Últimamente los amigos se me mueren de dos en dos. Antes no era así, ni siquiera se morían, y mira que a alguno no lo habríamos echado de menos. Cuanto más mueren más rápido cambian en mí algunas ideas y se fortalecen otras. Por ejemplo, la inutilidad de la literatura. Para lo único que sirve es porque te recordaran más que a otros que no dejan un libro escrito. Es una relación con el más allá. La calidad es asunto de una discusión más. La literatura es uno de esos puentes que nos permiten viajar sin pasaporte desde el más allá al más acá. Por eso yo escribo para mis hijos. Cuando el menor pueda leer con madurez sabrá por su padre lo que ahora no puede. Eso era antes, hoy se puede hablar con la muerte de otro modo.
Ahora hay otra manera de viajar en el tiempo y volver desde la muerte con internet. Es una novedosa manera de quedar congelados para ser vistos por los siglos de los siglos en cualquier lugar, momento y dispositivo electrónico. En una pantalla de ordenador, tableta o teléfono se produce la criogenia gratuita. Cuando yo muera seguramente mi hijos podrán leer estas palabras que también están hechas para que me recuerden, aunque sea desechándome. Posiblemente olviden los libros que escribí para que me quisieran y abrirán el navegador para echarme alguna flor, como hacen los cubanos en el mar para recordar a quienes no tienen otra tumba que la de los pájaros y el sol.
Esa nueva herramienta contra la muerte que nos regala internet la descubrí con las pérdidas recientes de Eliseo Alberto y Nidia Fajardo, Lichi y Puchi. Ambos han quedado en esa zona muerta que se llama limbo para siempre, aunque cobran vida cuando hacemos click para encontrarnos con ellos en Facebook, por ejemplo. Es difícil sobrevivir a la literatura, sin embargo es fácil alcanzar la eternidad. Está al alcance de un movimiento de ratón, cuando uno entra en esos mundos estáticos y cerrados de los amigos que nunca más podrán volver a actualizar sus vidas. Las actualizamos nosotros por ellos. Es difícil predecir lo que sucederá con la obra de Eliseo, hijo, o Nidia. Sin embargo de otra manera ya están en la eternidad.
“¿Vuelvo? ¿Retorno? ¿Me reinvento? No lo sé.” Estas fueron las palabras finales de Nidia Fajardo. Así empieza la última entrada de su bitácora, Puchi en alguna parte. Ahí está en cualquier lugar, aunque se haya ido, quedando como la gota de agua que al caer en una superficie ardiente se transforma en flor transparente e iguala a una crisálida. La misma imagen de eternidad se puede ver en el Facebook de Eliseo, Lichi. No está y sigue sumando palabras de los demás, aunque ya no pueda aprobar amigos. Los que hizo van abrazándolo en el largo camino de la muerte.
Yo quería poner en este artículo una hermosa foto que le hice a Puchi con un sombrero de arlequín. Nunca mejor. Pero la vida de errante que uno lleva impide conservar todo cuanto se quiere. Qué importa una foto perdida cuando se nos mueren los amigos, y nosotros mismos vamos perdiéndonos por partes. Menos mal que nos queda otra vida en internet.