Guía emergente para sobrevivir al virus sin morir de aburrimiento

Ejercicios de Convivencia

Dr. Cesiah Hernandez y León De la Hoz

Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir.

Gabriel García Márquez
Cien años de soledad

 

 

En estos días gran parte del mundo está sufriendo la agresión de un enemigo del cual se conoce poco, se trata de una guerra inesperada y atípica para la cual no estábamos preparados. Todavía no sabemos realmente cuánto durará, hasta dónde llegará esa amenaza y cuáles serán las consecuencias. La idea que ha predominado de comparar la situación a la de una guerra no es exagerada, si bien la estrategia para vencer nada tiene que ver con los manuales militares. Aparentemente es una guerra que tiene como mejor arma no hacer nada y dejar que el enemigo, invisible y microscópico, se diluya al no hallar a nadie a quien vencer. Sin embargo no es así, mientras transcurre la guerra en el exterior contra el virus que ha ocasionado la pandemia y del cual nos resguardamos en la soledad de nuestras casas y familias, hay un combate en el interior de nosotros mismos que se escenifica entre las cuatro paredes de nuestras casas en condiciones insospechadas para muchos. Se trata del combate por la supervivencia y la adaptación a un escenario que en ocasiones puede manifestarse en emociones y sentimientos que rechazamos de los otros cuando están cerca de nosotros: miedo, angustia, ansiedad, irritabilidad.

Estas páginas más que un manual son una guía para enfrentar ese combate de adaptación a la nueva realidad de un modelo diferente de convivencia. Lo que pretendemos es estimular la creatividad de cada grupo o familia enriqueciendo y adaptando esta guía a sus necesidades. Estamos convencidos de que una de las dificultades mayores que le toca vencer al hombre en los tiempos actuales es la adaptabilidad, a pesar de que el hombre existe como lo conocemos hoy gracias a esa capacidad que se haya en la máquina prodigiosa del cerebro humano. Posiblemente esa capacidad hoy día sea menos aprovechada por la inmensa cantidad de intermediarios que ha desarrollado la tecnología entre el hombre y su entorno, dotándolo de una pasividad sin precedentes que le permite mantenerse distante de la realidad a través de los intermediarios sociales y culturales como los libros de autoayuda e instrumentales tecnológicos que usamos todos a diario. Si a eso le añadimos la dinámica a la que nos vemos obligados para mantener o mejorar el estatus económico y social con el cual pretendemos salvar el entorno vital, pues podríamos resumir que cada vez estamos más lejos de nosotros mismos en la medida en que nos vemos obligados a adaptarnos al mundo de afuera. De modo que tal vez la experiencia que estamos sufriendo de alteración de nuestros modos de vida, puede que nos ofrezca la posibilidad de abrir un ciclo de adaptación a nuestras cercanías donde se entrecruzan los mundos de las personas que queremos y que nos necesitan de la misma manera que nosotros las necesitamos a ellas. Se trata de una vuelta a casa, donde se originan gran parte de los problemas, pero también de las soluciones de nuestra vida, o sea, un cambio del modelo de convivencia.

Ahora bien, esa adaptación a nuestro entorno físico, emocional, sentimental y espiritual que conforma la realidad de la familia y el hogar, que nos va a posibilitar soportar mejor el periodo de cuarentena, no se puede lograr sin los recursos para hacerlo, sin la dedicación, la convicción y la colaboración personal y colectiva, incluso con una dosis de sacrificio para transformar el modo de convivencia por otro que, además, nos permita salir enriquecidos otra vez a disfrutar de las relaciones que hemos dejado congeladas a causa del aislamiento. En este sentido podemos decir que esas actitudes son similares a las que necesariamente han de llevar en sus mochilas los soldados que van a la guerra como parte de su economía personal.

Según nuestro punto de vista, uno de los errores más frecuentes que vemos en las redes sociales, en los artículos que cuentan el problema de las familias que hacen frente a la convivencia y en muchos consejos para soportar el encierro a veces en condiciones difíciles, es que intentan diferir el problema de la convivencia enajenándolo en juegos y distracciones, y alejándolos de la información de lo que está afuera como si con ello pudiéramos erradicar el motivo que produce el miedo, la ansiedad, el hastío, el agobio, la irritabilidad y la angustia que sufren muchos a quienes les cuesta adaptarse. Por eso aquí proponemos un cambio de estrategia, que tiene que ver con no voltear la cabeza, sino mirar de frente el problema, tanto el de afuera como el de adentro, cogerlo, ponerlo sobre una mesa a la vista de todos, describirlo, despiezarlo y analizarlo, antes de volver a ponerlo fuera. Ese proceso de racioanalización con el cual podemos dar una explicación inteligente y racional a cualquier desafío, incluso aunque esa explicación pueda ser errática, necesita de una organización y un método, eso es lo que tratamos de ofrecer en estas páginas de forma breve y orientativa para que pueda tener un uso práctico.

Nosotros creemos que es primordial lograr una normalización real sobre la base de un cambio del modelo de convivencia que ha encontrado la crisis producida por la pandemia, y que la misma no puede ser efectiva sin una previa racionalización que establezca una causalidad entre las actitudes individuales y colectivas y las emociones con la idea de ordenar lógicamente las relaciones interpersonales, evitando cuanto sea posible las refracciones que producen las asimetrías entre el mundo interior y el exterior. Creemos que esa normalización podría estar en función de un nuevo tipo de convivencia sostenido por otras leyes, diferentes a aquellas que habían dado lugar al modelo anterior a la crisis producida por la pandemia del coronavirus. Generalmente se hace una convocatoria a hacer horarios que distribuyan los quehaceres de la casa, los juegos y otros entretenimientos, cuando más se apela a la educación y no abandonar los hábitos de estudio, y a velar por la información que se recibe sobre el acontecer de la enfermedad. O sea, con algunas variantes lo que se hace es trasladar el modelo anterior de convivencia a la nueva realidad de cuarentena, y de paso se encapsula el problema y se enajena en una tabla de actividades como una maratón que, por otro lado, es capaz de producir el estrés indeseado junto con el racimo de factores desencadenantes originados por la situación de aislamiento y encierro, más la acumulación de nodos conflictivos sin resolver en el grupo que se suman a la percepción de amenaza al contagio o muerte de la propia persona, o cualquiera del grupo familiar o de otro tipo con el que se haga la convivencia. En fin, a veces las soluciones son como la mecha de un polvorín.

Los principios del modelo de convivencia en las circunstancias de aislamiento a que obliga la pandemia del coronavirus los hemos situado sobre tres principios: la aceptación para la ADAPTACIÓN, el CONTROL de la información y el APOYO emocional. No está de más reiterar que no sólo se trata de aliviar la convivencia durante el periodo de aislamiento, sino también de aprovechar la coyuntura para intentar cambiar el modelo de convivencia en aquellos lugares donde pueda ser necesario, exista la voluntad y la capacidad de hacerlo, quizás puede que sea el momento de pensar en que después de haber vivido tanto tiempo afuera, podemos regresar y compartir mejor con la vida adentro. Creemos que el camino más corto y menos costoso para recortar los contrastes y las disfunciones de la enorme asimetría entre el mundo de adentro y el de afuera es con la racionalización como punto de partida y las acciones que recomendamos únicamente como orientación están destinadas a este fin.

Esta guía no es un dogma, sino un camino más que puede ser enriquecido por más pasos y otras alternativas para andar.

  1. Es imposible una ADAPTACIÓN a la nueva realidad y con ello iniciar el proceso de cambio de modelo de convivencia si no hay primero una actitud de aceptación. Al revés del sentimiento de derrota ante una situación adversa, la aceptación es la capacidad del individuo de conciliar la necesidad con la realidad: la realidad no puedo cambiarla, de modo que la acepto como es y me adapto a ella para satisfacer mi necesidad aportándole rasgos de mi personalidad, emociones, sentimientos y deseos, de lo cual se deriva a la postre una modificación de la realidad. Dicho de otra manera sería similar al proceso por el cual se trata de aprovechar una situación negativa reconvirtiendo el fin de la misma.

Por ejemplo:

  • Íbamos a salir al cine, pero al llegar a la puerta la noticia de que las autoridades han impuesto el cierre de los lugares públicos nos impide cumplir nuestro deseo. En vez de irritarnos, cambiamos el plan, quizás vemos en la televisión otra película y creamos las condiciones para una velada diferente, romántica, con nuestra pareja, o divertida con los hijos, así que nos damos la vuelta pensando que “no hay mal que por bien no venga”. También podríamos meternos en la cama a leer un libro que teníamos pendiente, tal vez con información sobre la misma película, y de paso descansamos y dormimos temprano que era una cosa que el cuerpo nos pedía después de una larga semana de tensiones. La realidad dejó de ser negativa para convertirse en positiva con la aceptación de la misma y la adaptación de los fines.
  1. Es necesario el CONTROL de la información que llega de afuera sobre los sucesos relacionados con el peligro de la infección y sus consecuencias, pero también la que circula dentro de los miembros de la familia en modo de conductas y emociones que nos pueden poner en alerta del grado de estrés, miedo y ansiedad que se pueden estar generando. Por otro lado, hay que tener en cuenta un factor fundamental y es que el control de la información exógena y endógena es fundamental para el propio autocontrol de los estados emocionales en situaciones límites como las de aislamiento. En definitiva de la efectividad del manejo del control de la información depende en gran medida el incremento y disminución de la capacidad de autocontrol.

Al contrario de lo que algunos aconsejan, no se debe prohibir la información exógena, ni siquiera mediatizarla. Lo que hay que hacer es racionalizarla para alcanzar lo antes posible la normalización. No es el exceso de información lo que hace daño, sino la manera indiscriminada de usarla como consumidores, cualquier cantidad de información sin racionalizar ni discriminar puede afectar nuestros sensores de la realidad y disminuir nuestra capacidad de evaluación. Un mecanismo fácil de racionalización es compartirla con los demás y no dejar que los menores accedan a la misma sin que los mayores podamos comentarlas con ellos, dicha información debe ser proporcional según la edad, y no deben estar dirigidas a evitar el miedo que pueda producir sino a prevenirlo y controlarlo. No se puede mentir sobre el peligro y las consecuencias de la enfermedad para impedir que los demás tengan miedo. El miedo es un sentimiento necesario y modulador de conductas, lo que deberíamos hacer es ayudar a comprenderlo para controlarlo ofreciéndole seguridad a los demás, sobre todo a los menores, relativizando el problema y desdramatizando mediante los recursos de la racionalización.

Por ejemplo:

  • Podríamos preguntarnos o preguntar a un interlocutor que dé muestras de miedo:

Pregunta 1: ¿En el peor de los casos si nos infectáramos podríamos hacer algo?
Respuesta: NO
Pregunta 2: ¿Entonces qué podemos hacer para no llegar a ese punto de riesgo?
Respuesta: Cumplir con las medidas y normas de higiene y prevención de contagio.

Otra manera de racionalizar la información es usar una técnica de focalización.

Por ejemplo:

  • Planteamos el problema, en este caso el de la amenaza de la gravedad de la pandemia, lo describimos con toda su crudeza, estadísticas negativas, riesgos y consecuencias. Focalizamos la atención sobre la parte más alta de la pirámide de los datos. Luego diluimos el foco de interés hacia la parte más baja relativizando el peligro y las consecuencias, diciendo que nada de eso tiene que pasar si se observan con disciplina las normas de evitación de contagio y que sólo esas dramáticas consecuencias se producen en aquellos que no son responsables. A continuación describimos las medidas de higiene personal y social que se han promovido en la población. Si son menores podemos aprovechar el momento para irnos todos a lavar las manos o jugar a algo que les sirva de elemento nemotécnico o de reafirmación de la responsabilidad individual.
  1. El APOYO es fundamental. Cada miembro de la familia es una columna que ayuda a soportar el peso de la casa asumiendo parte de la responsabilidad, apoyando a la columna de al lado y apoyándose en ella pero también permitiendo que esta descanse. El apoyo mutuo es un principio de colaboración fundamental para la cohesión del grupo o de la familia en este caso, así como para la comprensión de la información y el proceso de adaptación a la realidad. Una situación de apoyo con afecto positivo propicia la colaboración entre los individuos y facilita la estructuración de los estados emocionales, además de que cuanto mejor sea estructurada una situación y mayor sea la interdependencia será menor la ansiedad generada. El acompañamiento de unos y otros favorece la empatía y viceversa ayudando a crear un círculo mediante el cual se fortalece el sentimiento de pertenencia. El apoyo es una acción consciente del afecto que unos y otros se tienen y por ello es indispensable para facilitar que todos los procesos cognitivos y emocionales del grupo funcionen adecuadamente, el apoyo con la cualidad del afecto positivo activa la personalización tan necesaria para fortalecer los vínculos interpersonales del grupo o familia y aumenta la capacidad de ofrecer confianza y seguridad a los individuos.

En situaciones de aislamiento por amenaza exógena el sentimiento de pertenencia e identidad es una consecuencia cognitiva y también emocional que necesita ser estructurada con el apoyo del afecto positivo, de lo contrario cada comportamiento individual y diferente, cognitiva y emocionalmente, podría ser reflejo de la falta de apoyo o del apoyo negativo con graves consecuencias para el funcionamiento del grupo o familia. La historia de las guerras están llenas de ejemplos, pero quizás el ejemplo mejor conocido es el que se deriva de la novela El señor de las moscas, de William Golding, en la que un grupo de jóvenes sobrevivientes de un naufragio sufren una degeneración civilizatoria.

OBJETIVOS:
1. Rebajar el estrés ocasionado por la cuarentena y mantener unos niveles de confort emocional que, además, preparen a las personas para el momento en que acabe este periodo.

  1. Evitar que el estrés producido por la cuarentena degenere en posibles estados crónicos y situaciones que atenten contra la salud mental, la cordialidad y el equilibrio de las relaciones familiares.
  2. Establecer un marco de confianza y seguridad familiar frente a la incertidumbre que proviene de la información exterior.
  3. Propiciar la adaptación de la familia a una situación excepcional que mejore las relaciones interpersonales e intergeneracionales, cambie, mejore y ayude a establecer un estatus nuevo de las mismas.
  4. Estructurar un clima emocional y sentimental que separe y aísle la vida familiar de los estados de ánimo que genera la crisis sanitaria fuera de la casa y la contaminación informativa.

METODOLOGÍA:
1. Organizar con nuevas rutinas la vida que ha quedado desestructurada al modo en que habitualmente los miembros de la familia cumplían sus horarios y deberes.

  1. Establecer un plan de actividades y horarios centrados en los intereses de cada miembro familiar en el que cada uno pueda participar acorde a su interés individual o el interés colectivo.
  2. Las actividades deben caracterizarse por ser flexibles, variadas y en ningún caso deben sacrificar el interés individual de los miembros.
  3. Establecer determinadas rutinas, premios y “castigos” a modo de juego que tendrán un miembro responsable para cada una. Se debe evitar el castigo y aún menos que si este se produjera no tenga una explicación racional y moderadora de la conducta.
  4. Las actividades serán consensuadas y contarán con un responsable de las mismas con el fin de crear un criterio de responsabilidad horizontal con roles nuevos.

ACTIVIDADES:

Establecer horarios y tareas individuales y colectivas en dependencia de las características de los miembros de la familia y de las edades de los mismos con vistas a crear rutinas, responsabilidad e independencia. En este sentido la estimulación de los recursos motivacionales son fundamentales después que hemos sabido “qué” quieren las personas con las que compartimos la situación y “cómo” hacerlo.

La organización mental y física del medio ambiente ayuda a crear seguridad y propicia poder mantener, crear y reparar las relaciones interpersonales de los miembros. El orden es un factor equilibrante que contribuye a los equilibrios cognitivos y emocionales.

  1. Dar a conocer las tareas con antelación disminuye el estrés. Se dejara de percibir el tiempo futuro como amenaza por el desconocimiento de lo que vendrá, sustituyéndolo por actividades predecibles. No obstante se propiciará que los individuos puedan introducir a demanda variaciones con el fin de evitar el aburrimiento y dar protagonismo en un plan con el cual se sientan representados y corresponsables. Rutina no debe confundirse con aburrimiento.
  • Por ejemplo:

Las mañanas son para “trabajar” y cada uno debe tener su responsabilidad aunque sea mínima, acorde a la edad. “Trabajar” puede ser estudiar las asignaturas, mientras otros hacen tareas de la casa o propias de otras obligaciones individuales o colectivas. Podríamos decir que es el momento del “uno para todos y todos para uno”.

  1. Organizar un plan de actividades en el que se tenga en cuenta el criterio, las necesidades y los deseos de cada uno, ya sea de tipo individual y colectivo, con respeto al espacio de cada cual. Una de las cosas que más resultado le da a madres consultadas es el respeto de los espacios personales ya sean físicos o de tiempo y la no imposición de los horarios y actividades.
  • Por ejemplo:

Uno de los niños no quiere participar de la actividad colectiva y reclama hacer otra en su lugar o sencillamente quedarse encerrado en la habitación.
Primero podría ser proponerle unirse a los demás y luego todos se podrían unir a él para hacer lo que propone o todos irse a su cuarto a mirarse las caras.
No solo sabríamos la causa de su malestar, sino que también podríamos ayudar a relajar la tensión y devolver al niño al grupo.

  1. Organizar actividades que sirvan para fortalecer la pertenencia, el sentimiento familiar orientando la atención la tradición familiar, generalmente desconocida por los menores.
  • Por ejemplo:

Dedicar un tiempo a organizar las fotos familiares en nuevos álbumes o para hacer copias y renovar las que se hayan en las paredes, dichas reuniones deben servir para recordar el momento en que fueron hechas o hacer historias de los más viejos y renovar los parentescos. También se podrían organizar eventos en torno a dibujar o imitar a los mayores realzando y llamando la atención sobre aspectos como el carácter.

Aprovechar y hacer fotos para recordar en el futuro estos días de encierro obligado. También se podría usar la videoconferencia para hablar con otros familiares que no se encuentran en el entorno para saber cómo han pasado el día.

  1. Organizar campeonatos de juegos tradicionales y de mesa actuales con medios tradicionales o tecnológicos: juegos de cartas, de palabras, parchís, Monopoly, crucigramas, de Playstation, por ejemplo. Los juegos podrían ser premiados con beneficios o castigos para estimular la competitividad.
  • Por ejemplo:

Después del almuerzo toca jugar al Monopoly. Un miembro de la familia es el responsable de la actividad y también quien se ocupará de otorgar el beneficio o el castigo que puede ser exonerar al ganador de determinada tarea o darle algo que le apetezca o al contrario.

  1. Responsabilizar a los miembros de la familia con actividades y tareas, según las edades y los intereses y el plan general para evitar la monotonía de las mismas. No sólo para que las ejecuten, sino para que sean responsables de que otros las realicen para así estimular la responsabilidad jerárquica.
  • Por ejemplo:

Ayudar a poner y recoger la mesa.

Responsabilizar a uno de que los demás tengan las habitaciones ordenadas antes de empezar las actividades del día.

LA CONVERSACIÓN

Uno de los aspectos que más se descuida en el modelo de convivencia es la conversación, a pesar de que es el instrumento con más recursos y más necesario para modular la cognición y las conductas. La comunicación verbal es fundamental y única para relacionar la realidad con nuestro pensamiento, los sentimientos y las emociones. Sin embargo las familias cada vez hablan menos dejando las relaciones interpersonales en manos de instrumentos despersonalizados, contribuyendo a despersonalizar cada vez más las relaciones. Si leer es importante, conversar es aún todavía más porque es el mejor de los vehículos para comunicar nuestro mundo personal e interactuar con el de los demás. La revalorización del diálogo verbal es una de las cosas que mejor pueden contribuir a conformar un modelo de convivencia diferente aprovechando la cercanía a que nos obliga el encierro y el aislamiento para defendernos de la contaminación del virus.

A continuación algunas actividades que podrían facilitar que le devolviéramos la palabra a las familias.

Los participantes deben sentarse de modo que puedan verse las caras y han de procurar que ninguna actividad los entretenga, si es posible se deben apagar los teléfonos y ha de ser a una hora en la que no haya nada pendiente que desestimule la convocatoria. Nunca se debe interrumpir, ni ser abrupto, ni tocar temas que pudieran provocar la incomodidad de otros:

  • Hablar cada uno de algo que le gustaría contar, puede ser un sueño o alguna anécdota de su vida escolar o laboral, también puede ser sencillamente comentar la situación que sucede fuera de la casa. Después de terminar su turno el resto comenta sobre lo que el interlocutor ha expresado.
  • Leer una historia breve o ver juntos una película o sencillamente narrar un hecho real o ficticio. Y luego cada uno interviene, o entre todos, para cambiar el final con otro desenlace. Los resultados pueden ser sorprendentes.
  • Hacer un retrato hablado de la persona que se tiene delante. Generalmente este ejercicio revela puntos de vista muy interesantes que debieran tenerse en cuenta con arreglo a mejorar las relaciones interpersonales.
  • Sentarse en torno de las fotos de familia y rememorar el momento en que se hicieron, dónde estaban quienes no aparecen y porqué no se hallaban. Aprovechar para contar historias de la familia, aún mejor si podemos contar con la presencia de los mayores de edad.
  • Aprovechar la sobremesa de la cena para dedicar un rato a hablar de cómo ha sido el día o inducir algún tema de interés o agradable que se pueda abordar entre todos, por ejemplo la posibilidad de que alguien todas las noches proponga una nueva actividad o cambiar alguna de las que se hayan planificadas.
  • Puede que dedicar un día a hablar de los demás o hablar de uno mismo, de cómo vemos a los otros y cómo nos vemos a nosotros mismos, sea un ejercicio interesante para aliviar tensiones y mejorar el conocimiento de nosotros mismos. Puede que sea sorprendente saber la diferencia que hay entre la idea que tenemos de nosotros y la que los demás tienen.

Esperemos que este “manual”, escrito a lomo de los acontecimientos, sirva de ayuda a pensar y organizar la vida adaptándola a la realidad de cada cual, y que cada cual la enriquezca aportándole lo que permita el ejercicio de su convivencia y la solidaridad.

Buenas noches y buena suerte.


Dr. Cesiah Hernandez

Cesiah Hernández tiene un doctorado en Psicología general (2012), Master en Ciencias (2004), ambos en Estados Unidos. Es Licenciada en Psicología de La Universidad de La Habana Cuba (1984).  Es Facilitadora del Circulo de Seguridad para Padres (2016). Es Licenciada en Salud Mental y Consejera en el Estado de Carolina del Norte donde actualmente radica. La Dra. Hernandez tiene una amplia experiencia en el trabajo con niños de diferentes culturas hispanoparlantes que sufren problemas de comportamiento y emocionales y del desarrollo, así como con niños que caen en el espectro autista. Ella tiene una gran experiencia clínica liderando grupos de terapia con clientes en riesgo de hospitalización, y ha llevado a cabo terapia individual, de pareja, familiar, uso y abuso de sustancias, manejo de la agresión y habilidades para mejorar la paternidad.