el llanto de la izquierda por chávez

Los lectores me dicen que no entienden mi silencio en torno a la muerte del presidente de Venezuela Hugo Chávez. Respondo que no tengo tiempo de ocuparme de todo el que muere, además, no me gustan los obituarios ni hablar de la gente que no está. Tampoco me siento obligado cuando hay tanta literatura al respecto, menos cuando según el actual presidente en funciones, Chávez habla con Dios. Ya había dicho de él en vida, y sano, todo lo que creí en un artículo que publiqué en alguna parte. Hugo Chávez y su boca, por su lectura podrá saberse que no me gustaba ni política, ni estéticamente. Sin embargo, la dinámica religiosa que se incrementa al morir, no se puede decir de otro modo, me motiva una reflexión no sobre el mandatario, sino sobre cierta izquierda española y latinoamericana que desde la barrera gusta de ver agitarse al toro, cornear y morir. Los mismos que ven la necesidad de buscarle otra muerte porque el líder cometió el pecado de morir en la cama y no a caballo como los héroes.

Así que no voy a hablar de Chávez, sino de esa siniestra tendencia ideológica y política que linda con el extremismo, la ignorancia y la estupidez y es como un tumor de la izquierda. La misma que hoy enarbola el ejemplo de Chávez, similar a la que enarbolaron en otros tiempos quienes lloraron a Stalin y llorarán a Castro. Esta izquierda siempre ha necesitado llorar algún santo. Han pasado las generaciones derrotadas por el capitalismo y aún reclaman uno que represente el conjunto de creencias ideológicas y dogmas políticos del salvador. La derecha no tiene ese conflicto porque tiene su santoral. Esta izquierda de por sí tiene un grave problema de identidad, agravado primero por la alternativa socialdemócrata surgida después de la segunda guerra mundial y luego por la desaparición del comunismo a fines del siglo pasado, no obstante que la crisis que vive el mundo, sobre todo el primero, ha dado un balón de oxígeno inestimable cuando había empezado a desaparecer. El mismo, no otro, que ha recibido la extrema derecha.

Esta cierta izquierda carece de un argumentario que presente su alternativa como un modelo exitoso de sociedad, sin embargo tiene sus mártires y su nostalgia. Con los mártires convalidan el triunfo de la personalización de sus ideas. No hay nada que esta izquierda pueda mostrar en la historia política y social de la humanidad como modelo, sino intentos aislados de representación de derechos sociales que revelan más los buenos deseos morales, éticos y sociales que un verdadero paradigma de sistema alternativo. Hasta hoy día el capitalismo, a pesar de la profunda crisis causada por sus perversiones, es el peor modelo pero sin que se conozca otro mejor, parafraseando a Churchill. Lo otro es el deseo de crear el paraíso en la tierra que nadie ha sabido o podido empezar a construir. Sabemos que el infierno está empedrado de buenas intenciones y en gran medida la garantía de los derechos sociales han corrido a cuenta de sacrificar los derechos civiles y políticos fundamentales.

Es una izquierda infantil, con una oralidad ávida de reconstruir fantasías aunque también portadora de un enorme potencial juvenil que no obstante deriva de generación en generación entre la teoría revolucionaria y la búsqueda de modelos que la refrenden. Lamentablemente los más jóvenes repiten los mismos esquemas que sus mayores fracasados, sin saber distinguir el grano de la paja. La idea antisistema basada en muchos casos en supuestos doctrinales del radicalismo latinoamericano, no deja de ser una peligrosa navaja de doble filo con la cual preparan su suicidio. No hay nada más tentador para los jóvenes de esta cierta izquierda que los mitos basados en el sacrificio, la heroicidad y el paraíso de los pobres. Es una religiosidad que incluye hábitos de vida e incluso se vestimenta. La paradoja que siempre se plantea el culto doctrinal de la religiosidad en torno a las figuras políticas de izquierda es que el pulmón de la izquierda es la libertad, pero son capaces de olvidarla a favor de otros derechos que debieran ser consustanciales de la misma.

En el año 2004 la ONU publicó una extensa y documentada investigación sobre la democracia en América Latina, la cual revelaba que más del cincuenta por ciento de la población estaría dispuesta a sacrificar la democracia por un progreso socioeconómico. Hacía aproximadamente diez años que por primera vez el continente disfrutaba de frágiles democracias que luchaban contra siglos de guerras, militares populistas y caciquismos. Ya entonces Chávez había iniciado un proceso de adaptación de las instituciones a su personalidad y proyecto, no de renovación de la democracia por la cual había ascendido al poder, que hubiera sido lo estimable. Lo que Fidel Castro llamó la adaptación a los tiempos. Al escuchar el llanto de esta cierta izquierda por Chávez y después de oír a un diputado de esta corriente pedir un Chávez para España, me pregunto dos cosas: Dado el empacho teórico de esta izquierda que requiere un poco de praxis revolucionaria, ¿por qué no marchan a Cuba, bastión de la lucha, a compartir con los cubanos de a pie, por ejemplo? Y dos: ¿esta izquierda sacrificaría la democracia por un caudillo que prometiera de lo que hoy carece el sistema?

Esta izquierda esquizoide, de dos cabezas diría mi psicóloga, que se enfrenta a uno de los problemas más graves de los últimos cincuenta años en Europa con la crisis política de la democracia, aún no ha comprendido que el referente no está en su pasado, sino en este presente y dentro de ella misma, si quiere convertirse en una real alternativa en el viejo mundo. Dejar de llorar a los hombres y hacerlo por las ideas, precisamente lo que falta a muchos de esos nuevos caudillos populistas de la izquierda, podría ser un buen comienzo. De cualquier modo la mejor manera de construir cualquier sociedad es con libertad. Es el carbón y la mecha de cualquier revolución. No es creíble que esta cierta izquierda luche en la democracia por derechos ausentes en la misma, y por otro lado apoye a dictaduras no importa que sean bajo régimen de legalidad como la cubana. No es creíble, me meto la mano en la sobaquera y saco mi estilográfica.