Cada mañana lo primero que hago desde la cama es estirar la mano y recoger el iPad para leer las noticias. Es como el último de mis actos. Miro alrededor para cerciorarme de que mi vida sigue siendo la misma y compruebo mi existencia en el mundo de las noticias rodeado de la pestilencia de las mismas. Estoy otra vez en la realidad que me aborda cada día al despertar. Es un ritual del que no puedo huir y al cual no le falta nada: expectativa, incertidumbre y dolor en un mismo escenario al que estamos obligados, aunque nada nos ate más que la necesidad de saber que estamos vivos, a pesar de todo. Cuanto más sé, mayor es la certeza de que vivo en un esfínter.
No soy el que está peor, tampoco el mejor situado. Sencillamente me conformo, como un notario que certifica cada mañana que vivimos en un lugar donde no queremos y que tal vez por ello nos obligan. Conozco a muchos que ni siquiera se dan cuenta todavía dónde viven, sin bien al andar salpican de mierda a los demás o escupen la porquería al abrir la boca. Hay unos que están más arriba de mí y otros que están más abajo, dependiendo de ese lugar de cada cual es la cantidad de incertidumbre y sufrimiento que se soporta. Los que peor viven son aquellos que ni siquiera están aquí porque fueron expulsados, nadie sabe a dónde.
Lo que más me desmoraliza cada mañana es ver que aquello que antes era hermoso ahora vive aquí en este lugar inseguro e inmundo. Lo que queda fuera brilla y huele como los recuerdos que uno tiene de su infancia. Casi nada escapa a este sistema que fue creado para nuestra felicidad y es que la felicidad a toda costa también engendra mierda. Un ecosistema creado para la enajenación que nos gustaba disfrutar termina en el ano de otros donde vivimos. No voy a decir nombres ni hechos de quienes nos mantienen aquí porque podría parecer un signo de rebeldía. La rebeldía no es un signo de madurez, sino de desesperación, madura es rebelión, y yo sigo pensando que esto es una pesadilla de la cual voy a despertar.
Cada mañana estiro la mano hacia la porquería que nos rodea. Sin embargo cada vez pienso que pueda ser hacia la luz. Que todo termine como en un sueño al repetir alguna palabra leída en la prensa, como aquella que dijo Charles Foster Kane para renacer en un sueño: Rosebud.