elegía de invierno / león de la hoz

las flores que pondrían sobre mi tumba.

Pudo haber sido hermoso, incluso poético,

que mi alma diera un paseo entre las tumbas,

y bajo los árboles como un sinsonte viejo

picoteara el dobladillo de las faldas de las señoras.

Pero he tenido que venir a morir en invierno,

la estación que todos esquivan para viajar.

Hace tanto frío que no siento mi cuerpo,

los asientos de mármol huelen a carnicería.

Puedo sentir el peso doloroso de la soledad

en mi costado izquierdo donde descanso.

Oigo el viento esconderse en los cipreses

y un perro olisquea mis zapatos de anciano

que se niegan a emprender el viaje.

Nadie sabe que he muerto, ni siquiera yo.

Me ha faltado tiempo para poner un aviso

o escribir un correo a mis seres queridos.

Sólo puedo asegurar que todavía estoy aquí,

en medio de la blancura de los mármoles,

viendo caer las estrellas a través de la ventana.

Soy el invierno que habla de sí con su alma.

Estoy solo y he sido abandonado en la estación,

todos han huido hacia el verano de la playa.

Dentro de poco, cuando también se vaya el viento,

arderá mi cuerpo y sabré si estoy muerto.

Mi alma arderá como las alas de una luciérnaga,

rápidamente, y cambiará de cielo a uno más tibio.

No sé adónde irá, pero sé con quién estará

en esa oscuridad con la cual llenamos los pulmones

todos los días que nos faltan por morir.