¡ÑOO!, se murió álvarez guedes

Me gustaría decir que Álvarez Guedes no ha muerto. Pero no es así, se ha ido a los 86 y no precisamente a Pensilvania. Lo único que alivia este vacío que deja es creer que haya sido como pedía en su cuenta de Twiter: “Dios!! Mátame antes de dejarme ser un viejo cagalitroso…” Me gustaría decir que no ha muerto, porque no tendría que pensar entonces que una parte importante de Cuba se está muriendo con él. Cuba es un país que una de las cosas por las que existe y es amada es por la alegría, como casi todos las naciones con el indeleble componente africano, donde el humorismo es parte consustancial de su ser.

Si algo une e identifica a dos cubanos es la forma de reír –junto a la postura que se adopta al escuchar la música nacional. Mucho más que la literatura o cualquiera de las llamadas bellas artes, el humorismo oral como modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas (RAE), sin duda es con la música la gran patria y en ella Álvarez Guedes ocupa un lugar de honor. Siempre habría sido preferible tener un presidente como él, antes que otro que quiso matar al pueblo de aburrimiento y tristeza.

Paradójicamente, el lugar donde no podía vivir y fue prohibida su voz, su país, es uno de los países de más tristeza por kilómetro cuadrado, si contamos con el nivel de frustración colectiva e individual. Él mismo contribuyó con su humor no sólo a sostener el diario de los vecinos de Cuba dispersos por todo el mundo, sino también a contener el mal humor que en los últimos años se extiende como una epidemia entre los humoristas cubanos. Hoy no sé quién nos hará reír poniéndonos un espejo delante para leernos.

Yo no sé si el chiste o cuento cubano es un lenitivo contra el dolor o una anestesia. Es cierto que como parte del choteo a veces uno quisiera que la gente pensara más y se encabronara más. Lo que sí podemos saber es que Álvarez Guedes nos ha hecho reír dejándonos ver a nosotros mismos con las miserias, los problemas y los tópicos que nos identifican. Si alguien me pregunta qué es un cubano, podría decir su nombre. Me gustaría decir que no ha muerto para que nos dejara seguir muriéndonos de risa, pero compadre, ¡se murió Álvarez Guedes! Eso dirán. Dios lo habrá matado.