la vida es eterna 90 minutos en pelotas

Pelotas, foto de León de la Hoz

En pelotas la vida puede ser eterna. Aunque el título lo parezca, no quiero hablar de la duración ideal del acto sexual para que dicha práctica nos alargue la vida, ni de la sensación de eternidad durante ese período en el cual los amantes se intercambian las vidas. No se trata de sexo aunque hable de pelotas. La vida puede ser eterna en noventa minutos de fútbol como las que jugó ayer España contra Italia, igual que lo fuera para Jara en cinco minutos de nostalgia o Cortázar en un segundo al creer en la relatividad de la experiencia del tiempo. El roce ligero y fugaz de otra mano en el autobús puede crearnos una isla atemporal con un puente a otra vida. Hoy los estudios de las partículas nos hacen suponer que podría ser posible la alteridad.

Ayer durante noventa minutos el tiempo se detuvo al jugar la selección española de fútbol como si entre todos tocaran un instrumento. Más que verlos, se oían mover el balón. Fue como escuchar la suite Iberia de Albéniz tocada en pelotas por once jugadores. Sólo quienes no soportan la música sin palabras, desnuda, podían acusar a los españoles de aburridos. Lo dijeron los italianos y tuvieron que sufrir la melodía que tocaban los españoles en dos tiempos que les habrá parecido una temporada en el infierno. La victoria de España frente a Italia fue una experiencia sensorial de noventa minutos en otro tempo y realidad, unos en el paraíso y otros en el infierno. Durante esos minutos, incluso, se olvidaron las incertidumbres y consecuencias de la crisis.

Posiblemente el fútbol haya empezado a ser otra cosa desde ayer, una pieza o un balón para ser tocado con un instrumento de cuerdas. Será difícil oír decir a alguien que no le gusta el fútbol porque es rudo o aburrido, si no es alguien a quien le incomode hacer sexo al menos noventa minutos. España ha reinventado el fútbol que no será más un deporte atribuible a los hombres, en todo caso un baile para hombres en tacones que nos haga olvidar por breve tiempo lo que somos. El fútbol al fin se ha liberado de sí mismo.