josé domingo, la resistencia pasiva

Ahorcado, foto de León de la Hoz

Hace unos días encontraron ahorcado en su propia casa a José Domingo, un humilde vendedor de periódicos en una población de Granada. Se quitó la vida antes de que entraran los empleados del Gobierno a ejecutar una orden de desahucio. José Domingo había dejado de pagar la hipoteca que tenía contratada con un banco, no sabemos cuál. Este podría ser un dato menor, si no fuera porque la ocultación voluntaria o involuntaria de la identidad del banco está protegiendo a sus asesinos. Seguramente no era una cantidad importante, sólo que cualquier cantidad puede ser una riqueza cuando se es pobre. El valor de una simple moneda puede ser inconmensurable para quien no la tiene y no puede conseguirla. Si pensamos en ello, yo que soy un mal pensado, puedo creer que el crimen que comenten con miles de familias es doblemente inmoral.

José Domingo no es la primera víctima mortal de la crisis que se está financiando con el sacrificio de los españoles. Si es el primer sacrificado que alcanza las páginas de los periódicos que en otras ocasiones miraban al otro lado. Lo cierto es que todo el mundo mira al otro lado. Todo el mundo va a lo suyo en su burbuja hasta que estalla, el propio José Domingo debió ser uno más que iba en su burbuja ocupándose de vender las noticias sin saber que él mismo lo sería, aunque para entonces ya no se pudiera vender. La naturaleza humana es así, nada nos importa más que nosotros mismos, primero estamos nosotros y luego los demás y lo demás, empezamos a querer desde adentro hacia afuera y cuanto más nos alejamos de nosotros mismos peor somos. La idea de que uno tiene que quererse a sí mismo y luego ayudar a los otros está tan extendida como distorsiada.

Si abrimos la ventana de nuestra casa, protegida, y alejamos un poco la vista podremos ver a muchos José Domingo que antes no lo fueron. El futuro está a la vuelta de cerrar esa ventana y para muchos puede ser similar al de éste padre de familia. Hace un año, cuando desde aquí yo escribía con pesimismo razonado, en contra del optimismo con el cual pretendían la izquierda y la derecha terminar con la crisis, muchos de aquellos que me pidieron optimismo e indulgencia hoy forman parte del 25 por ciento de desempleados y del millón de familias que no pueden comer. Las estadísticas, odiosas y manipulables, a veces corroboran la realidad. Lamentablemente no basta con quererse uno mismo para esquivar una situación como la que vivimos o solucionar problemas que nos aquejan como a veces la psicología popular nos aconseja con visos de conformismo. Mientras haya tanta gente que vaya a lo suyo lo que hacemos es alimentar con agua y azúcar un sistema enfermo que reclama una nueva terapia.

José Domingo ha llevado al extremo la resistencia pasiva que muchos hacemos o decimos hacer, aunque seguimos alimentando el sistema como becerros. Al otro día de quitarse la vida José Domingo, otro señor besó a su hijo y se tiró por la ventana cuando tocaron a su puerta los empleados del sistema a aplicar el desahucio. Hay muchos que están pensando hacer lo mismo. Sin embargo estamos hechos de una sustancia tan particular que todavía seguimos alimentando al sistema como si no fuéramos esa parte del sistema a la cual le toca poner la peor parte. El dolor de los demás sólo tiene sentido cuando se acerca a nuestra carne. Tal vez la única manera de que las cosas cambien es que las cosas empeoren. José Domingo ha resistido pacíficamente y lo ha pagado con su vida, su vida es el precio que tiene nuestra comodidad de espectadores en un circo donde la gente se suicida para resistir. Eso me recuerda a los indios cubanos que antes de ser exterminados por los colonizadores se resistían ahorcándose de los árboles, resistían pacíficamente.