Una amiga especialista en jóvenes con problemas decía que aunque pareciera insólito muchas mujeres se enamoraban de la idea de ser madres, pero algunas de ellas nunca llegaban a evolucionar ese deseo en sentimiento materno y menos asumir el sacrificio que implicaba su consagración. En ocasiones los hijos primero serían un objetivo y luego el objeto fetiche de la realización del cual dependía parte de su propia felicidad. Con la democracia sucede algo parecido. La democracia es el sistema político por excelencia donde mejor se conforma el ideal político y social de la humanidad, hasta tanto se demuestre lo contrario, incluso con los defectos e imperfecciones que al final del siglo veinte empezaron a ponerse en evidencia. Sin embargo hay ciudadanos y políticos que aunque se enamoran de la idea de la democracia, nunca llegan a ser demócratas del todo porque serlo obliga a una serie de actitudes, más allá de sentirse, verse o quererse como demócratas. Los hay demócratas a ratos y de oficio, igual que madres, aunque sean dos de los privilegios más hermosos de que puede disfrutar el ser humano.
Ser demócrata tampoco es una condición exclusiva de la democracia, ser madre si lo es de la mujer. Incluso en las dictaduras, como la cubana, que es la que llevo como un tatuaje en la retina, hay personas dentro del propio aparato represivo que piensan como demócratas y procuran comportarse como tales en la medida que les es posible contorsionarse para escapar de los rígidos parámetros impuestos por el gobierno, a veces a riesgo de altos costes individuales. Son los que en ocasiones contribuyen a alcanzar la democracia durante una inflexión del régimen dictatorial que sea. En el lado opuesto, en las democracias, hay individuos que sacan lo peor de sí mismos antidemocráticos, y no sólo es un problema de formas. Lo vemos tanto en la derecha como en la izquierda que siempre se cree modelo de virtudes. Son los que están enamorados de la idea de la democracia pero la sienten como un objeto o un medio, no como un fin, y pueden en determinadas circunstancias actuar como antidemócratas con la intención de hacer cumplir lo que entienden por democracia o para preservar determinados valores que para ellos están por encima de la misma, como la identidad o la patria. En ello se acercan al patrón de las dictaduras.
La todavía joven democracia española en los últimos tiempos de crisis ofrece muchos ejemplos de esta inadecuación entre la realidad y el deseo democráticos. Por ejemplo, el gobierno de izquierda de Rodríguez Zapatero, campeón de los derechos civiles, a pesar del rechazo popular modificó la Constitución para atajar el déficit con el cual el gobierno de derecha de Rajoy ahora en el poder nos estrangula por el bienestar del país y el futuro. Este mismo gobierno adopta una serie de medidas represivas de tipo estructural con la intención de ahogar en unos casos la protesta social y en otros para salvar las finanzas, la economía y el empleo. La presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, acaba de anunciar su preferencia a los símbolos patrios en detrimento de la libertad de expresión. Hay un sinnúmero de ejemplos que motivan a perfeccionar la democracia para no sentirnos más huérfanos de ella. Es un axioma: la democracia se defiende con más democracia. Aunque para algunos es mejor restringirla si afecta otros intereses, cualesquiera, incluso particulares. Los gobernantes siempre tienen razones y saben lo que nos conviene, tal vez son como las madres que tuvieron, eso en parte es inevitable. Además, actúan en legalidad y legitimidad democrática por el voto que les damos cada cuatro años para que nos gobiernen.
Cuanto más ineficiente es la economía más eficiente es la represión y peor se percibe la democracia en la calle. Las estadísticas son el lado frío de la realidad pero no menos concluyente. La OCDE prevé un notable aumento del desempleo para el próximo año, más de 5 millones, algunos hablan de que puede llegar al 25 por ciento de la población, y la Cruz Roja dice estar atendiendo a un millón más de personas en absoluta indefensión social. A este paso alguien tendrá que venir a salvar la economía, pero también a la democracia, ya que ambas están resentidas. Tal vez deberían avisar a mi madre. Si los gobernantes no pueden, que avisen a mi madre. En crisis la democracia es una de las víctimas.