
Detalle de Alegoría del triunfo de Venus, de Bronzino, uno de los óleos más sensuales de la historia de la pintura de un autor con poca suerte.
El amor tiene sinuosos y a veces torcidos caminos como los renglones de Dios. El amor al que solemos referirnos con frecuencia y que es trato de sexos con un valor añadido, es un sentimiento sublime que también puede ser ridículo, peor cuando el sexo se rodea de una parafernalia sentimental ya sea simbólica o concreta de personas que no saben que son sus feromonas y no los corazoncitos enlazados. Lo mejor o lo peor de todo es que puede devolvernos a la adolescencia.
Una de las cosas más difíciles de interpretar y expresar es el amor, por eso es mejor hacerlo que escribirlo o interpretarlo. Y sigue siendo mejor tocarlo en el cuerpo de otra persona que descubrirlo convertido en música o pintura, por ejemplo. Eso que se llama amor y que a menudo va con un arco y una flecha lista es ambiguo y evanescente aunque nos propongamos atraparlo y definirlo. Tanto es así que el sentimiento adopta los más controvertidos ropajes según las personas, las situaciones y las necesidades. De hecho la gente le puede llamar amor a cualquier cosa que llene sus expectativas. Yo viví con una mujer que mientras me decía mi amor me mordía el lado izquierdo del pecho con la intención de llegar hasta mi corazón. La tuve que dejar.
El amor debe ser tan sublime que salvo raras excepciones no parece cursi, aunque sea una cursilería trascendente. Hasta Erich Fromm huele a naftalina en cajita rosa de bombones. Y es que puede que sea inevitable cuando se habla, se escribe o compone música con el corazón en vez de usar el lóbulo frontal del cerebro. Si no fuera porque el tema del poder y la muerte están presentes en Romeo y Julieta hasta Shakespeare se habría hundido en las lágrimas. La literatura y la música, sobre todo, están llenos de toneladas de cursilería tratando de definir el amor, y la vida está y estará llena de gente tratando de alcanzarlo sin darse cuenta de que lo tienen a su lado.
Nadie puede tirar la primera piedra y quienes rechazamos el romanticismo como movimiento artístico y actitud por el exceso de sentimentalismo, razón por la cual preferimos hacer el amor que hablarlo, alguna vez nos hemos sorprendido al leer una vieja carta de amor que parece escrita por una mano que no es la nuestra. Hoy mismo tengo mi corazón hecho una pasa por mi hijo de cada quince días y otro corazón en una cama de hospital y no sé cómo decirlo sin parecer cursi, ya lo dijo Neruda que fue un gran cursi.