música para recordar a un amigo

Ayer un amigo me escribió un hermoso correo donde me decía que haber estado juntos lo recordaba con una sensación musical. Nuestro encuentro con otras personas no podía describirlo, sino sentirlo como se siente una melodía. Según él pensar en esos momentos le traía a la mente el fragmento de una pieza musical de Ennio Morricone que fue compuesta para el filme Érase una vez en el oeste, de Sergio Leone (1929-1989). Érase una vez en el oeste no sólo fue la película que inauguró un género nuevo, también descubrió a Clint Eastwood en las tierras de Almería donde John Ford le gustaba recrear el lejano oeste que aún los americanos creen ver en sus obras.

Yo no creo que la música tenga la exagerada capacidad de influir sobre el espíritu y la mente que algunos quieren hacer ver, como una de las tantas religiones que a finales del siglo veinte se conformaron. Se puede ser un ser humano excepcional con sordera. Grandes melómanos no habrían compartido su afición con asesinar y sentir placer con el dolor ajeno. Primero tendríamos que saber de qué música se trata y de cuál género hablamos. Sí creo que toda la música amplía el universo sensible y por tanto la capacidad de la emoción que es una de las condiciones humanas, de modo que nos enriquece al margen del sentido utilitario que pueda tener. La posibilidad de que una experiencia como la de mi amigo pueda ser sustituida por la emoción musical, tiene un componente más sólido que aquella magdalena que introdujo Proust en la taza para recobrar el tiempo perdido. Eso es suficiente para creer en la capacidad de música para hacernos vivir más y mejor.

Ennio Morricone hacía la mejor música comercial que se puede disfrutar. Sus piezas son como baladas o boleros sin voz de una calidad insuperable, que se ajustaban como guantes a  las películas para las que fueron creadas, sin embargo alcanzaron la factura de sinfonías para ser oídas en cualquier momento fuera de su contexto natural. La pieza que dejo aquí es una de ellas y es una de esas que me hacen recordar a la gente que no está. Si en Érase una vez... era la armónica y en La misión el oboe, aquí es el arpa la que inicia eso que mi amigo no puede describir con otra experiencia que la del espíritu. La leyenda del pianista en el océano es el homenaje a las personas que uno quiere y no puede estar con ellas. http://youtu.be/HJUVNdFeeMs