las vergüenzas del juez dívar en manos del poder judicial

Guardias civiles, foto de León de la Hoz

Como dicen que él mismo suele llamarse, el juez Carlos Dívar es el cuarto hombre más importante del país, preside el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial. Se dice que es muy devoto, temeroso de Dios y tradicional. Llegó a ese cargo porque era el hombre de paja después que el presidente de entonces, el socialista Zapatero, se pusiera de acuerdo con el partido de oposición, hoy en el Gobierno, para repartir el poder político en el poder judicial. Lastimosa costumbre que afecta directamente a la credibilidad de uno de los cuatro poderes y a la democracia. Nadie se habría fijado en él si no hubieran salido a la luz pública sus excesos de hombre viejo, con poder y moral flexible. Es tan opaco el escenario de sus actuaciones que ya son pocos los que lo protejen por cautela de no ser afectados políticamente, sólo el Poder Judicial dividido le mantiene tirado el capote cuidando las pelotas del jefe.

Supuestamente gastó más de 30 mil euros en más de 30 viajes privados con hospedajes y cenas de lujo con cargo a las cuentas institucionales. Según se empieza a decir su guardaespaldas no sólo se las guardaba del peligro. La cara del juez cuando no ejerce de juez, en los vídeos que fueron censurados y restablecidos, le pone en evidencia. Parece en todo caso un malversador de carnes y placeres prohibidos a su religión, tal vez lo haya hecho por amor. Por defecto profesional no puedo dejar de imaginar a su excelencia echándose en pelotas en brazos de su guardaespaldas. La vida privada no tiene ninguna importancia para los demás si no comporta daño de cualquier tipo a terceros. Lo relevante es que ese tráfico de placeres personales pudo hacerlo a costa del dinero público. A pesar de los datos el Fiscal General desestimó la querella sin abrir el expediente apenas y el Consejo del Poder Judicial hizo lo mismo por mayoría, no obstante que la situación es insostenible.

Según parece la propia conformación de paridades políticas en el alto poder judicial, da lugar a que el mismo sea un sitio donde se van matando a cuchilladas palaciegas, pero también que se protejan entre sí en nombre de la institución o no se sabe que otros motivos espurios, lo más probable es que ese sitio sacrosanto de la justicia y la ley tuviera el tejado de vidrio. No sabemos a ciencia cierta si protejen las pelotas del juez o la dignidad de la institución. Lo cierto es que estamos asistiendo a uno de los espectáculos más deprimentes de la democracia en uno de los pilares de la misma. Es el colofón de un recorrido accidentado en el que el poder judicial ha interpretado esperpénticas actuaciones como la destitución del juez Garzón o el perdón al banquero Botín, amparadas por la ley, faltaría más, que han llevado a la sociedad a expresar dudas sobre la eficiencia, la fiabilidad y la igualdad de todos ante la ley. Digan lo que digan, la ley puede que sea ciega, pero también es interesada.