Martí
sálvame de los patriotas
y de su patria.
Quítame esa bandera de encima
con barras y con sangre.
Y dame una blanca como la rosa
que vista a todos los santos,
los que te afirman vehementes
y los que te niegan tres veces.
Ni altar,
ni pedestal,
ni sacrificio,
quiero yo donde hemos nacido.
Ninguna iglesia,
ningún obispo
que oficie tu adoración.
Danos una palabra
que no sea patria,
otra que no sea bandera,
y no dejes que nadie muera por ellas.
Danos tu alma,
nada más,
y pónsela a tu gente sobre la herida.
Martí,
sálvanos de ti y la idolatría,
y vuelve a dejarte morir
para empezar a levantar otra vez
la casa
que acoja a toda la familia
con todos lo que se fueron,
incluso a los que no te quieren,
y una tumba
donde quepan todos los muertos.
Martí,
deja que se queden con la patria,
pero que nos dejen Cuba
no importa dónde,
ni porqué.
Poema del libro La mano del hijo pródigo, de próxima aparición.