Ha muerto Fidel, ¿y ahora qué? Esa es la pregunta que se hace todo el mundo. Responderla no es fácil, la Revolución cubana nunca ha tenido un derrotero previsible. Lo único que podemos saber hasta ahora es que Fidel ha muerto el viernes pasado y que su muerte fue anunciada por su propio hermano. Por ahora es imposible saber si murió realmente en esa fecha, aunque eso no es importante. Lo relevante es que ha muerto quien estaba muerto políticamente desde hacía bastante tiempo. Ha sido una muerte ridícula para un héroe de su causa. No fue asesinado por la CIA, que según dicen le preparó la muerte más de 600 veces con asesinos que tuvieron miedo de matar a quien parecía invencible. Tampoco murió de un balazo en combate a pesar de que tuvo más enemigos que nadie tanto fuera como dentro de su país. Ni siquiera fue una bala que se disparara él mismo para acabar con una vejez que iba apagando el mito, y que por la cual pudo padecer al contemplar cómo su ideario se diluía en manos del hermano. Murió en la cama, quizás quejándose, arropado por la compasión y las lágrimas de los suyos. Murió como un mortal. Murió sin más, como un anciano cualquiera vencido por el tiempo y esa es la peor derrota que puede sufrir un hombre que nunca se daba por vencido.
Ha sido la muerte más esperada y anunciada de la historia. Y ahora podremos empezar a saber si la historia lo absolverá o no, posiblemente no. Esa oportunidad se esfumó el día que perdió el olfato y la astucia política que lo había caracterizado para sobrevivir y se dejó vencer por la tozudez, la intransigencia y la intolerancia, dejando pasar el día de iniciar él mismo un cambio que en el mundo se había impuesto a la caída del muro de Berlín. No debería pasar a la historia un gobernante que podría hacer historia por sacrificar a un pueblo que no lo ha elegido, con el que nunca contó para tomar las decisiones que empeñaron su futuro y al que engañó con un discurso sin vigencia práctica ni teórica, guiado únicamente por sus convicciones, fobias y obsesiones, y no por el consenso del propio pueblo que igualmente ha de ser corresponsable de los destinos del país. Fidel perdió la ocasión de haber sido quien iniciara y terminara un proceso histórico cubano para dar comienzo a otro.
No obstante, podría pasar a la historia porque la historia se escribe con diferentes manos y hay razones para creer que se puede pasar a la historia por diferentes motivos, incluso los más paradójicos. No sabemos cuándo empieza la historia y tampoco cuándo termina. La actualidad en América Latina con muchos de los problemas que alimentaron el mito de la Revolución, dígase Fidel Castro, son una condición preeminente para la elaboración de una utopía que escoja aquellos fragmentos del discurso que sirvan para el relato de esas realidades. Una cosa es lo que pasará con el mito dentro de Cuba y otra en aquellos países americanos donde las realidades son diferentes. La historia personal de Fidel Castro puede ser editada y redimensionada como un mito a pesar de la forma en que murió. Si su causa hubiera sido la iglesia habría sido un santo, como ha sido la Revolución podría ser ese mito que necesitan los estamentos más populares de la sociedad.
Guste o no a sus detractores y aduladores, Fidel es una de las personalidades más significativas, influyentes y controvertidas de la segunda mitad del siglo XX con un gran peso en el acontecer político internacional, sobre todo latinoamericano. Con luces y sombras que unos y otros se ocuparán de resaltar convenientemente, desde la represión a las libertades hasta la liberación de Nelson Mandela. Sería bueno para la salud de Cuba que ahora se juzgara su papel de esa manera en el periodo de la Revolución, pero sabemos que eso es imposible en la isla actual y es una de las herencias negativas que nos deja. El país debería juzgarlo y dejar sí, entonces, que la historia lo absolviera o no. Ese día llegará y será cuando empiece la verdadera historia que se inicia con su muerte.
Fidel Castro ha muerto y con su muerte empieza un nuevo periodo porque muerto sabremos cuánto puede ser útil o inútil. Veremos si Raúl quiere pasar a la historia como quien cierra y abre una etapa de la historia que ayudó a construir con su hermano, y si es cierto que hasta hoy se debatía la sobrevivencia del país entre el idealismo fidelista y el pragmatismo raulista. Habrá que ver cuál es la vuelta de tuerca que da el actual gobernante para vencer la inercia de los cambios o si por el contrario el símbolo de Fidel crece y se convierte en el ariete que usará la corriente más conservadora. Todo puede ser en una isla donde la política se maneja entre lentas y pesadas bambalinas. La deprimida economía, la situación internacional, la edad de los gobernantes, la nueva oligarquía política y económica emergentes y la precaria relación con los Estados Unidos como nuevo sustentador, son factores influyentes. Posiblemente la situación actual con el nuevo presidente Trump necesitaría nuevos gestos de Cuba, que impidieran una reversión de las relaciones entre los dos países. Nunca un muerto podría ser más útil en una coyuntura como la actual, aunque no sabemos si Raúl será capaz de aprovecharlo.
Fidel ha muerto en la cama pero con las botas puestas. No lo ha matado nadie y eso es bueno para que el símbolo sea de baja intensidad, regulable. Tal vez se haya matado a sí mismo por no reprimir su enfermizo protagonismo y mostrarnos esa cara humana de abuelo malcriado al que le dejan deambular por la casa. Los mitos pueden aparentar ser humanos pero no dejarse ver como tales y cuando se humanizan pierden la capacidad de seducción, él lo supo y lo cultivó mientras fue dueño y señor de sus actos. Las pocas veces que lo tuve cerca recuerdo aquellos detalles que cultivaba de la seducción, todo en él parecía diseñado para alimentar la idea de lo diferente. Al contrario del Che y Camilo, los otros dos grandes seductores de la Revolución, él parecía un ente y así se hacía ver. Camilo y Che, ambos muertos para ser símbolos, el primero de la Revolución necesaria y el otro de la guerra innecesaria, no sobrevivieron a la Revolución derrotada. Fidel sí y por eso está muerto antes de morir, hoy está muerto y con su muerte la Revolución pierde su último símbolo, ya no le queda nada. A muchos les hubiera gustado leer de Fidel lo que escribió Álvarez Guedes de sí mismo: “Dios, mátame antes de dejarme ser un viejo cagalitroso”. Entonces seguramente Fidel habría empezado a ser absuelto por la historia y a tener otra vida después de la muerte.