Poemas

ARMA HOMICIDA DE JOSÉ EDUARDO VÁZQUEZ

Hace ya más años de los que quisiera, en Artemisa se formó un grupo de jóvenes en torno a los libros y las palabras y yo estaba allí de paso. El mismo lugar donde Cuba pareció tener su paraíso en la plantación de café de Cornelio Souchay conocida por Angerona, que Lezama situó en varias ocasiones en el contexto de lo insólito, como aquel pasaje de La cantidad hechizada donde imagina a José María Heredia durante una siesta para describir uno de los más hermosos poemas del poeta: “Véanse las ruinas del cafetal Angerona. Qué mejor siesta que entre aquellos aromas rubios.”

Yo estuve allí adonde llegaban esos aromas y con ellos vi crecer a Albertico Rodríguez Tosca, siempre en ese lugar donde sólo él podía hacerse invisible como la poesía y visible a la amistad, junto a René Suárez, Nelson Valdés del Busto, Roberto Rodríguez Lastre, José Eduardo Vázquez, Alberto Águila, Clara García, Ana María Pérez y otros que no puedo recordar. Un grupo heterogéneo de admiraciones mutuas, bondades y amor por los libros. Entonces mi trabajo era ponerles el hilo de Ariadna en las manos, sabiendo que unos saldrían ilesos después de matar al Minotauro y algunos morirían en el intento. Como no podía ser de otro modo, la pasión por la literatura los llevó a la amistad y a su celebración cada vez que era posible celebrar las conversaciones. Así fue forjándose la complicidad de sobrevivir en grupo a esa aventura.

Eran tiempos en los que mucha más gente de lo aconsejable quería ser escritor y los talleres literarios florecían y marchitaban como jacintos sin pena ni gloria, algunos de los actuales escritores de este siglo fueron eso que en el siglo pasado se solía llamar “talleristas”. En ese sentido, algunos mucho le deben a los talleres lo que dejaron de ser o lo que son realmente, en realidad no eran para aprender a escribir como creyeron, sino para aprender a amar a los fantasmas de los libros en los que les hubiera gustado convertirse como autores.

Yo pasaba por allí junto al camino de la perdición que es el que tomamos cuando nos enamoramos de los libros. Entonces no sabía que más tarde podría hablar de ellos como un grupo, eso lo supe hace pocos días cuando uno de ellos, el autor de los poemas que se publican aquí, me envió su Hoja homicida con la cual pude saber que había sobrevivido.

José Eduardo Vázquez era uno de aquel grupo de aventureros del cual hoy siento una gran satisfacción. No es poca cosa un grupo como este que destaca en una ciudad que cuenta con una asombrosa tradición de grupos literarios, revistas, imprentas y escritores como Manuel Isidro Méndez, el primer biógrafo de José Martí; Tranquilino Sandalio de Noda, el naturalista que asombraba al propio Martí; y la revista Proa encabezada por el conocido periodista y escritor Fernando G. Campoamor, autor entre otros de una peculiar historia del ron, El hijo alegre de la caña de azúcar.

Los poemas que se reproducen aquí pertenecen al libro Hoja homicida (2019, Editorial Unicornio.

el artista


salta   le dicen   inicia así las consabidas volteretas en el aire

de este modo transcurren sus días

de este modo   su vida pasa de un lugar a otro lugar

¿por qué lo hace sobre la cuerda y no

       /sobre la sombra que el tiempo va dejando en el tiempo?

¿por qué lo hace sobre la cuerda y no

                                     /sobre las lluvias que calaron su alma?

¿por qué lo hace sobre la cuerda y no

                                  /sobre el amor que le ciñe desde dentro?

salta   salta   salta   le vuelven a conminar incesantemente

sin embargo   ya no sabe   no alcanza a comprender

                /de donde viene esa voz que desde su mismo origen.
poema

                                                                                        Tendríamos ya una edad misericordiosa, …
                                                                                                            
                                                                                                           César Vallejo


Tendríamos ya una edad misericordiosa, …    sí    una sombra y una pared

frente a nosotros el tiempo   la pared   más la sombra regurgitando

sombra   edad   pared   frente a nosotros la ciudad que nos impedía discernir

                                           /entre el tiempo   la bala   el arma presurosa y tú

llamando   diciendo que no perdía … tiempo el tiempo…La sombra…

la pared que nos ronda   rondó desde siempre

desde nuestro propio y ominoso nacimiento

puesto que todo continuaba siendo el mismo espectáculo enardecido

los hijos   nuestros hijos despreocupados

y las muchachas   por más que quisiésemos ignorarlo

no habían llegado aún para advertirnos    para participarnos que   a esta hora

tendríamos ya una edad misericordiosa

una edad   de la cual     pudiésemos avergonzarnos cada día.
tercera oración

(pasa el ángel)

                                                    …ángel repetido de la melancolía,

                                                       secuéstrame del tiempo

                                                      y disputemos ahora el destino invariable de la mortalidad, …

                                                                                           Abel G. Fagundo


II

¿fue quizá el mismo viento   las hojas acumuladas en el patio

                              /lo que nos obligaba a la constante espera?

todos     absolutamente      nos reunimos junto al conocido circulo

aguardando que ancianas de manos blanquísimas

                                                 /iniciasen su liturgia cada tarde

el camino de la desmemoria   como es fácil sospechar

lo descubrimos al asomarnos a la puerta

sus ojos   raras mudanzas    todo lo sostienen   …de todos se alejan…

¡qué difícil salvar el umbral cada mañana   si en el espejo   alma mía

                                                           /también nos hallamos detenidos!

qué difícil adivinar en el origen cuando el olor ambicionado

                                                   /no es posible avizorarlo en la mañana

III

pero de modo inesperado regresamos a los cuentos del abuelo

los ojos del lagarto    para todos constituía el centro

el peligro sobre nuestras vencidas cabezas

la confirmación de ignorar a toda hora una costumbre

qué importaba entonces una mariposa muerta

qué importaba la taimada confesión

la patraña urdida a espaldas del hermano

qué importaba el arma si al final

al que debe morir    jamás se le pregunta el parecer


IV

escuchábamos más tarde el lamento quebrantando la sombra

el niño como es fácil suponer    lanza de repente su pelota

ira a romperse contra el viejo muro

mañana   como tantas veces   ha de rodar otra cabeza

otra pelota será aventada

otros novios entre tanto ordenarán su mañana

si al menos supieran

si al menos les alcanzara la sospecha de algo

la vanidad por alguien

si al menos tuviesen la medida más sublime del amor

cuando nosotros   del mismo modo   consideramos cosas parecidas

V

¿y si las islas parten?

¿y si las islas por fin deciden su propio viaje

/ignorando la merced que les otorgan las mareas?

¿quién cuidaría de los acantilados?

¿quién de estas playas si las naos ahora

                   /permanecen abandonadas   solas?

VI

pero ante tanto ruego toda insubordinación es el riesgo

es mejor ensayar cualquier pretexto antes del almuerzo

jurarnos el amor lanzándonos piedras   conchas

esqueletos dormidos…de los más dormidos peces…

es por otro lado más oportuno tomar indolentes el gobernalle

y sin otros sublimes sobresaltos instalarnos en cubierta

es más oportuno ignorar que el mundo lleva en su seno

otro grito   otro arpón   otro tiburón traspasado.
si no miramos a las islas


si no miramos a las islas

si no entendemos lo que representan las islas

el ir y venir de los cuerpos por la orilla

…los cuerpos de los marinos dormido   ahogados…

inmunes incluso al llamado más sublime de sus barcos

si no fuera posible que otros    al igual que nosotros

atendieran al trasegar adánico de las hojas

al paso licencioso del aroma del café

si mañana se desploman todas las creencias

y las madres   envueltas en un próspero envilecimiento

                             /son capaces de traicionar a sus hijos

si sus hijos   recogidos permanecen   sumidos

           /en un difícil espectáculo de flores acompasadas

                      /que retorna a un espacio perpetuo de luz

si el sudor al fin comienza por sorbernos la cara

y las jóvenes las entregamos al amor más reprobable

si una noche distinta   diferente de otras noches conocidas

          /se nos acercan para conducirnos a un sitio no deseado

si a pesar de todas las costumbres se puede confiar en el reloj

si a pesar de los atrevimientos continúas ignorando a la abuela

/que sin rubor frota sus dedos enflaquecidos en el cristal de la vitrina

si a pesar de los intentos   nuestro olor   queda prendido a las paredes

si los portales pudieran llevarnos a desechar otras costumbres

enfrentar sospechas no resueltas

si las sospechas-insistimos-son el modo más antiguo

                                                                     /de pararnos frente la ventana

de saber   cuándo un tiburón    un pequeño tiburón nos ronda en la noche

si de repente descubrimos en nuestra casa a la mujer

/que no es nuestra mujer    fornica desde la noche anterior sin descanso

si no atendemos al Padre

si nos creemos condenados por la

… maldita circunstancia del agua por todas partes; …

del agua y de las paredes

de los peces alucinados    relegados a la humedad íntima de sus cavernas

si de repente no se entiende porqué la mujer del soldadito lleva a tal

/extremo el escote de su blusa

si otra sombra idéntica parte a buscarnos

si no atendemos al que más tarde llegaría

si de repente descubrimos los cuerpos dormidos sobre las olas

y al hombre que sin prisa se nos acerca mostrando una señal idéntica

entonces   sencillamente entonces    otra luz   descenderá presurosa.

poema

avanza   no te detengas   le dicen desde todos los rincones posibles

no mires hacía atrás porque mirar no te salvará de la probable alevosía

…el pan nuestro…    lo recibirás por el vano de la ventana

así no tendrás que cruzar una y otra vez con tu hogaza al hombro

con tu alma al hombro como lo hace el asesino con sus culpas bajo la luna

avanza y no te detengas   le vuelven a corear    pues al doblar la esquina más cercana

tu doble te espera con sus dudas para aniquilarte.

José Eduardo Vázquez Rodríguez (1957). Perteneció al taller Literario Manuel Isidro Méndez desde su fundación, ha publicado los libros Baladas por el agua (2004), Los ojos del lagarto (2016) y Hoja homicida (2019), con las editoriales La puerta de papel y Unicornio, respectivamente. Fue finalista del Concurso David de Poesía (1989), ganador del Concurso literario Juan Cantalapiedra (2003), Mención del Concurso Mina Pérez 1991, y del Concurso Rubén Martínez Villena (2005) de la antigua provincia de la Habana, además fue finalista del concurso “Cuentos en Movimiento”. Trabajos suyos aparecen publicados en la revista digital española La Antorcha del siglo XXI, y en Todo Miranda en Venezuela. Actualmente trabaja como Promotor Cultural de la Casa de la Cultura “Delfín Fleitas Lima” del municipio de Artemisa, Provincia de Artemisa, Cuba. Ha participado como jurado de eventos literarios en su municipio y en las provincias Habana y Artemisa. Una valoración de su obra aparece publicada en el libro Por los extraños pueblos, de Norberto Codina.