Mientras en Europa nos llevamos las manos a la cabeza y tiramos del pañuelo al ver las imágenes de las familias que huyen de sus países en guerra, continúa la crisis migratoria y los países se deshacen en el caos y el terror. Hasta nosotros llega el hedor de los cuerpos untados de sudor y barro cuando la televisión nos muestra los campamentos de refugiados. Es un rato en el que nuestros corazoncitos se estrujan, sin embargo esos miserables siguen sufriendo la misma situación día a día y cada hora a la espera de que las naciones hagan algo más que alimentar nuestra hipocresía. Estados Unidos también vive una triste situación con las deportaciones que separan y destruyen las familias, hijos nacidos en el país donde sus padres no pudieron acceder a una green card son separados, suponiendo una terrible secuela.
Cuba no vive una situación tan diferente a otros países exportadores de hombres y mujeres que huyen, aunque sí más desconocida. La isla es un enorme portaviones lleno de personas ansiosas de volar o llegar a alguna parte, la isla misma se movería hacia algún lugar si pudiera desenclavarse de los arrecifes y la multitud de cayos. Ya todos sabemos que no es el mejor de los mundos posibles, aunque todavía cierta izquierda escorada y encallada en el pasado no se atreva a reconocerlo. Cuba, receptora de grandes flujos migratorios, se ha convertido desde 1959 en una gran productora de emigrantes, obligados por la política en sus inicios y últimamente por la desesperanza, que de cualquier modo es política cuando sus raíces tienen lugar en un régimen arruinado ideológica, política y económicamente.
La historia de ese exilio cubano, que es larga y compleja, a veces sólo se recuerda por el éxito del mismo, sobre todo en Miami gracias al papel que los Estados Unidos han desempeñado como refugio y segunda casa para los cubanos. Se olvida entonces que la inmigración es también una historia de dolor. Hoy mismo esa historia continúa en miles de cubanos que vagan por Centroamérica después de haber huido de la isla con la intención de cambiar sus vidas. La historia se repite y repetirá hasta el fin de la situación que origina el deseo de huir. En Europa se sabe poco de estos parias cubanos, sin embargo esencialmente son iguales a aquellos que huyen del caos terrorista de países como Siria, también a los sudamericanos que se juegan la vida en la frontera mexicana por pasar a Estados Unidos aunque luego puedan deportarlos si sobreviven. Los cubanos no sólo huyen porque ansían un mundo mejor, sino porque huyendo aminoran el dolor, ese en fin es principio del que huye.
A continuación la Carta abierta que ha llegado a mi buzón con la intención de que sea divulgada por todos los medios y que yo suscribo.
Carta abierta al presidente Juan Manuel Santos
Presidente, ayúdelos a pasar.
Señor presidente,
En la población de Turbo, cerca de la frontera de Panamá, hay unos 1270 cubanos que intentan desplazarse hacia Estados Unidos. Se amparan en un principio explícito de la Declaración Universal de Derechos Humanos suscrita por todos los países que conforman la ONU: Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
En este momento el gobierno colombiano los controla y vigila. Piensa deportarlos hacia Cuba o hacia Ecuador, de donde proceden muchos de estos emigrantes cubanos. Entre esas personas hay numerosos niños, ancianos y mujeres desvalidos.
Estos cubanos, como tantos otros, no desean vivir en Cuba. Conocen el socialismo real, saben exactamente el horror de ese sistema y, como no pueden hacer nada diferente, porque no hay democracia ni otras opciones disponibles, votan con los pies. Huyen.
En Estados Unidos encuentran la manera de trabajar, estudiar y rehacer sus vidas, beneficiados por la llamada Ley de Ajuste, que les permite acceder a la residencia al año y un día de haber arribado al país por alguna frontera. Al poco tiempo se incorporan a esa sociedad y la inmensa mayoría se convierten en ciudadanos productivos obedientes de la ley.
Colombia es un país de más de 46 millones de habitantes que puede ejercer la compasión con este pequeño grupo de inmigrantes. ¿Qué sentido tiene obstaculizar los planes de estos cubanos? Ayúdelos a proseguir su camino, presidente Santos, pactando con México la salida a ese país, como en el pasado han hecho Costa Rica y Panamá. No interrumpa las ansias de libertad de estas personas. No se convierta en su carcelero ni en la persona que troncha sus sueños.
Presidente, ayúdelos a pasar.