A nadie le podría decir que estos poemas de Belkis Cuza Malé llegan aquí por sí solos, vienen siguiendo la resaca que ha dejado el debate generado por el estreno del filme El Caso Padilla, de Pavel Giroud. Obra incompleta como casi todas, que sin embargo adolece de un punto de vista sesgado y desequilibrado, donde el poeta Heberto Padilla, fuera de un contexto insuficientemente documentado, da lugar a las más peregrinas ideas. No obstante, por otro lado, es loable que esa película haya traído a la palestra uno de los hechos más lamentables y sintomáticos de las relaciones de la cultura con la política. Ya quisiéramos que vinieran otras muestras que nos trajeran un poco de aquellos hechos acunados en el olvido con la complicidad de la política del silencio y la manipulación de las autoridades de la isla.
Los siguientes poemas forman parte de la selección que hice para mi antología La poesía de las dos orillas (1959-1993), publicada en Madrid primero por Libertarias (1994) y luego en Betania (2018). La poesía de Belkis Cuza Malé, lamentablemente no ha alcanzado al visibilidad que debiera, siendo una pionera del tratamiento de temas asociados a la redención de costumbres acuñadas por cierto feminismo, al mismo tiempo que su lenguaje es un paso adelante en la poesía escrita por mujeres.
No ha sido casual que estos poemas volvieran en estas páginas, pero sí es totalmente justo por la poeta y para la poesía.
Si interesa, aquí mismo se ha publicado el testimonio de Belkis en el 51 aniversario de la publicación de Fuera del juego: https://leondelahoz.com/2019/03/27/la-detencion-por-belkis-cuza-male/
YO, VIRGINIA WOOLF, DESBOCADA EN LA MUERTE
La soledad y el silencio nos expulsan
del mundo habitable,
¿qué ojos mirarán sin recelos
las aguas del río en que me pudro?
¿qué mendigo robará mi único cuerpo,
y para qué querrá disfrazarse de mujer?
¿durante cuántas noches seré el espíritu del pobre diablo
que acampa en Londres bajo la llovizna?
Reconstruyo el pecado.
Me lo sé de memoria.
Un día y otro día
apagan la lampara central,
cierran ruidosamente puertas y ventanas
y ya nadie ofrece recompensa por nuestra captura.
Un día y otro día,
el mundo se hace tan habitable
que ya no estamos en él.
Envejezco.
Bajo la máscara de gran dama subyugada
me estoy poniendo vieja,
no encuentro bella tu nariz,
tu curiosidad insaciable de silencio.
Pronto se irá el invierno para no volver,
o no estaré yo aquí para esperarlo.
Seré tan vieja que se reirán de mí,
que no entenderán nada,
que esperarán con ilusión mi muerte,
para cuando todo haya sido
cubrir los espejos,
arrastrar mi cuerpo por las escaleras,
maquillar mi nuevo rostro
y vestirme con el traje de novia
que han lavado secretamente desde antes.
No les daré gusto.
No voy a envejecer.
No voy a morir.
VOCACIÓN DE TERESA DE CEPEDA
Ausente de este mundo,
contemplando las nevadas colinas
tras las cuales imaginaba a Dios
(porque detrás no se veía más que cielo)
ella deseó como nunca la vida
y el asombro de no saberse ciega o sorda.
Él le había pedido con un grito amoroso
que volviera,
que descubriera en su rostro el viento,
que descubriera en sus manos la caricia.
Pero el corazón no triunfa,
Dios está en todas partes,
en su dueño,
su empresario,
su marido,
su hijo,
su amante,
su amuleto.
El corazón no triunfa.
Todas las mujeres son de Dios,
pero él no es de ninguna.
Tarde a tarde, ella ve alzarse las colinas,
pirámides en que la nieve hace su nido,
y piensa en nosotras,
pobres muchachas de provincia,
con vocación para el hogar,
a ratos visitadas por el Diablo
y abandonadas entre las hojas secas
que caen de las sombras de los árboles.
MUJER BRAVA QUE CASÓ CON DIOS
A Sor Juana Inés de la Cruz
Me la imagino toda de blanco,
pintando las paredes del convento con malas palabras,
abrumada por el calor, por los mosquitos,
y el desierto que era su celda.
Supongo que mucho antes, había cometido un desliz
con un caballero que por aquel tiempo
ya era casado, pero que reconstruía su vida de soltero
cada vez que la besaba.
Estoy segura de que cuando él la abandonó,
ella quiso entregar su cuerpo al diablo,
hacerse una mujer práctica e indigna,
y que compró dos o tres trapos femeninos,
lloró un poco,
y luego se dijo: «toda la maldad del mundo son los hombres».
Creo, es más,
que no procuró olvidarlo,
que llevó un récord de las batallas que ganaba,
y que solamente cuando lo mataron
en aquel lío de mujeres
ella puso sus ojos en otro,
y que casó con Dios, el impotente.
EL OMBLIGO DEL MUNDO
En el vientre de una muchacha
hay mordiscos y grandes cicatrices,
carneros que el tiempo casi borra.
Hay huesos y letreros y hebras de cabelleras masculinas
y señales de tránsito;
hay pastillas esterilizadoras,
y bombas de reloj, pistolas, dientes de leche,
fuego por napalm,
hojas y mariposas,
tiestos de flores y anillos de compromiso.
Los grandes crímenes,
los divorcios,
los desahucios,
se hacen en el vientre de una muchacha.
Antonioni filma en el vientre de una muchacha.
El ombligo del mundo
es el vientre de una muchacha.
Buscadores de oro,
reyes alquilados, soldados de chocolate,
mentirosos,
violadores,
profesores de estética,
presidentes de Estados Unidos,
violinistas,
cuatreros,
hombres casados,
curas de aldea,
tramposos,
provocadores,
científicos,
médicos,
trotamundos,
jueces,
proletarios,
caníbales,
parlanchines,
borrachos,
rascabucheadores,
no hurguen más en el vientre de las muchachas
LA VIUDA DE CESARE PAVESE
Pavese, corazón mío,
hoy develaron tu secreto ante una multitud
de interesados.
Todos abrimos la boca para expresar alguna pena.
Dijimos: Oh, Ah, ¡qué horror!
Pero seguimos tan ciegos como el tonto ladrón
que pierde siempre su amuleto.
No estábamos preparados para resucitarte,
por eso nos cogimos de furor
cuando alguien violentó tu complejo de hijo malo:
tener una madre siempre es un problema,
tener un padre, el más grave error.
Mírame, quiero ser la mujer que más amas,
devolverte a la vida, no al juego de los vivos.
Quiero que cuando aprietes el gatillo
sigas pensando en mí, en lo felices que no fuimos.
Quiero que a la hora del absurdo
seas también el grito largo
que en la tarde va penetrándolo todo
el grito que esperan las mujeres histéricas,
los niños aburridos de la paternidad.
Junta tus cartas,
entrégamelas,
provoca la ira
de esa mujer hija del diablo
que te negó su sexo,
por no decir su amor.
Júntalas, amor mío,
que yo me encargaré de hacer con ellas
la gran fogata en que arderán tus víctimas.
Soy tu viuda,
la única heredera de tu memoria,
la mujer que te alentó al suicidio.
Ahora te confieso
que quisiera volver a conocerte
y enamorarme de esos labios torpes.
Pero he llegado tarde,
la muerte siempre fue tu gran amor,
la única mujer que jugó limpio.
Belkis Cuza Malé (Cuba, 1942). Vive en el exilio y es la editora de Linden Lane Magazine, que fundó en Princeton con Heberto Padilla en 1982. En 1986 fundó La Casa Azul centro cultural y galería de arte cubano, que hoy lleva el nombre de Heberto Padilla.
Ha recibido los siguientes premios literarios:
- Mención Premio Casa de las Américas 1962 por Tiempos de sol
- Mención Premio Casa de las Américas 1963 por Cartas a Ana Frank
- Mención Premio Casa de las Américas 1968 por Juego de damas
Ha publicado los siguientes libros de poesía:
- El viento en la pared, Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, 1962
- Los alucinados, 1962
- Tiempos de sol, Ediciones El Puente, La Habana, 1963
- Cartas a Ana Frank, 1966
- Juego de damas, ediciones de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, La Habana, 1971 (destruido); Término Editorial, Cincinnati, 2002
- Woman on the Front Lines, edición bilingüe; trad.: Pamela Carmell; selecciones de Juego de damas y El patio de mi casa (este último era el título provisional del poemarica que se llamría definitivamente La otra mejilla); Unicorn Press, Greensboro, 1987
- La otra mejilla, Ediciones ZV Lunáticas, París, 2007
- Los poemas de la mujer de Lot, Linden Lane Press, 2011