo hacen sobre lo mismo, los cubanos casi siempre nos repetimos desde hace más de cincuenta años. Los cubanos siempre estamos hablando aunque no recuerdo quién dijo que la inteligencia del hombre se mide por el silencio de quien escucha. Sabemos desde hace mucho que nadie escuchaba, ni escucha, ni quiere escuchar. El motivo es una vez más la relación de los escritores de afuera con los de dentro y viceversa, que es aunque se quiera ocultar una relación política. No hay relación que no descanse en los problemas políticos que generó primero la Revolución y luego la evolución de la misma. En el fondo de todas las relaciones del cubano está la política, omnipresente, castradora y frustrante, que lo condiciona todo. Lo que oímos hoy ya lo hemos vivido y está latente dentro del contexto de enajenación que vive la nación.
Lo nuevo de esta discusión es que está siendo originada desde donde siempre se ha condicionado el diálogo cuando no se ha mutilado. Y lo peor es que hasta ahora se está discutiendo en la periferia y con un lenguaje y un razonamiento absolutamente ordinarios e incluso insolentes. Lo que dicen mis colegas desde La Habana es razonable aunque ingenuo, puede que interpreten una visión personal y honesta aunque con la anuencia oportunista de un gobierno que pone y dispone según sus intereses coyunturales, ahora es un enfermo terminal que intenta sobrevivir automedicándose anticatarrales y al que yo no le daría ni crédito ni medicina. Así de claro. Desde afuera lo que leo son medias verdades y tópicos en muchas ocasiones fundados en la ignorancia y el rencor –razonamientos y análisis convencionales y manidos– que dan pábulo a la creencia que el régimen inocula en la psicología del cubano de dentro sobre el exilio, de alguna manera presente en alguna intervención de la mesa de la UNEAC, por lo menos lo que podemos ver en el video que nos trasmite la noticia. Y no es así, el exilio, diversificado y estratificado es más que esa visión maniquea.
Últimamente se está poniendo de moda un espíritu de vendetta literaria. Desde afuera se asumen posturas que no se justifican para quienes vivimos en una democracia de la cual ya debíamos haber aprendido algo. También se hizo desde dentro y algunos de los que ahora enjuician a sus colegas fueron cómplices, victimarios o víctimas. Son viejas y se supone superadas posturas de discriminación hacia quienes viven dentro, haciendo poco caso de la ética cuando se olvida que quienes lo hacen pertenecen a una misma comunidad, una familia rota por el odio político. No recuerdan dónde vivieron y cómo se vive en esa casa. Repiten el modelo defensivo que la dictadura ha impuesto en todas sus acciones que es también el del oprimido, la indefensión y el victimismo que se sostiene en los enemigos para sobrevivir. Dos Cubas aparentemente muy duras enfrentadas pero que llevan en el alma la bayamesa y un reservorio de transfugismo, oportunismo e hipocresía. Dos Cubas en el mismo plato.
Ahora nuevamente vuelve a salir el tema de la literatura, los escritores y el lugar de ambos en la cultura cubana. Confieso que es un tema que no me interesa en lo absoluto, creo que la literatura se hace con palabras como dijera Mallarme a Degas y lo más importante es escribirla con libertad donde sea y talento si se tiene. Tampoco me interesa si me publican o me leen allí. La política es algo meramente coyuntural que ojalá los cubanos de dentro pudieran abordarla de otra manera, habrá futuro a la poca buena literatura que se hace en ambas orillas. Si lo que está en tela de juicio es la actitud política de los escritores tendremos que hablar de política en cubano, hagámoslo, convoquemos un encuentro de escritores para hablar abierta, seria y responsablemente de política. Si al gobierno de Cuba le interesa realmente reconocer a los escritores que viven fuera tiene que abrirse a todos porque nuestra relación tiene que ver con la libertad y la política, no se puede vivir y pensar desde fuera sin tener una actitud crítica hacia dentro. A mí personalmente no me interesa hablar de literatura. La literatura es demasiado aburrida para hablarla si no se puede escribir y hablar libremente. No mareemos la perdiz.